Párrafo 17.26

17.26 «Es una propiedad elemental someterse al cautiverio del juicio eludiendo la responsabilidad. El hábito de hablarse contando reproches respecto a aquellas acciones que no encajan con el orden moral y el autorrelato de alabanzas que glorifican la conducta, no responden la a búsqueda sacra de la realidad suprema sino a la necesidad de justificación de los que pretenden librarse aplicando la ley de mendicantes.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Nuestros comportamientos nos delatan, o al menos delatan el estado de nuestro momento vital. Cómo nos relacionamos con los demás, qué actitud tomamos ante los imprevistos, evidencian el grado en que se encuentra nuestra capacidad de consciencia. Justificarse desde la excusa de la ignorancia, no parece ser solución real ante el hecho de la falta de compromiso, ya no con otros sino con uno mismo, y no parece que pueda existir la mentira o la ocultación ante nuestra propia realidad suprema, que es a quien se intuye que debemos rendir verdaderas cuentas de nuestras acciones, pensamientos u omisiones. No parece valer del todo actuar desde lo aparentemente correcto en base a normas de conducta establecidas desde una u otra concepción moral. No parece tener cabida el juicio, por lo tanto, de la actitud del otro si se nos muestra alejada de los preceptos consensuados por un colectivo cultural concreto, a veces inculto. La idea de responsabilidad es ineludible como actitud de búsqueda sagrada de la realidad suprema, dice el autor de este texto. Por lo tanto debería venir acompañada de conceptos que se alejen del juicio, del reproche, de la alabanza vana de uno mismo y de la justificación. Comprensión, generosidad, inocencia (entendida ésta como una forma de mirada determinada), humildad, entrega, trabajo y aventura, podrían estar inmersas en el concepto de responsabilidad, que no es otra cosa que asumir con valor las consecuencias de nuestras decisiones, las cuales siempre traerán una porción de éxito y de fracaso, nunca serán del todo justas ni injustas, ni del todo buenas ni malas, ni perfectas ni idóneas, sino movimientos necesarios para que la vida sea un camino hacia la libertad de uno, en favor también de la libertad del otro. Para esto es necesario crecer desde el encuentro, valorando la vida sin olvidar que hay algo absolutamente misterioso en ella que, para empezar, reside en el hecho mismo de desconocer el sagrado misterio de su origen y de su fin, en caso de que uno y otro concepto existieran por sí mismos.

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1 Comentario

  1. Beucis
    11 julio, 2020

    El ruido, el permanente parloteo con uno mismo, justificaciones, omisiones, nos desasosiegan constantemente. Abandonamos la calma necesaria, ese alto en el camino que nos va a permitir la reflexión, el decirnos a nosotros mismos ¿cuál es el objetivo de todo esto?, ¿a qué me lleva?, ¿voy a encontrar respuesta a mis anhelos más puros, más íntimos?

    Necesitamos llegar, intentar llegar a esa realidad más allá, que nos espera. Queremos alcanzar lo inalcanzable, queremos aprehender lo inaprehensible, descubrir nuevos universos que abren otros universos aún por nacer. No estamos hechos para quedarnos gozosos con una camisa de mendigo. Queremos ser héroes, héroes que llegan a dioses, dioses que quieren acercarse al que No tiene Nombre, al que no tiene Faz, al que tal vez sea imposible llegar. Pero queremos intentarlo, queremos borrar nuestros ruidos, nuestros soliloquios. Queremos encontrar nuestro dios en nosotros, dentro y fuera, nunca quietos, siempre caminantes.

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