Párrafo 12.37

12.37 “El tercer pulso rítmico está avalado por los múltiples laboratorios distribuidos en la catedral corpórea e influye de manera importante en el carácter, su enemigo natural es la pereza que reprime, a través de hábiles mensajeros, desestabiliza y hasta limita el funcionamiento endocrino que en gran parte personaliza el torrente sanguíneo.”

COMENTARIO DEL AVENTURERO

Tal vez nuestras actitudes y pulso hacia la vida estén determinando en gran medida nuestro sistema bioquímico. Este tercer punto o pulso, del que nos habla el autor, parece que es el que incide en nuestro sistema endocrino, desde aquí, podemos trabajar en la modificación y equilibrio de los procesos endógenos-exógenos que nos proveen de respuestas corporales, percepciones, sensaciones, emociones, deseos…
Sin ser muy conscientes de todos estos procesos, podemos incidir en ellos a través de actitudes de impulso. Nuestro carácter es como una careta. Si desde esa careta probamos a modificar y experimentar, a moldear y actuar, esta careta será como una proyección no sólo hacia el exterior sino también hacia nuestro organismo y trasladará estas actitudes a nuestras células.
En una situación de poca empatía, si uno prueba a dibujar una sonrisa sincera en su rostro con la mayor veracidad posible de que sea capaz, su organismo se alegrará.
No podemos ser esclavos de nuestro carácter y dejarnos gobernar por él. Si la pereza es el enemigo, habrá que ponerse en marcha, tratar de ser alquimistas, quitarse o modificar nuestras caretas, entregarnos a las aventuras de la vida, y estar muy alerta para no caer en inercias y actitudes que mantengan la química de nuestra mente y cuerpo a la baja.

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2 Comentarios

  1. Afrodita
    25 julio, 2017

    Todo ser humano, hasta en sus elecciones más disparatadas, y aún reprobables a la vista de algunos o muchos otros, lo que busca incansablemente es ser feliz. Sin embargo, incluso habiendo elegido de manera encomiable o decidido lo correcto, la felicidad no se alcanza o, para colmo, la decisión tomada con absoluta honestidad y en la creencia de que era buena parece volverse en contra.
    Entonces se lamenta de “¡Me equivoqué!”.
    Y me pregunto si esa percepción de desencuentro entre objetivo y resultado está condicionada por el carácter, o por el temperamento o por la personalidad.
    Me pregunto también si “me equivoqué” o “he acertado” no son error o acierto en términos absolutos sino que, en un no sé qué interferirse de los tres, ante unos mismos hechos y unos mismos resultados la apreciación la condiciona el que en cada momento esté llevando la voz cantante.
    Y cuál de los tres es el más sabio. Y cual el más díscolo.

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  2. loli
    27 julio, 2017

    Si el funcionamiento de nuestros sentidos es parcial, la percepción que nos proporciona también lo es.

    Y nuestro «libre albedrío», esa libertad de escoger entre varias alternativas va a estar condicionada en su resultado, por esa precariedad en el estado de nuestra evolución.

    Es posible que a lo que nosotros llamamos felicidad y a lo que realmente nos la proporciona, sean dos cosas totalmente diferentes.

    En principio diseñamos, de antemano, lo que nos va a hacer felices, y en ese diseño ya estamos predisponiendo el funcionamiento de nuestro organismos en determinadas direcciones, sobretodo el funcionamiento endocrino.

    Es posible que los miedos condicionan que hagamos poco uso de nuestra capacidad de ductilidad y flexibilidad en nuestras actitudes, y en nuestros deseos.

    Hacemos poco caso de la sospecha fundada de que nuestra capacidad sensitiva y sensorial aún está mediatizada y desarrollada de forma incompleta y desigual, nos planeamos un mapa de acción, con los trazos discontinuos y a veces confusos de la información que nos llega, y que también manipulamos, y diseñamos un «final feliz», pero muchas veces sin plantearnos posibles contratiempos en el camino.

    Con lo que nos solemos encontrar es con muchas frustraciones, pero con un vacío tremendo que parece indicarnos que falta «algo fundamental»….se produce la «depresión» en ese lugar vacío.

    Seguramente de lo que nos hemos olvidado en ese mapa de acción es de la experiencia, pero de la que impulsa, no de la que paraliza y bloquea.

    Y es que en el diseño previo de nuestra vida, en el planteamiento anticipativo de cómo queremos que sean las cosas, no tiene cabida lo único que se puede dar en esa acción: el aprendizaje impulsor de una experiencia.

    Porque desde un funcionamiento incompleto de nuestras capacidades, no podemos esperar conocer cuando nos equivocamos y cuando estamos en el camino correcto, la mayoría de las veces.

    Pero una actitud diferente ante la experiencia, que la mayoría de las veces nos alumbra la equivocación, quizás pueda ir disminuyendo el «vacío» del fracaso, y llenándolo con el descubrimiento de un aprendizaje….quizás….

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