Párrafo 5.7

5.7 «El mono cinocéfalo no entiende la palabra sacrificio. No comprende que es el oficio de lo sagrado. Que no hay sacrificio si no hay sacramento y que hay que romper el tiempo a través de la liberación desde el milagro de lo sagrado. Con el sacrificio de la entrega se podrá entender que hay una red mistérica que une a todos los seres, que es el verdadero mapa genético de la Humanidad, y en él cada subjetividad, cada ser humano, es imprescindible».

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Supongamos que, tal como señala el autor, existiese una red mistérica que nos une a todos. Cabría entonces la posibilidad de que, aún sin tener una conciencia cabal de ello, desde alguna parte de nuestra realidad no consciente “supiéramos” que formamos parte de una identidad colectiva, quizás de un rango muy superior. De ser así, parece lógico suponer que cada uno de nosotros debería tarde o temprano dejar de vivir exclusivamente para sí mismo y vivir de acuerdo con lo que esa identidad colectiva requiere de nosotros. Deberíamos dejar de jugar en solitario para jugar “en equipo”.

¿Qué nos lo dificulta? El autor habla del “sacrificio de la entrega”, ¿de la entrega de qué? Quizás se esté refiriendo a eso que asociamos con nuestra propia identidad, a ese conjunto de referentes físicos, psicológicos o del tipo que sea que nos hace identificarnos con nuestro “yo”. En general, en nuestra cultura la perspectiva de perder nuestra identidad personal nos produce miedo, miedo a la propia desaparición. En cierto modo la muerte sería eso: nuestra “desaparición definitiva”. Sin embargo, todos los días durante el sueño tenemos la experiencia de perder nuestra consciencia de identidad durante varias horas, pero como sabemos que luego la recuperamos no nos preocupa. Al margen de que nos preocupe o no, lo cierto es que durante esas horas nuestra identidad vive y “actúa” sin nuestro control consciente.

El predominio que en nuestra sociedad ha adquirido la razón intelectual nos lleva a creer que cada uno somos lo que nuestros sentidos captan de nosotros mismos y nuestra razón “entiende” como tal. Es probable que, como sucede en los sueños, estemos captando más cosas pero que después nuestra razón, nuestro yo consciente lo deseche. En realidad nos hemos acostumbrado a una interpretación de nuestra identidad que, con toda seguridad, es muy parcial e incompleta.

El miedo a “aparcar” esa interpretación para abrirse a otras posibilidades tiene también mucho que ver con nuestra pretensión de gobernar nuestra vida y elegir los misterios que aceptamos. Tiene que ver, por tanto, con la convicción de que nuestra identidad y nuestra naturaleza llegan hasta donde creemos que llegan. Sin embargo, la ciencia nos dice claramente que no es así, que somos herederos a través de nuestra genética de una memoria ancestral y que el entorno también modifica en parte esa herencia. Que, incluso, el espacio tiempo con el que nos identificamos probablemente es ilusorio. En estas condiciones nuestra resistencia puede estar siendo tan patética como si al gusano le diera por aferrarse a su identidad negándose a aceptar que en algún momento se convertirá en mariposa.

Si formásemos parte de una red más amplia, cabría suponer que una parte de nuestra naturaleza estuviera queriendo integrarse activamente en ella. Y asimismo que quienes configuraran esa red de algún modo estuvieran reclamando esa mayor integración. En ese caso, el milagro de lo sagrado podría entenderse como un anular nuestras resistencias racionales y entregarse a la acción de esas fuerzas desconocidas, propias y ajenas. ¿Bastaría con dejarse llevar o sería necesario quererlo?

El autor habla de una red mistérica que une a todos los seres. Ni siquiera especifica que sea a todos los seres “humanos”. Abre la puerta a una unión con seres de otras naturalezas, conocidos o no. Pero sí concreta que ése es el verdadero mapa genético de la Humanidad. ¿Estará sugiriendo que ese mapa genético, sea cual sea su naturaleza, viene determinado también por las contribuciones de otros seres que nosotros no identificaríamos como humanos?

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10 Comentarios

  1. Nuba
    24 marzo, 2013

    Este es uno de mis fragmentos preferidos del libro.
    Aún recuerdo cuando lo leí por primera vez. Uno de esos mensajes que lo contienen todo.

    A veces uno tiene que dejar de ser,
    y en no siendo
    ni de donde ni cuando ni corporal ni limitado ni concreto,
    en ese «nosiendo», ser.

    No tengo que aprender el lenguaje de las flores para que transmitan su olor y yo las sienta y no tengo que tener un bosque para meterme en él y al tocar el tronco de uno de sus árboles, él diga algo y lo transmita.
    No tengo que estar al lado de unos ojos para que si los miro de lejos digan.
    El mar puede es un ser animado porque se mueve, susurra, las barcas y los pescadores hablan con el mar, bailan en él.
    La arena del desierto y el viento y las sombras del sol en la duna son señales para la gente azul.
    El pájaro, el caballo, la luna, …un algo de su materia está en nosotros, lo se.

    No soy yo la que digo todo ésto, muchos testigos antes y después expresan siempre la misma sensación. Su sensación y su respuesta queda plasmada en forma de arte en cada sensibilidad despierta.
    Eso me parece lo sagrado. El sacrificio no sería más que confundirse todo lo que se pueda con lo demás, mimetizarse y empezar a entender.
    Entonces el sacrificio es una forma de morir.
    Una bendita muerte.

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  2. Atila
    26 marzo, 2013

    Y cuando estas desanimado porque fisicamente no te encuentras bien y piensas todo lo que podrias hacer si te encontraras mejor… Quiza si te dedicas en tus momentos de postracion a poner tu celula cristica a trabajar o mejor dicho activar, a lo mejor tus pensamientos de perdon a los que te han herido, comprension para los que no pueden dar mas de si, y aceptar tu estado, pierdes el miedo por lo que les pueda pasar a tus seres queridos y a tu persona puede que estes haciendo mucho mas trabajo de lo que te imaginas. Pasas a otro estado y esto se trasmite al universo ayudando a otros.

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  3. Afrodita/Alicia
    26 marzo, 2013

    La palabra sacrificio ha sido, en mi percepción al menos — a lo largo de mi vida y a la vista de cómo luego observaba a quienes habían enaltecido la palabra llevar el sacrificio a la práctica —, casi me atrevería a afirmar que indecentemente manipulada.
    Así, tengo la idea de que en el acervo cultural de la sociedad en que vivimos se lo identifica en cierto modo con el simplemente fastidiarse en aras de no se sabe muy bien qué, o sí se sabe (o se supone saberse) como méritos que hago para recibir una satisfacción que puede ser hacerme querer, hacerme perdonar, contemporizar con otros no tal vez menos egoístas o mezquinos que yo que, eso sí, elogiarán mi acción exactamente en la medida en que se vean beneficiados por ella.
    En otras ocasiones la he encontrado cargada de simple estupidez, o cabezonería u obstinación sostenidas, a ciegas, bajo pretextos de índoles (argumentadas de forma bastante sesgada) morales o religiosas aprendidas desde la oficialidad, pero no propiamente éticas.
    Creo que el autor no se refiere a ese tipo de sacrificio sino a algo bastante más… ¿constructivo, edificante, trascendente?, e infinitamente menos… ¿banal, hipócrita, avieso?
    Y lo creo así porque pienso que algo de absurdo, o de falso, o de carente de calidad hay en toda renuncia que no esté buscando la satisfacción de un bien superior y ajeno a los intereses inmediatos, cercanos, tanto de los que se sacrifican como de aquello o aquellos a los que se ofrece el sacrificio.
    Hay, sin embargo, ante situaciones tal vez perfectamente cotidianas en las que se enfrentan, sin por ello confrontarse, no ya el “qué quiero” con el “qué debo” — que muy bien pueden estar mediatizados por una obligatoriedad convencional o aprendía — sino ambos al “qué aun a pesar de mí mismo debe ser”, la posibilidad de, al margen de todo raciocinio, dejarse persuadir por la convicción de que existen fines sagrados, incuestionables e intocables, que, si se desoyen…
    Me parece que si sigo terminaré contradiciéndome; y que como mona cinocéfala que no entiende la palabra sacrificio, no entiendo tampoco con mediana precisión qué es sacramento, o lo entiendo nada más —y de ninguna otra manera— como la imbricación de todo cuanto sé de mí (y que es muy poco) con todo cuanto ignoro del “TODO” (que es, y no ya sólo por aquello de equilibrar la balanza aunque nada más fuese con un juego de palabras, casi todo).

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  4. Icono-Plasta
    28 marzo, 2013

    Últimamente ando torpe para el escudriño y aliño responderil de la lectura ofertada. Se ha puesto compleja la cosa y yo ando en otras observaciones. Sin embargo ésta última me ha motivado y movido a comentario. Siempre creí que yo no era ese, el cinocéfalo africano derivado y colorido, y el ponente parece confirmarlo. Entregados, compartidos y sacrificados en beneficio de otros lo somos, o al menos nos gustaría serlo por comparación a otros que no quieren sacrificarse ni por ellos mismos. Lo siento. El Aventurero/a/os/as comentarista nos quiere hacer ver que a lo mejor esa cualidad nos viene de las estrellas, no de los árboles del que bajamos, o sea, que algún antepasado viajero intergaláctico anduvo por allí favoreciéndose a los arborícolas primitivos. Ya la cosa anduvo lejos cuando los antepasados varios que nos iluminan la compostura se atrevieron a inspeccionar la tierra firme y empezaron a comer plantitas y frutos del bosque, qué remedio.
    Dotados ya, como dice la Biblia, de comprensión y carga culposa, parece razonable que empezáramos a preocuparnos/ocuparnos del semejante y resto de criaturas. O sea que la cosa del «sacrificio» supuesto es antigua. ¿Sacrificio? o pura necesidad de permanencia colaborativa. Lo malo es que hay muchos que ganan su pan con el sudor de su frente, y otros con el sudor de los primeros.

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  5. Beucis
    30 marzo, 2013

    Como seres duales, nos cuesta aceptar el sacrificio como oficio sagrado, que nos lleva a lo trinitario, que nos puede hacer partícipes de un sacramento de unión con esa red mistérica, mapa genético de la humanidad, recuperando la memoria de la sal de las lágrimas del ojo de Argos. Tenemos que recibir el mensaje de los que recorren caminos, universos, y han sacrificado su tiempo para darnos luz.

    El mono cinocéfalo tiene que romper la cárcel del ego; dejar de pesar y valorar; premiar y castigar. Tiene que comulgar con el Antagonista; abrazar al Titán encadenado a la materia y ser el héroe que lo libera e integra. Con este sacrificio del ego, y en sacramento de unión, seremos imprescindibles y se enriquecerán los tejidos de esa red, mapa genético, que no es inmutable y que se beneficia y enriquece con la aventura rompedora de los límites del tiempo y del espacio. Aventura en busca de la felicidad; en busca de la consciencia.

    “ Borrar los rastros de las tragedias pasadas y futuras “. Es así como el mono cinocéfalo camina hacia el Adán Kadmón: hacia el Arquetipo.

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  6. José
    30 marzo, 2013

    Es un parrafo que dice tantas cosas que implica desde el Origen del Hombre que ha sido un debate no solo Darwiniano sino religioso y filosofico. El hombre siempre ha observado su relación con el entorno y su «parentesco» con los animales. Aristoteles estudio la naturaleza y clasifico a las distintas especies, en los mitos religiosos los egipcios representaron al mono cinocefalo como el que mostraba a los hombres el camino de los muertos al juicio. En otras culturas, por ejemplo en la India Ganeza con cabeza de elefante. El mono cinocefalo, en la cultura egipcia fue adiestrado para ayudar en labores al hombre.

    Para mi, Perez de Carrera, expresa claramente , que la diferencia, no solo es el hombre el que adiestra, sino el que modifica, el que transforma, el que se transforma así mismo. Expresa la singularidad de cada ser humano dentro de esa » red misterica».

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  7. Luz
    30 marzo, 2013

    “En el monte de Quirós,
    hay un arbolín de Dios;
    cada caña tien un nieru,
    cada nieru tien un güebín;
    cada güebín, un pájaru.
    ¡Valgame Dios qué arbolín!»
    Para los celtas cuando llegaban la época del año en el que se igualaban el tiempo de las luces con el tiempo de las tinieblas, era cuando la vida sobre la superficie de la tierra, explotaba….porque se igualaban las fuerzas capaces de producir vida conjuntamente: el principio femenino y el principio masculino; por eso quizás, es por lo que exploten las semillas, restallen los brotes de los árboles, comiencen a resplandecer las flores y los animales a despertar y a solicitar pareja…
    …Es la renovación de la vida.…
    Bien pudiera ser un trabajo en el que operaran muchos encantos invisibles y del mundo intangible… como oraciones, como plegarias, que utilizaran los respiros de los pocos fotones del aire; arrepañándolos a escondidas, para preparar, durante los inviernos, esos nuevos pulsos de vibración ascendente…que a todos nos empujan, y que a todos nos mueven… como un Alleluia de Vivaldi, por ejemplo.

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    • José
      30 marzo, 2013

      Preciosa definición. Gracias Luz

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    • Pazpatti
      31 marzo, 2013

      A mí también me ha encantado, gracias 😉

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  8. Icono-Plasta
    30 marzo, 2013

    Pues eso, lo que dice el Beucis trasvestido desde la escritura inicial. Qué bien le sale sin ir más lejos la réplica adaptada a nuestra mucha cinocefalia. Vamos, que no podemos estar más de acuerdo, a pesar de lo que nos cuesta.

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