Párrafo 17.8

17.8 “Pero hay algunos humanos a los que asusta la inocencia y prefieren sentirse culpables de cuanto sucede. Peregrinos de ojos enrojecidos y labios apretados. Estas curiosas y no tan escasas gentes utilizan el sufrimiento como forma ideal para esconder sus miedos y el lamento para justificar la ausencia de aventura, recorren laberintos que conocen a la perfección y van dejando alimentos para la vuelta, buscan penitencias, andan de rodillas y siempre miran al suelo. Su mayor satisfacción es saberse compadecidos por los demás. En raras ocasiones algunos consiguen cumplir la penitencia y quedan exonerados y limpios. Los que no se liberan realizan constantemente ritos y exorcismos que comienzan por pequeñas manías, alocación precisa de objetos, recorridos fijos, obligaciones importantes y un catálogo infinito de referentes impuestos, hasta que el cerebro se convierte en un nido de obsesiones encadenadas y ordenadas que condicionan cualquier pensamiento creativo.”

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Locura, obsesión, miedo… atrapados por una telaraña creada por ellos mismos, para evitar la responsabilidad de la aventura, de ser uno mismo, se arrastran como si estuvieran encadenados al suelo.
Ellos viven sin fe, viven en el narcisismo; siendo culpables, llaman la atención del mundo buscando el perdón del resto de los mortales. Se convierten así en centros demandantes de compasión. Egos exaltados y no superados que no perciben que su ejercicio de culpabilidad está tiñendo el aire de fango y obstruyendo el impulso de libertad de otros seres.

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2 Comentarios

  1. Rafa
    4 marzo, 2020

    Para los egipcios, pueblo simple y a la vez trascendente, existían dos tipos de muerte.
    La primera muerte física, la aceptaban por evidente.
    Pero la segunda, estaba en función de la creencia sobre la eternidad.

    En esta posible muerte, entendían que la eternidad había que ganársela, para lo cual pesaban en una balanza el corazón del difunto en equilibrio con una pluma.
    Dos seres le formulaban a su corazón (simbolo de la inocencia), cuarenta y dos preguntas, de las que de las más dificiles era cuantas semillas de eternidad había plantado.
    Despues de las preguntas, si la balanza no se inclinaba hacia la pluma, su corazon era devorado por un monstruo y defecado de nuevo a la tierra.

    De alguna manera todos sabemos que una de las razones de la vida es plantar semillas de eternidad, pero a muchos de nosotros, el miedo, la pereza, la falta de aventura, el pensamiento de la dificultad que creemos entraña o la simple distracción nos paraliza a hacerlo.

    Por lo que ocultamos o justificamos el no haberlo hecho o no hacerlo con el sentimiento de culpa.

    La culpa debe de ser cada vez mayor pues tiene que tapar siempre la oportunidad de de plantar estas semillas, de lo cual a lo largo de nuestra vida casi todos tenemos infinidad de ocasiones; hasta que la obsesión que nos fabricamos con la culpa nos impide hacerlo.

    Pero quizá plantar semillas de eternidad sea tan facil como levantar la vista y mirar hacia otros lados de donde miramos todos los días.

    Un abrazo

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  2. Beucis
    9 marzo, 2020

    Seres amargados, tristes, cada vez más y más lacrimógenos, que destierran la risa, la sonrisa, la felicidad por considerarlas frívolas y pecaminosas; casas como la de Bernarda Alba, con lutos eternos que se entrelazan, porque se celebra en sucesión inacabable la procesión de la muerte y toca hacer alarde de sufrimiento y tristeza para poder alcanzar ese cielo riguroso y castigador con un Jehová colérico que amenaza con el fuego eterno y que no se ha enterado aún de que Cristo Jesús existe y existe el amor —«…como yo os he amado»—, y existe también el gozo y la alegría.

    Pidamos por los tristes, por los culpables, porque así no se llega al Reino de los Cielos.

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