Párrafo 15.7

15.7 «Un importante fenómeno se discute por esas épocas, se hacen miles de experiencias con resultados dispares y finalmente el estado de consciencia hipnótica es aceptado por la Ciencia, colocándolo en el rincón de las cosas raras. Y un hecho probado se sitúa entre la farsa y la autosugestión. Hoy casi todos los psiquiatras y los psicólogos lo consideran una realidad evidente. Parece algo extraordinario, pero se puede conseguir a través de un punto lumínico en el que centrar la atención, buscando una geografía que recorra reiteradamente ciertas geometrías. Hay procedimientos, como los pases magnéticos a través de la influencia de la energía externa, utilizando el ritmo de la palabra, que pueden hacer llegar al sujeto a un estado de entrega desde el que todo resulte convincente. Por medio de pequeños toques en determinados puntos energéticos o nerviosos que provocan relajación. Se puede hipnotizar simplemente a través de la combinación de elementos que haga crear una sugestión psicológica.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

En este cíclico retorno de la “caza de brujas”, a la que, según todos los indicios, volveremos a estar sometidos, se pretende perseguir y abolir todo aquello que escapa al control de la razón y de los cánones de una pretendida ciencia “oficial”. Aparentemente los poderes nos quieren condenar a vivir y a sentir al rígido dictado de los clásicos cinco sentidos, alambrando de espinos las autopistas de nuestra percepción, amordazando incluso los cielos para que solo podamos circular por túneles rigurosamente cartografiados, esterilizados, músicoambientados…

Es tradicional y al tiempo paradójico que ellos, los que nos vigilan con sus escopetas de caza telescópicas, no tengan el menor pudor en utilizar todo el arsenal a su alcance de recursos hipnóticos y canales extrasensoriales, los mismos que tan denodadamente persiguen: mensajes subliminales, invasión permanente e íntima de sutiles sugestiones visuales y sonoras, secuencias y ritmos que nos encarcelan sensorial y sensitivamente, seducciones a la carta, creación de angustias útiles, validación de iras homologables, violencias legitimadas, deseos superfluos, búsquedas estériles, apoteosis de logros banales…

Pretenden quedarse con el monopolio de lo extrasensorial para su uso exclusivo sobre nuestras cabezas.

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2 Comentarios

  1. Rafa
    18 diciembre, 2018

    El autor habla de que hay un estado de consciencia hipnótica. y para mi, la consciencia sigue siendo una caja de sorpresas.

    Que vivimos sugestionados permanentemente lo demuestra el hecho de los miedos colectivos en que estamos inmersos.

    Aunque aparentemos tranquilidad, vivimos con miedo a que nos echen del trabajo, a no tener suficiente dinero, a que nos roben o a que no nos quieran.

    Y el poder juega con esa sugestión en formatos publicitarios, de noticias por la TV, el Cine, por Internet, de manera consciente e inconsciente, por tierra, mar y aire.

    Pero tambien parece que estamos habitados por territorios, paisajes y lugares (geografías), desde los que se forman geometrías, y que desde ellas se puede centrar la atención con un punto lumínico o con toques en puntos energéticos que provocan relajación.

    Así que creo que no es dificil que nos autosugestionemos.

    Por lo que evidentemente en psiquiatría y psicología, se utilizan técnicas hipnóticas que mediante la autosugestión de un paciente se procura su curación a través de llegar a un episodio de su vida en el que se ha quedado anclado y mediante la citada autosugestión pueda superarlo.

    Pero dicen algunos expertos que estas técnicas aunque ayudan a la curación, no son del todo efectivas porque en muchos casos no se llega al origen del suceso que se quiere visualizar, o el individuo es refractario a la hipnosis.

    En cualquier caso creo que somos universos en nosotros mismos, y que acceder a episodios aislados, solo nos da indicio de las carencias sobre la verdadera posibilidad de nuestras capacidades.

    Y que como decía Garcia Lorca:

    Nuestros hilos van a las estrellas, porque tenemos alas que son de plata.

    Abrazo ya casi navideño

    Contestar
  2. Alicia
    21 diciembre, 2018

    Cuando era muy niña viví una experiencia que con el paso del tiempo entendí que no estaba siendo en realidad tan extraña.
    Vivía por entonces a temporadas con nosotros una hermana de mi padre, y dormíamos ella y yo en una habitación que (por cuestiones de organización doméstica) estaba dividida en dos espacios por medio de unas cortinas que pendían de una galería que cruzaba la habitación de pared a pared.
    Pero no estaba la galería rozando con el techo, que en esta casa los techos son bastante altos, sino que quedaba entre ambos un espacio que sería, no sé, calculo que como de un medio metro.
    Nos habíamos levantado aquella mañana y mi tía me estaba vistiendo y regañándome porque, mirando hacia arriba distraída, no atinaba yo a meter los brazos en las mangas del uniforme del colegio que ella se afanaba en colocarme.
    –¿Qué miras? – preguntó con cierta sequedad.
    –Que se va a caer – contesté.
    –¿Qué se va a caer?
    –Esa señora.
    –¿Qué señora? –un poco irritada la tía Felipa, que no era, por cierto, ni en absoluto dulce ni en exceso paciente.
    –La que está haciendo gimnasia encima de la galería.
    Una mujer muy joven, vestida de negro, guapa, con el pelo largo y ondulado peinado con raya en medio, que se tumbaba a lo largo de la galería, y hacía contorsiones y movimientos muy ágiles, muy graciosos, y se incorporaba y se sentaba y agitando las piernas giraba de manera que unas veces quedaba de espaldas y otras veces de cara.
    –No digas tontás. Encima de la galería no hay nadie.
    –Mírala –dije, perfectamente tranquila, pensando que la que andaba distraída era ella– al lado de la señora que cose sentada en una silla baja.
    Una mujer mayor, con moño, vestida ella también de negro, que cosía sentada en la silla que veía yo sin sobresalto ni extrañeza si bien, también es cierto, no se posaba sobre nada sólido sino que se mantenía en el aire, como flotando.
    Como ella insistía en no verlas dije “que venga mamá”; porque la tía Felipa podía equivocarse, pero, mi madre… Las madres saben verlo todo, las madres son todas listas, la tía Felipa podía estar tonta o engañándome o incluso no queriéndome ni yo importándole, pero, mi madre, mi madre que me quería y que jamás me mentiría…
    Pero mi madre tampoco las vio, o eso fue al menos lo que dijo y sostuvo pese a mis lágrimas y mis ruegos desesperados de “¡mamá, tú tienes que verlas”!
    Y es que entonces ya sí que me asusté. Pero aprendí una cosa; que, ante el riesgo de llevarme un berrinche horroroso y pasar cualquier otro mal rato como el que pasé entonces, lo que mejor resultado iba a darme era (y es, que así lo practico a día de hoy, tantísimos años después) no incurrir en la insensatez de pretender convencer a alguien de evidencia alguna, por más evidente que la evidencia sea.
    Podría (aunque no voy a hacerlo) arriesgarme a sospechar que algunas personas ven algunas evidencias pero que, igual que yo, entienden que para qué arriesgarse a llevarse un berrinche y pasar un mal rato y ponerse, además, en evidencia…

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