Párrafo 5.3
5.3 «Puede que el primer error esté en denominar código a algo interactivo sujeto a todas las leyes energéticas que indican que cualquier alteración vectorial cambia todas las líneas de fuerza. En la idea de código se esconde la diversidad de reglamentos que desarrollan una o varias leyes: se convierte en realidad en un mandato al que hay que sentirse sujeto. Este funcionamiento endogámico estaría contradiciendo una de las mayores realidades contrastadas a lo largo de la Historia: la necesidad de sociabilidad. Y parece que los próximos descubrimientos harán más transparente el segundo velo de Maya para que los hombres empiecen a entender que las leyes genéticas son polimórficas y conectan todos los seres, y que el hombre no está ni estará sometido sino participando de ellas».
COMENTARIO DE EL AVENTURERO
Lo primero antes de nada es definir qué es el código genético debido al mal uso generalizado de este término. Exactamente es la asignación entre cada tres bases nitrogenadas o tripletes del ARN mensajero (ARNm) y un aminoácido. Haciendo las permutaciones pertinentes entre las 4 bases nitrogenadas diferentes ordenadas de tres en tres, nos da 4³ = 64 tripletes o codones. Si partimos de 20 aminoácidos (aunque hay alguno más) las cuentas nos dicen que hay más de un codón que codifique para el mismo aminoácido, a esa propiedad se la conoce como “degeneración” del código genético. Un ejemplo sencillo que ilustra esto; el aminoácido cisteína está codificado por el codón UGC y UGU.
Una vez situados la pregunta que se plantea es: ¿pero realmente esto ocurre siempre así?
Poco a poco los avances en biología molecular han permitido descubrir numerosas excepciones que ilustran que el panorama es mucho más complejo. Un ejemplo, es la incorporación de un aminoácido que se llama selenocisteína (una modificación de la cisteína con selenio). Habitualmente el codón que codifica para ese aminoácido (UGA) lo que provoca es la parada en la lectura del mensajero y por tanto en la producción de la proteína, pero, si en la región no codificante del ARNm se encuentra una secuencia específica y en el citoplasma hay niveles suficientes de selenio, la interpretación cambia y en vez de parar, el mensaje se sigue traduciendo con la incorporación de un aminoácido poco frecuente pero muy importante para funciones de detoxificación celular. En otros casos, en función de la configuración secundaria del ARNm, es decir lazos y pliegues que adquiere la molécula, la lectura o no del mensaje también se ve alterada con respecto a la forma canónica. Más a menudo tras la detección de un error en el proceso de corte y empalme de secuencias codificantes (exones), un codón que no codifica típicamente para detención de la lectura, es interpretado como parada de lectura para impedir la síntesis de una proteína no funcional.
Como éstos, hay más casos pero difíciles de contar brevemente. Sin embargo las no pocas excepciones al código genético demuestran que en realidad no conocemos realmente el código y que no solo está contenido en la secuencia lineal que compone el mensaje si no en aspectos más polimórficos de toda la biología de los elementos que transportan, leen y traducen dicho mensaje. Quizás los biólogos hayan considerado algunas de estas situaciones como excepcionales porque raramente somos capaces de salir de nuestra rutina funcional. Si comparamos el funcionamiento génico-proteínico de un embrión con el de un adulto veremos diferencias abismales. Puede que nuestro estado adulto sea un embrión en sí mismo de nuestro potencial real y hasta que no nos acerquemos a esa situación nuestro código de funcionamiento estará amparado por la inercia funcional esperando un héroe que rompa los límites de autodefinición.
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6 Comentarios
Nuba
25 febrero, 2013Mi comentario es éste:
http://www.youtube.com/watch?v=DWkwcHUcLqU
por » las pausas imposibles».
(mejor que cada «gen aislado» leer el transcrito completo).
Bello dibujo!
Gracias, artista, admiro lo bien que traduces.
(me invento una mano femenina, o mejor, un trocito- X- de algún corazón)
Afrodita/Alicia
26 febrero, 2013Las enfermedades, no sé si todas, que mis conocimientos no alcanzan ni de lejos a tanto ni a muchísimo menos, se achacan a factores (o condicionantes) genéticos, en unos casos, y en otros a factores externos o la incidencia del ambiente.
En cualquier caso siempre parece la enfermedad algo ajeno a la voluntad del que la padece.
Se me ocurre preguntarme si la genética y el alma de las personas no se estarán “aliando” para mediante su concatenación encontrar, o buscar al menos, interrogantes — que no, quizás, respuestas — al para qué del existir y del afrontar retos que sin esa especie de ensamblaje no estarían al alcance de… ¿cómo llamarlo?, ¿”proceso evolutivo” o algo parecido?
Me estoy apoyando en la enfermedad para tratar de plasmar lo que mis palabras no aciertan a expresar, pero podría ser cualquier otro “mal” de los que nos aquejan y dificultan el instalarse en lo que desde la consciencia denominamos “felicidad”.
No sé si es que nuestra noción de qué es ser feliz precisa ser de algún modo amenazada para que nos cuestionemos si en realidad la felicidad “era eso” consistente en la ausencia de conflicto o de vulnerabilidad.
Dios mío, qué difícil es pasar a palabras tantas de las ideas desdibujadas que bullen en el pensamiento. Pero estoy intentándolo.
Tal vez, pienso, desde la adversidad alojada en nuestro interior surja, o se despierte, el revulsivo que vaya a dar pie o ser el detonante de un salto que no estaría al alcance del “yo esencial” — una forma de llamarlo que me invento porque no encuentro la que pueda ser acertada — tan distante y ajeno, en un principio, a la realidad que ha de afrontar desde una corporeidad que le resulta parecida a un disfraz en el que no termina de encontrarse cómodo.
Y, entonces, se da entre alma y cuerpo una especie de pacto similar a “tú me proporcionarás algo de lo que yo pueda servirme para mis fines, yo te proporcionaré el aprender a encarar aquello que te perturba e interfiere los fines tuyos”.
Y ahí me quedo, que para profundizar en qué quiero decir me perdería en un marasmo de consideraciones que no contribuirían en nada — y más bien embrollarían atisbos de intuiciones que ni siquiera sé si atisban algo o son, tan sólo, un desvariar sin rumbo — a mostrar a los otros qué, entre tantos “no saber cómo”, me pregunto.
LUZ
26 febrero, 2013Reflejo desde mi neurona de cómo sería un genoma, que no un código genético. Siento a la molécula del DNA como una estructura energéticamente trímera, con Ida, Pingala y Sushuma. Sushuma en su interior a modo de «esqueleto» con un gran poder energético solar- telúrico al mismo tiempo: fósforos y ribosas… Y flotando en agua nuclear…que no digo más… Sólo se traduce a proteínas, enzimas, hormonas peptídicas, neurotransmisores…una bajísima cantidad de toda su información, quizás y por eso, esta sea la molécula por excelencia, que con la gran información restante, respire mucho, mucho más en el plano astral y del plano mental.
…Porque en su funcionamiento básico, en el “código genético” que tenemos, deben participar en perfecta armonía, tres tipos de moléculas de RNAs diferentes, muchos enzimas, muchos tipos de proteínas, muchooos iones diferentes y más… bailando al son del comportamiento eléctrico de cada una de las células que nos forman, que es posible que sea el fundamento del comportamiento interactivo. De ahí, que no dependa de la química exclusivamente, si no de las emociones, de…de…,de… y de la capacidad de consciencia de cada humano.
Dedicado exclusivamente al autor por sus inspiraciones.
Me vibra Jalaluddin Rumi:
«Mi corazón abarca todas las formas,
contiene un prado para las gacelas
y un monasterio para los monjes cristianos.
Hay un templo para los idólatras
y un santuario para los peregrinos;
en él está la tabla de la Tora
y el Libro del Corán.
Yo sigo la religión del Amor
y voy por cualquier camino
por donde me lleve Su camello.
Ésta es la verdadera fe;
ésta es la verdadera religión.
¿Creéis que sé lo que hago,
que por un segundo, o incluso medio segundo,
sé qué versos saldrán de mi boca?
No soy más que una pluma en manos de un escritor,
¡no más que una pelota lanzada por un mazo!»
Luz
27 febrero, 2013Rectifico: este comportamiento energético de Shusuma estaría localizado en el exterior de la molécula y no en el interior de la molécula.
…Se me fue la olla con otra historia, juá
Perdones.
Nieva…el aire es limpio…¡ guay!..
Atila
26 febrero, 2013Y hablando con una persona que estuvo muy mal,me contaba que fue diagnosticada de esquizofrenia, para otros psiquiatras era una paranoica y ahora lo que se lleva es poner en el saco la vipolaporalidad.
Esta persona lleva una vida normal aunque con medicacion, y tiene una perceptibilidad para juzgar a los otros y una sensibilidad para captar como son los demás increíble.
– Desde luego en su cerebro no todo funciona bien pero ha sabido distinguir muy acertadamente lo que es hacer el bien o el mal.
Entonces yo me pregunto si uno puede manejar no digamos su lesión sino su desarreglo para vencer los genes con los que vino y poder ser una persona extraordinariamente buena, sensible y ponerse en lugar de los demás.
José
2 marzo, 2013En este apasionante párrafo, como en los anteriores referidos a la Biología, y que magistralmente Perez de Carrera los extrapola al Conocimiento, a la Filosofía, a la Vida. Párrafos complejos para comentarios simples pero que recogen siglos de conjeturas sobre el origen, sobre la Génesis. Para mi Perez de Carrera pone ante el espejo la transformación constante del hombre. Se que hablar del Código implica lo que se llama el Código Genético pero lo apasionante del párrafo es que aborda todos los Códigos, todas las Conductas y Perez de Carrera, para mi las libera.
Es claro que los biólogos han dado pasos para desvelar este asunto. Ellos han visto como se resucita lo que parece muerto en la naturaleza, en las entrañas del hombre. Como se transforma lo que parece evidente y permanente. Perez de Carrera ahora abre otra puerta, la de la sociabilidad, quita todos los corsés, abre todos los limites, interacciona todas las realidades, abre todos los cauces, libera…