Párrafo 6.2

6.2 «¿Por qué se esclaviza a alguien a un destino que parece que no puede cambiar? Las ciento veinte mil palabras que forman el diccionario de la mente luchan entre la aventura y la repetición. Los cien mil millones de neuronas que sirven a la consciencia dudan entre buscar sinapsis hacia nuevos paisajes o dormir el impulso creativo, volviéndose a cero desde el rellano de la pereza».

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

En un mundo en que los discursos se repiten de forma vertiginosa, triunfa el sistema del lenguaje dominante y los mensajes que nos acechan cada día dirigen nuestra voluntad, cuando hablamos, decimos lo que algo, esa lengua controlada, quiere que digamos y el resultado es que vivimos al compás de un destino codificado.

En este escenario, el individuo: mudo, impasible, solo; ya no tiene que soñar, pensar, el progreso pone al alcance de su mano el bienestar. Tan sólo tiene que permanecer pasivo, dejarse llevar, arrastrar, en la vorágine de la velocidad de la vida ahora tecnificada, por el cambio incesante de objetos e imágenes.

Quien sólo busca cuidar su vida, protegerla y defenderla al final creerá que no ha cometido grandes errores, pero tampoco habrá puesto en marcha el impulso, la imaginación y la creatividad que pueden dar lugar a un lenguaje propio, desmarcándose de las imposiciones de la lengua, para tratar de superar la voluntad personal de la que disponemos en un momento dado y llegar más allá de los límites de nuestro propio y diminuto estado.

¿Dónde cabe encontrar hoy la ruptura? Podemos atender y buscar en el arte, en la ciencia, en la mística, que tratan de encontrar las grietas en el lenguaje, en el mundo físico, y en nuestra consciencia para alumbrar un camino que conduzca a otros sueños, para llevarnos más allá de nuestros propios límites.

Si nos aventuramos en el conocimiento y en la ciencia, si potenciamos nuestra sensibilidad hacia la belleza a través del arte, si nos rebelamos contra la mediocridad espiritual que no rodea, si hacemos todo esto, regresaremos mejor equipados para la vida.

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12 Comentarios

  1. Martin
    2 septiembre, 2013

    Vivimos en una sociedad teledirigida por los que quieren llevarnos a su huerto, es igual que hablemos de prensa, internet, televisión o radio, de sanidad, de educación o de teatro, de historia, medicina o política.
    Casi todo, por no decir todo, está tan manipulado, que sin quererlo, o a veces queriendo, caemos en la vertiginosa espiral del embudo que nos han preparado, para que vayamos cayendo como moscas en su panal de rica miel.

    No nos enseñan a querer descubrir la inmensidad de lo que desconocemos, cuando deberíamos no repetir más el raíl que ya conocemos y tenemos tan hilado.

    El cerebro que tenemos es tan plástico y dúctil que está deseando una oportunidad de que expandamos hasta el infinito todas sus posibilidades. Las sinapsis conductoras que podrían realizarse en el, nos enseñarían lo que es un holograma perfecto, una proteína abrazando un poema, un fotón atravesando la materia oscura, o el sonido del cosmos reverberando en nosotros.

    No olvidemos que toda la enseñanza recibida desde la mentira es por y para la mentira.

    “Una por una es una, una por dos dos, una por tres tres …”

    ¿Como se puede llegar a vislumbrar la consciencia con semejante retahíla?

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  2. Alicia
    3 septiembre, 2013

    Tengo últimamente sensaciones extrañas que empiezan a resultar inquietantes y consisten en que las personas que ha de suponerse existen nada más en mi imaginación se comportan, conmigo por lo menos, como si fueran de verdad y hasta me miran, incluso parecen verme, y si les hablo me siguen el juego haciendo como si me hubiesen oído. Ayer mismo, fui a la tienda de alimento para mascotas, entré y dije buenos días y el hombre me contestó; sin mostrar yo la menor sorpresa ni preguntarle por qué hacía algo tan extravagante le pedí, con esa naturalidad tan mía que ha llegado a ser casi perfecta a fuerza de ensayar, un saco de pienso para gatos. El hombre, sin inmutarse, agarró el saco de encima del estante y lo deposito en el carro de la compra que yo, previsora, me había ocupado de arrastrar conmigo desde casa. Luego dijo que eran sesenta y tres euros y yo le entregué un billete de cincuenta, otro de diez, dos monedas de un euro, una moneda de cincuenta céntimos, dos de veinte céntimos y una de diez. Como si todo estuviera en perfecto orden.
    Al entrar en el portal me cruce con una vecina del sexto que no me saludó, y al salir del ascensor con la de al lado que no me saludó tampoco; pero ninguna de las dos me tranquilizó demasiado porque yo, desde que las imaginé a ellas y al resto de los vecinos, decidí que serían personas — personas, porque no se me ocurrió otra cosa, téngase en cuenta que soy en esto del imaginar tan sólo principiante —, pero personas poco comunicativas de esas que se mantienen a distancia y, en su afán por ignorarme que me salió lo que se dice bordado, se abstienen incluso de imaginar que existo.
    Pero los gatos se comen el pienso, tan campantes.

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    • nuba
      3 septiembre, 2013

      Hola Alicia, me dolí de leerte, porque te estimo.
      Descubrí una versión del Tao que no tengo en mi libro
      – digamos que la robé- y te la transcribo tal cual la acabo de encontrar, un instante después de leerte y mis asociaciones imaginarias me indicaron que tal vez te gustara leerla:

      «Treinta radios convergen en el cubo de una rueda,
      y es de su vacío (wou you),
      del que depende la utilidad del carro.
      Modelando el barro se hacen las vasijas,
      y es de su vacío,
      del que depende la utilidad de las vasijas de barro.

      Se horadan puertas y ventanas,
      y es de su vacío,
      del que depende la utilidad de la casa.
      El ser (you) procura ganancia,
      el no-ser (wu) procura utilidad.»
      Una caricia a esos gatos tan afortunados que tienes. De mi parte

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  3. Alicia
    3 septiembre, 2013

    El Tao, sí. Demasiado críptico para mí. Pero, entendiendo que la intención ha sido buena, te doy las gracias.

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  4. mariar
    4 septiembre, 2013

    «En la imposibilidad de la palabra,
    en la palabra no hablada
    que asfixia,
    me encuentro a mí mismo.» Paul Auster

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  5. Alicia
    4 septiembre, 2013

    Todos podemos alguna vez decir una frase brillante, imaginar un pensamiento esperanzado que se diluirá luego en la desesperanza. Todos podemos imaginar un paisaje nuevo que sabemos que en realidad no existe en ninguna parte. Y un destino prometedor, esperanzado, que la verdad que cada cual guardamos en eso que solemos llamar alma terminará derribando antes o después por tierra. Nos dolemos y lamentamos de lo engañoso del mundo y sin embargo nos tendemos de continuo la trapa de engañarnos. Pensando tal vez que nuestro engaño es distinto, que es un atisbo, una especie de premonición en la que íntimamente, sin espectadores, ni observadores, ni lectores a los que poder sorprender (o dar envidia) no creemos.
    Es una característica del ser humano; aparentar lo que ni somos ni tenemos. Parece que reconforta. Simular que entendemos lo que no entendemos nos hace sentir grandes, tan grandes que no cabemos en nosotros mismos; y antes o después las costuras saltan por alguna parte.
    ¿Alguien piensa, de verdad, que hay esperanza?

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  6. SARA
    4 septiembre, 2013

    Sí Alicia, sí hay Esperanza y también Fe, y suceden, afortunadamente, seamos capaces de percibirlos o no….. aunque si tenemos la suerte de conectar de vez en cuando, es cuando imagino (y aquí si que entra mi especulación que estando determinada por mi funcionamiento cerebral es lo único de momento que puedo hacer), como decía imagino que ganamos; sobre todo nosotros…. y aunque opino como tú en que terminamos derribándolos espero que nuestro poder al respecto sea liviano y terminemos también por creer en ellos.

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  7. Mandrágora
    4 septiembre, 2013

    En este párrafo nos habla el autor de la pereza. El repetir recorridos ya conocidos también me sugiere el miedo ante lo desconocido, el tener que posicionarse ante algo nuevo ―que a lo mejor el error está en que no habría que posicionarse de ninguna manera, sino vivir lo nuevo sin más para ser capaz de abordar lo siguiente―, el romper imágenes y supuestos que los demás esperan reconocer, y que todo ello requiere de una fortaleza y un coraje previos para vivir cada novedad. En definitiva, entiendo que es estar en un vuelo permanente.

    Esa falta de asideros recoloca todo lo demás. Crea un vacío y una incertidumbre que entiendo que si no va acompañado de un estar ligero y en positivo, da miedo. De ahí que la pereza me resulte un sustrato más superficial y, quizá, consecuencia de no saber vivir con la amplitud que se debería, con todo el riesgo y vértigo que ello suscita, y también la confianza y la apuesta por algo mejor.

    Me puedo imaginar que en el momento en que uno decide aligerarse de equipaje y aceptar que el curso del río lleve su rumbo, la capacidad de sorpresa y bienestar está servido, aun con miedo; pero antes habrá que hacer un trabajo previo de saneamiento y concienciación para aceptar, entre otras, que mis decisiones en multitud de ocasiones caminan contracorriente al estar subyugado al dominio de mis propias limitaciones ; que esto sobrecoge y paraliza, haciéndote esclavo de situaciones manidas pero «controladas», y que la identificación que permanentemente se hace de lo que se considera «mi yo, mi personalidad y mis elecciones», crea una lucha de la que pocas veces se sale victorioso.

    Dudo que cuando se opta por desoír tus pensamientos identificados con ese «yo», como sinónimo de tu persona y se acepte la entrada de otros mensajes, que también forman parte de tu persona pero que animan a horizontes más atractivos, siga cabiendo la pereza.

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  8. Beucis
    5 septiembre, 2013

    Somos libres para elegir. Con más de ciento veinte mil palabras, que forman el diccionario de la mente, podemos componer el más bello lenguaje poético, vibrar con las cadencias y ritmos que nos inspiran las musas y nos susurran los pájaros de fuego. Nuestros miles de millones de neuronas podrán crear jardines y playas por donde cabalguemos al unicornio y podamos beber el zumo de la granada que ofrece Juan de la Cruz a su amada. Todo ello sin conocer límites ni fronteras. Se puede elegir. Se puede emprender esta marcha desde ahora, ya.

    Pero también podemos elegir el fracaso de lo ya conocido, sin impulso, sin aventura, desde el diván de la pereza, en ese territorio de los tiempos perdidos; en esa duna movediza donde anclamos, donde queremos ser esclavos sujetos al miedo; al miedo de lo desconocido, de la aventura.

    Nadie nos esclaviza. Somos nosotros los actores de esta gran obra. Da igual qué papel nos corresponda, nuestro compromiso debe ser liberar estereotipos cómodos para dar paso y libertad a la grandeza de nuestro destino, que el Director, con nuestro consentimiento, nos asigna. Y hacer bien nuestro papel, por ingrato que parezca o pequeño. Sin condiciones, porque todos somos necesarios, con tal de no asustarnos; con tal de asumir nuestro compromiso, nuestra responsabilidad

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  9. Alicia
    5 septiembre, 2013

    Soy libre para elegir no sufrir, y también lo bastante poco inteligente para no saber dar esquinazo al sufrimiento que me causa el ver, cada día, a cada paso que doy, a la vuelta de cada esquina, tantas actitudes de tantos de mis congéneres que, sin poder ser calificadas de actitudes abiertamente crueles, si lo son de una indiferencia tan apabullante que me causa escalofrío pensar cómo pueden seguir adelante sin pestañear y sin que se les atragante la inmediatez de su propio “no es mi asunto” o, “sí, la vida es muy dura, pero yo no puedo hacer nada”.
    Y sí, es cierto, y puedo admitirlo; que hay cantidad de situaciones ante las que uno no puede hacer nada porque hay un otro, el “dueño” de la situación, que es también dueño de sus propios criterios y de su forma de hacer o de no hacer, y de entender la vida de una forma o de otra, forma que por las razones que sea puede chirriar, o hacer daño, o entrar en conflicto con la forma de yo entenderla.
    Y lo único en que puedo refugiarme, si es que cabe refugio, es apretar los dientes, y seguir mi camino. Y tratar de no volverme loca en un mundo en el que no entiendo nada.
    Y existe la música, y la poesía, y la sensibilidad y las personas sensibles que saben apreciar y valorar todo cuanto de bello hay en el mundo. Y saben elevarse por encima de realidades tan toscas.
    Yo, lo reconozco humildemente, no sé hacerlo.
    Mis felicitaciones a todas esas personas que sí saben; que tienen, de verdad, muchísima suerte.

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  10. José
    7 septiembre, 2013

    Cuando leo estos parrafos de Perez de Carrera me doy cuenta del corse que nos ciega al cambio.

    Ralentizamos nuestra velocidad y nos caducamos pronto. Nos encaminamos a la vejez desde que nacemos. Acostumbramos a nuestro cuerpo y mente a huir de la emocion luminica. A evitar los sucesos que nos precipitan al desarrollo de la consciencia.

    Perez de Carrera nos incita a que nos desperecemos. A que abramos los ojos sin miedo porque ese ejercicio impulsa las sinapsis de nuestra celulas. De todos los haces energeticos que amrmonizan la vida.

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  11. Afrodita
    14 septiembre, 2014

    Déjala, déjala irse, no le pidas que se quede, no le ruegues que responda a peticiones sin nombre que no demandan más cosa, más sentido o más razones que la razón sin retorno que se escapó a los rigores del invierno de pensares que se pensaron deudores de qué es sabido de siempre y de qué siempre fue el norte de aguardar sueños que duermen acurrucados que imponen las sombras que los fraguaron y les quitaron su noble misión de ser de descanso, tranquilos, reparadores, y volvieron destructivos, desafectos, impostores de qué debió de ser nunca lo que engrasara los goznes en que se encajen a un tiempo, sin chirriar ni causar roce, las inquietudes del alma, y sus metas, y sus goces, y las carencias que aquejan y duelen al que desoye que más allá de la vida y la muerte y los temores existe un lugar abierto que el viviente desconoce.

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