Párrafo 10.6

10.6″Esta respetable teoría, iniciada y no completada por Jung, no tiene en cuenta que quizá el hombre posea resortes energéticos para sentir, soñar y escuchar su futuro, porque puede que el subconsciente colectivo tenga varios niveles, y uno de ellos, el que relaciona al hombre con su consciencia superior, esté recordando un camino individual espiritual y subjetivo, un mensaje repetido de millones de maneras hacia un objetivo común, allí donde acaba la frontera del tiempo».

10_6

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Conocer el futuro es uno de los grandes sueños de la humanidad. Quizá junto con el de la inmortalidad y el de la eterna juventud uno de los más repetidos y de los más buscados. Forman el argumento de innumerables cuentos, mitos y leyendas, el corazón de la trama de infinidad de novelas y películas. En ellas hemos retratado nuestras aspiraciones, ¿qué haríamos si estuviéramos en posesión de semejante poder?

Algunos ponen de manifiesto nuestro anhelo de justicia, como en la película Minority Report, donde la policía del futuro viaja al pasado para evitar los crímenes y detener a los delincuentes antes de que lo sean, sin duda haciendo uso de una idea de justicia bastante cuestionable. Otros utilizan en sus argumentos ese poder para fines más banales, como conquistar a la persona amada. En El día de la marmota el protagonista queda atrapado en un día que se repite sin cesar, de forma que acaba memorizando todo lo que va a ocurrir en él. Se anticipa a las necesidades de sus vecinos y esto le convierte en una persona adorable a los ojos de todos, incluidos los de la mujer de la que se ha enamorado de la que, por supuesto, también conoce de antemano cuáles son sus gustos y cuáles van a ser sus reacciones. Otro anhelo que se vivifica en las novelas y en los argumentos de las películas es el heroísmo. Existía una serie de televisión en la que el protagonista recibía en su domicilio cada día un periódico muy especial, con las noticias del día siguiente. En vez de pasar del asunto el joven periodista decidió hacer algo con ese poder: convertirse en un héroe. Dedicaba su vida a salvar autobuses escolares de horribles accidentes de tráfico. El último de los deseos no satisfechos en los argumentos de película es, por supuesto, el de enriquecerse. En una de las entregas de Regreso al Futuro uno de los protagonistas sustrae del futuro un “almanaque deportivo” para hacer apuestas en el presente.

Justicia, amor, heroísmo y poder, todos ellos entendidos de aquella manera. Si en vez de enseñarnos a leer novelas y ver películas nos enseñaran a leer nuestras propias reacciones y observar lo que pasa a continuación a nuestro alrededor nos daríamos cuenta de que buena parte de ese poder ya está en nuestras manos, pero no hacemos uso de él. Preferimos leerlo.
Cada vez existen más y más experimentos y estudios que demuestran la forma en que nuestro cuerpo se adelanta en sus reacciones a nuestro consciente. El ejemplo clásico es un juego de cartas donde a los participantes se les ha colocado unos sensores que miden la microsudoración de su piel. En estos experimentos, la epidermis parece reaccionar y de hecho reacciona ante una mala carta antes de que el individuo sepa siquiera que lo es. En otras ocasiones, el sistema límbico emite señales que hacen decantarse al individuo por una determinada fotografía de una cara. Esa fotografía, por supuesto, está trucada, pero el tipo no lo sabe. Luego le piden que argumente porqué ha elegido esa fotografía y no otra. El tipo se explica, dice que las señoras morenas le han gustado desde siempre más que las rubias, etc… Pero en realidad él, como todos los otros participantes en el experimento, de entre cientos de fotos ¡han elegido todos la misma! ¡La que tenía las pupilas dilatadas!

Nuestro consciente, “nosotros”, parecemos ir a remolque de nosotros mismos. Somos como un actor que se ha fundido con su máscara y no es consciente siquiera de llevarla: “La vida que tu sueñas no es tu vida; tu amor no es el amor con que tu amas: otra vida, otro amor, te están soñando sin que tú sepas nada” 1.

Recomendamos la lectura David Eagleman, Incognito, Barcelona, 2013
1. José Bergamín, La claridad desierta, Madrid, 1993
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9 Comentarios

  1. ¿10.6?
    3 enero, 2016

    A ver si me aclaro o es que estoy como que medio no sé cómo.
    Tengo dos ejemplares del libro, y he verificado en los dos por si por un porsiacaso uno estuviera con las páginas bailadas. Pero, no. Vamos, que aseguro que el texto no es del libro. Que me lo he repasado entero, punto por punto. Y este texto que figura como 10.6 no está en ninguna parte. Luego, leyendo el comentario, se me ocurre si es que también está trucado…
    En fin, que si ha sido un juego me ha gustado.
    Rompe un esquema, no es lo que esperas.
    Y el caso es que el texto verdadero también habla del futuro, y del tiempo y sus fronteras. Y de los millones de maneras de repetir un mensaje.
    Aventurero, di la verdad.
    ¿El comentario es para el texto verdadero o para el inventado?

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  2. ¿10.6?
    3 enero, 2016

    Y de las notas al pie, me he dejado los ojos y para la primera no soy capaz de encontrar el párrafo o la frase a la que hace referencia.

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  3. ¿10.6?
    3 enero, 2016

    ¿El propio texto, tal vez? ¿Es de David Eagleman?
    Pero busco el pdf de Incognito en internet y no encuentro que contenga ese texto.
    Me corroe la curiosidad.

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    • El Aventurero
      4 enero, 2016

      Efectivamente ha habido un malentendido con el texto, pero ya está subido el correcto, que corresponde al párrafo 10.6 de libro.
      Nos alegra mucho que os hayáis dado cuenta y que se genere diálogo, búsqueda y crítica!
      Respecto a David Eagleman, simplemente se recomienda su lectura.
      Feliz año a todos!

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  4. ¿10.6?
    3 enero, 2016

    En la página 12. Se lee lo de las fotos de las mujeres y las pupilas dilatadas. Parece un texto interesante.

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  5. anónimo
    4 enero, 2016

    La pupila se dilata ante la falta de luz, el músculo dilatador del iris que se irradia desde el centro del mismo hacia fuera, alrededor de la pupila, como los «radios de una rueda»…le tracciona hacia afuera…agrandando la pupila.

    En una rueda ¿no ocurre lo mismo con sus radios?….Párrafo 12.34 del doudécimo mensaje «La Noria de los Angeles» del libro: «la palabra sánscrita chakra se podría traducir como rueda…..»

    Me recuerda el comentario, a una de las primeras películas del director de cine Amenábar, cuando aún decía cosas interesantes, o parecía responder con más tino a su intuición: «Abre los ojos»….¡abre los ojos, abre los ojos!….era la voz que el protagonista escuchaba en los momentos más angustiosos.

    ¿Cuándo abrimos más los ojos, con la pupila dilatada, o contraída?.

    ¿Porqué se eligió a la mujer de la pupila dilatada?…Responde más, acaso, a la necesidad que tenemos de abrir nuestro espectro de consciencia.

    ¿Pueden ser el iris y los movimientos oculares, reflejos, o protagonistas activos, del movimiento de «rueda», de giros…de nuestros «chakras»……de sus proyecciones en nuestro funcionamiento glandular?.

    Abrir los ojos….¿es también romper esquemas?….¿aventurarnos a actuar ….sin luz cegadora….sin ver el fondo del túnel….sin pretensión de concer el destino de antemano?….

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  6. anónimo
    4 enero, 2016

    ¡Ah¡…..En la película a la que hacía antes referencia, cuando aparece esa «voz en off» que susurra al protagonista y le insta a «abrir los ojos», se deja insinuado..inferido…que llega del «futuro».

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  7. Encaje (sustantivo o de bolillos)
    6 enero, 2016

    Pensó que si lo mantenía por un tiempo que no sabía de antemano aventurarse a presumir cuánto ni de qué calidad — tampoco tenía por seguro que fuese propiamente una calidad lo que pudiera adornarlo, pero no se iba a detener ahora en el detalle que, ese no, imaginaba, tan pequeño, capacitado aun para algo tan… ¿alambicado?; no tampoco era exactamente alambicado pero consideró que como para un primer esbozo que a saber si prosperaba bien podía valer lo dejó, estar, “alambicado”, y sin reflexionar demasiado añadió “para la gratitud” — pudiera ser, sin dispersarse ni dejarse desviar de su propósito por nimiedades como las anteriormente expuestas, se sentiría halagado y, este sí, respondería prestándole ( aunque fuese a muy corto plazo y bajo unas condiciones que dudaba estar algún día en situación de poder satisfacer sin tener que sacrificar parte, si bien — consideró también y sin dejar de tener presente que si la suerte acompañaba , que por qué una suerte tan por de suyo inclinada a la ventura iba a negarse a acompañar, ¿verdad? —no tendría obligatoriamente que ser la más sustancial, del esfuerzo o, caso de que la suerte no alcanzara, hipotecar las joyas de la abuela) la estabilidad por la que desde tan antiguo venía suspirando.

    Y lo mantuvo, sí, precario en un principio —o en precario al principio, que a ella tanta precisión empezaba a aquellas alturas a darle un poco igual —pero notando cómo se iba de a pocos afianzando y empezando a mostrar un perfil prometedor. Y debió de ser que la reconfortante sensación la alentó, y que, aliviada, diese llevada de una incipiente felicidad y sin querer, sin pensar, un suspiro no como aquellos tan iguales, tan monótonos y casi cansinos, a los que estaba habituada desde tan antiguo sino nuevo, o distinto, o quizás más fuerte, o profundo, un suspiro que la sacudió con tal violencia que la hizo perder pie.

    “¡Desagradecido!”, le gritó mientras caía.
    Y cambió, sin inmutarse, de pie.

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  8. anónimo
    7 enero, 2016

    Es verdad….tomo nota….

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