Párrafo 12.20

12.20 «Hasta los catorce años la vida transcurre en el estudio, la observación y el acercamiento al compromiso para acercarse al rito iniciático de la adolescencia, es el fuego y la unción con la ceniza el elemento que representa aquí la intención del aspirante de mantener las tradiciones y ejercer la pureza».

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

En la Iglesia católica, se nos bautiza al poco de nacer, recibimos la comunión alrededor de los siete años y se nos confirma en torno a los catorce, completando con ello los tres sacramentos de la iniciación cristiana. No sucedía así en la Iglesia de los primeros siglos, ni sucede ahora en la Iglesia ortodoxa en la que el bautismo y la confirmación se reciben en la misma ceremonia y en la que la comunión puede impartirse desde que se es bautizado.

Las teologías y sacramentos cristianos se funden y se confunden con cosmogonías y misterios ancestrales y arraigados, de forma que las nuevas creencias recojan las antiguas y se ajusten con ellas. Y es así como debemos entender la confirmación, como un rito de iniciación a la vida adulta. Un rito de unción con aceite y de imposición de manos, reconociendo nuestra pertenencia a la comunidad de la Iglesia.

Desde ese momento, se nos considera preparados para cubrir nuestra frente con ceniza y comenzar la cuaresma. Hasta los catorce años cumplidos no hay obligación de guardar ayuno ni abstinencia.

En las sociedades modernas, la escolarización obligatoria transcurre entre los siete y los catorce años, en el tiempo comprendido entre el rito del agua y el rito del fuego. Un tiempo de iniciación y de aprendizaje concebido según los cánones modernos. Es decir, pragmático, funcional, carente de magia y de significado profundo.

Una iniciación que no inicia en el simbolismo de las cenizas, de aquello que queda después de una combustión, de una vida; de aquello que concentra la esencia de lo quemado y representa la renovación, las posibilidades de una nueva vida.

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4 Comentarios

  1. Mandrágora
    27 marzo, 2017

    Termina con dos valores: mantener las tradiciones y ejercer la pureza. ¿Y tiene algo que ver a cómo llegan a la adolescencia como tónica general? Entran en esa etapa retando a los padres con un continuo pulso para romper con lo establecido y buscar su propia identificación; hasta ahí, ley de vida. Sin embargo, parece que el mensaje no está bien cimentado en la mayor parte de los casos, generando enfrentamiento y preocupación alrededor cuando las dinámicas se optan destructivas. En otras épocas, cuando surgía la necesidad de indagar y de provocar nuevos escarceos, ¿mantenían los valores aprendidos? ¿No estaremos fallando los adultos cuando tan desdibujado tiene el púber dónde establecer la fricción y buscar su propio encuentro y dónde mantener intocables aquellos valores que dan forma y estabilidad, y de los cuales no conviene desasirse?

    Pareciera como si el alejamiento a todo lo que constituye rito religioso se hubiera llevado por delante no solo lo que de doctrinario y constreñido conlleva, sino lo que puede suponer un soporte que permite congraciarse con lo que de esencial reconoce cada uno; necesidad de mantener un código que facilita el basamento necesario para, desde ahí, buscar nuevas opciones donde sorprenderse y sentirse úncio.

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  2. Rafa
    30 marzo, 2017

    El fuego, elemento purificador, símbolo de la pureza (existe un bautismo de fuego, además del de agua).

    En contacto con el aire (movimiento, sentimientos), produce una combustión, cuyo símbolo vivo es la ceniza.

    El fuego y el aire, son elementos contrarios, pero también complementarios, como en el horóscopo por ejemplo, Sagitario (símbolo de fuego), y Géminis (símbolo de aire).

    El joven debe recoger la tradición, la trasmisión, la entrega (génetica), de la que ha sido objeto, que ha recibido, y con su propia combustión, con su fuego interior, con su compromiso, mantenerla en la pureza.

    Un abrazo

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  3. Beucis
    30 marzo, 2017

    La iglesia, todas las iglesias van recogiendo las grandes verdades eternas y presentes y las pulen, las aligeran y desechan. Añaden reflexiones, actualizaciones, medias verdades y mentiras con las que manipulan y ejercen poder para dirigir el substrato espiritual del hombre.
    Sacramentos,potencias,u del alma, virtudes… con todo ello hemos sido educados sin que se nos haya sido trasmitido que tienen de sagradas, de evolutivas, en que comprometen y nos hacen responsables tales enseñanzas.
    Actualmente, como dice el comentario del Aventurero, todo se desdibuja y casi ni culturalmente permanece. La memoria del agua, que recibimos con el bautismo,la purificación del fuego, con la imposición de la ceniza, en la confirmación. Los dos Juanes, Jano el guardián de las puertas el dios bifronte, el que mira el nacimiento y el que contempla la muerte. Eros y Tanatos, pasado y futuro y un presente inexistente que recorremos punteando,momento a momento y que nos conforma y confirma.
    Seremos h’eroes en la medida que nuestro compromiso, nuestra responsabilidad con nosotros y con los otros se confirme y seamos capaces de la generosidad en la redención de los demás , como enseña Shivatico, como enseña Jesus el Cristo

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  4. Loli
    1 abril, 2017

    “Adolescente”, parece que tiene que ver con crecer y desarrollarse, además de con “adolecer”.

    Sería el que está en proceso de “crecimiento”, quizás por eso la connotación de “dolerse” en el concepto.

    Se denomina, entonces “adulto”, al que ha completado el proceso de crecimiento.

    En una sociedad, donde se parte de la base de que, a partir de una etapa de la vida, hemos completado “nuestro desarrollo”, es decir, somos “adultos”, todos los parámetros, indicadores etc…, con lo que intentemos delimitar las fases de evolución del ser humano, estarán condicionadas.

    Y las condiciones las pone la propia sociedad.

    Así, se supone que una etapa de la vida estará superada, si se logra que la persona sea capaz, de solventar las crisis a la que la estructura social le someterá, lo cual no significa que, esa estructura social, tenga en cuenta que quizás el desarrollo del hombre está determinado por estructuras y raíces más profundas, donde, su relación social, puede que sea una proyección más de esa complejidad.

    De esta manera, se confunde, creo, los estereotipos prefijados por un modelo, como los logros que definirán el paso del niño a púber, y de éste a preadolescente, de éste a adolescente …a joven…a adulto….a anciano.

    Y llegamos a ancianos….preguntándonos ¿qué ha ocurrido?, y ¿cómo es que el tiempo ha pasado….sin que nos diésemos cuenta?.

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