Párrafo 4.14

4.14. «Todo idioma corporal, todo movimiento, está induciendo modificaciones en el esquema energético interno, pero ¿cuántos movimientos se hacen buscando el estereotipo, cuántos favorecen la depuración de la capacidad interna hacia la expansión de la consciencia?; la ortodoxia evolutiva (la heterodoxia convencional) define dos tipos de acciones idiomáticas corporales: una que está dedicada a proteger la actitud ignorante de la comodidad y la negación, y otra que está predicando miradas nuevas, pulsos de aventura, tactos de encuentro, que está renunciando a cómo estás para atisbar el resplandor de otra luz, el encuentro con el ser arropado por la fe en el amor».

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Todos tenemos alguna experiencia de cómo nuestros movimientos influyen en nuestro estado. Casi todos hemos bailado alguna vez y sabemos cómo el movimiento modifica nuestro ánimo. Por otro lado, bailamos sin necesidad de ningún aprendizaje concreto, porque la danza es energía, energía que nace en nuestro interior y se expresa expansivamente hacía todo nuestro cuerpo.

En la danza más elaborada, ya sea clásica, contemporánea o flamenco, se aprende una técnica que consiste en la transición de una postura a otra. Los puntos de partida serían posiciones fijas, preestablecidas, pero la aventura o el sello personal del que la ejecuta será el cómo y qué tiempos le conducen hacia la siguiente posición.

Eso que aparentemente tiene menos relevancia, sería la quintaesencia de nuestro idioma corporal personal. Todo bailarín sabe que dominar la técnica es importante, pero que el arte es otra cosa. El arte requiere romper la barrera de lo que se cree saber para aventurarse hacia terrenos ignorados. Exige, en cierto modo, renunciar a la técnica para percibir que, por mucho que repitamos un movimiento, el movimiento siempre será distinto. Porque no existe lo igual, porque el tiempo y el espacio nunca son los mismos. Los bailarines derviches lo saben, en su permanente búsqueda de la diferencia en movimientos aparentemente iguales.

En esa búsqueda de los límites del movimiento, el artista se encuentra con un infinito difícilmente comprensible. Si se quiere con Dios, como dijo el director de orquesta Riccardo Muti en su discurso de agradecimiento después de que se le reconociera como “Músico del Año”, por el American Musical (http://www.youtube.com/watch?v=xhZct1H4bxI).

Aquí llegaríamos a los dos conceptos que plantea el texto: partimos de situaciones aprendidas y conocidas para buscar esos momentos mágicos de aventura en los que nada está resuelto y todo queda en manos de esos “pulsos de energía, de esos encuentros fugaces con el resplandor de otra luz”.

El bailarín debería ser como el electrón en su particular danza alrededor de su núcleo, con su propio ritmo y manifestando su peculiar esencia. Si no, su danza ya no se expresaría como arte y su movimiento no nos produciría ningún asombro, no nos llamaría a encuentros insólitos o a aventuras en nuestro interior.

La danza, como la poesía o como cualquier otra manifestación artística, no requiere de la narración, sólo necesita alternar movimiento y pausa y eliminar barreras entre lo de dentro y lo de fuera. Su ideal podría ser que, partiendo del movimiento, un cuerpo aparentemente denso y pesado consiguiera proyectarse hasta el infinito con líneas de energía o puntos de encuentro perfectos con otras líneas que ni siquiera podemos sospechar. Llegar a fundir nuestro ritmo binario con otro ritmo casi sagrado, un púlsar de la vida en movimiento. Y eso sólo es posible “desde la fe en el amor”.

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10 Comentarios

  1. Diodoro
    29 octubre, 2012

    Bravo Aventurero/s/as, por fin te has/os habeis decidido a meter caña temporal a este blog que se va eternizando en el tiempo. ¡Eres humano, o al menos te jubilaras como todos!
    El cuerpo es tan capaz de cargarse en su expresividad con los mismos movimientos repetidos de una educación vana y adocenada, que cambiar todos los dias o recuperar una expresión liberada y nueva. Justamente es cada nueva acción corporal recuperando la libertad, reimplantando posiciones la que te puede liberar de aquellas fijaciones. Y yo creo que todo eso es necesario para poder llegar a enconrtrar la expresión del amor y transferirlo.

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  2. Afrodita
    29 octubre, 2012

    El movimiento, es algo tan normal. Todo lo que tiene vida se mueve, incluso los caracoles aun en su lentitud. O las hojas de los árboles, en esos días calmos en los que se dice al mirar por la ventana “no se mueve ni una hoja”. Y creciendo; cualquier animal o planta va ocupando más espacio a medida que crece, luego ese espacio de afuera que se ve tan paulatinamente invadido “sabe” que eso que está ahí se mueve y lo… distorsiona.
    La cotidianidad está toda llena de movimientos no quizá intencionados pero sí consentidos; aceptados sin cuestionarlos porque son necesarios para la simple subsistencia. Hay que llevar la mano a la boca para comer, por ejemplo, aunque sólo en el caso de los humanos. El resto de los animales come llevando su boca (o pico) a la comida. Excepto los elefantes, a lo mejor, que me figuro que comerán con la trompa.
    Hay también movimientos inocuos, que se ejecutan sin intención de hacerlos pero tampoco se aplica voluntad en evitarlos; son prescindibles pero tampoco pasa nada porque estén, y se los deja permanecer y repetirse.
    Otros movimientos no son en sí propiamente voluntarios, y muchas personas si se imaginaran observadas mientras los ejecutan se sentirían humilladas; pero se transige con ejecutarlos, como ineludibles, aun a sabiendas de que se vivirá siempre con la vergüenza, el peso de la culpa, del “pude no hacerlo” (porque puede no hacerse y comprobado, por extraño que parezca), aunque justificándolo, escudándose, en que ha sido como mal colateral e inexcusable para la realización de cualquiera de tantos actos — innobles y groseros, y grotescos, por más que a veces (muchas veces) se los disfrace de poesía — a que los humanos, tan orgullosos por otra parte de vuestra libertad, estáis, como los galeotes de la antigüedad, amarrados al duro banco…
    Hay otros movimientos que, esos ya sí, bajo una apariencia a la que a simple vista no hay nada que objetar son decididamente perversos y dañinos. Se pueden ejecutar en público y nadie reparará en ellos; quien nos vea hacerlos no se sorprenderá ni se sentirá agredido ni ofendido ni encontrará que estamos haciendo algo raro; si alguien nos viera sonrojarnos y preguntara por qué se quedaría pasmado si le dijéramos que por ese movimiento tan… Y, “¡pero si no es nada!”.
    Pero lo es. Y mucho.
    Son esos movimientos que si se cede a la tentación de realizarlos nos estarán abocando a la derrota y al fracaso; y tirarán por tierra quién sabe si todo lo conseguido a lo largo de un proceso y de un trabajo que puede en ocasiones llegar a sentirse agotador o insufrible. Un trabajo hecho a base de quietud, de estar alerta a no mover ni un músculo que, por una contracción de más o de menos, por insignificante que sea, puede estar (y lo está, y bien dispuesto y con frecuencia) abriendo la puerta a toda una cohorte de demonios o algo muy parecido.
    Los demonios no es que vayan a renunciar a su presa así como así; pero tendrán que buscarse otras mañas y otras vías.

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  3. Icono-Plasta
    30 octubre, 2012

    Ay Afro-Dita, pues sí. Yo conocí a un Santón (llamado), inmóvil en una cama durante más de 40 años por paraplejia derivada que todo lo vivido en sus primeros pocos años de enormes movilidades lo trasformó en pura sapiencia vital. Recoger lo vivido en movimiento para archivarlo, pulirlo y devolverlo aplicado desde la inmovilidad sobrevenida. Tal Cual. Ya se sabe lo que le pasó mismamente al SIDHARTA GAUTAMA, después de tanto cachondeo vital se puso a concentrarse, no en él, sino en lo otro arrimado al todo. Hasta que se encontró. A veces, el movimiento es dispersivo si su praxis no se embotella y se la hace fermentar.

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  4. Luz
    1 noviembre, 2012

    Bailan dos cuatros en uno.
    …Receptividad…y ¡sorprise!
    …Una disposición especular, según el grado de polarización de la luz…o del chirrío de una voz…o del movimiento del pulgar…o de la caída de los párpados…
    135+531=666…dentro de un resplandor de Luna Creciente, el deseo creciente de dejar atrás la supervivencia, lo simple; un estado con multiplicidad de estados.
    Rayarse en lo mismo, no es quietud y atrapar el momento, no es serenidad: arrancan el pétalo del no …pulsos, matices…enredados entre desengaños…
    234+432=666 …busca la oportunidad de cambio; establece diferencias; mide proporciones… cuenta, transmite hasta el mundo que no se siente.
    …El agua es transparente, el barro la embarra, da peso… Paso, se fue…
    Ley de compensaciones, de proporciones, de encuentros; ritmo que cambia lo pétreo y que pare multiplicidad, plasticidad, sonrisas…y cuando es innato, inherente y…constante: 246+642=888 en el resplandor del Sol del día que más calienta… a no ser que de tanto ir a la fuente, el alma de cántaro, la fe … Dos besos…

    http://www.youtube.com/watch?v=ZkJpzTNeaZQ…. Y esto sí que es música y baile…

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  5. Manolo
    3 noviembre, 2012

    Si nos paramos a pensarlo, muchos de nuestros movimientos y posturas son muy comunes a los de quienes nos rodean. Quizás por mimetismo o, como dice el autor, porque “se hacen buscando el estereotipo”. Ese estereotipo colectivo que nos hace sentirnos que estamos dentro de “lo normal”. Deduzco, además, de las palabras del autor, que estos movimientos serían los que él tipifica después como los dedicados a “la actitud ignorante de la comodidad y la negación”.

    ¿Quiere eso decir que los movimientos que favorecen “la depuración de la capacidad interna hacia la expansión de la consciencia” deberían, en principio, encontrarse dentro de aquellos que se salen de lo normal, de los que vemos habitualmente a nuestro alrededor? No creo, por otra parte, que sea cuestión de forzarnos a generar movimientos extraños, así por que sí. Sospecho que los tiros irían por dónde señala El Aventurero en su comentario (magnífico, por cierto), pero aplicados a la vida cotidiana, como también apunta Afrodita en su comentario (que también comparto).

    Imagino que se trataría de huir de los movimientos repetidos mecánicamente para intentar encontrar nuestro propio punto de “vivencia artística”. Evitar, por ejemplo, ese modo de caminar acelerado, de quien tiene prisa, para sustituirlo por otro en el que puedas disfrutarte en tu propio ritmo, en tu modo de contemplar tu entorno. Quizás, en el fondo se trate de estar en cada momento de tu vida de un modo menos “maquinal” y autómata, y más atento a percibir las novedades que nos puedan surgir de dentro o que nos lleguen de fuera. De vivir atentos a los pequeños descubrimientos que nos vaya desvelando la realidad que desconocemos, la que tapamos con nuestras rutinas diarias.

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    • Luz
      3 noviembre, 2012

      Eso tiene una explicación. En el cerebro, y recientemente encontradas, existen grupos de neuronas que espejan cualquier pauta de comportamiento. De echo se ha concluido, que esa es la base del aprendizaje y de la evolución humana…Es el aprendizaje por la imitación, por la mímesis…como en los niños y en los animales…
      ¿Pero hasta que punto un cerebro humano tiene la responsabilidad de ir más allá de esa mímesis?
      Porque para mí, seguir esa pauta de comportamiento, es la idea de la pura supervivencia…
      Creo, que ahí está la gran diferencia que construyó a los hombres sabios de los monos astutos… Algo que es reversible, desde la ortodoxia, e irreversible desde otras sabidurías, e incluso, desde la neurobiología…
      Hay otras sutilidades, otras realidades, otras percepciones, otros pulsos…otras vivencias… que son las que dicen, transforman…y que alejan de la imitación, que se acercan al impulso del descubrimiento… Eso solo es capaz de hacerlo…mi taliesin; gente grande…
      Que soberbia encubierta tienes, Manolo, Ozú….

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  6. Luz
    3 noviembre, 2012

    De echo , me falta una h…mi analógico…

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  7. José
    3 noviembre, 2012

    Quizás cuando el movimiento expresa amor es cuando hay unidad entre el alma y el cuerpo. La espontaneidad, aunque nos remite a veces actuaciones equivocas, es probablemente ese acto de comunión. Hermann Hesse nos insinua una espontaneidad que unifica, a traves de la limpieza de la intención, a nuestras dos entidades . En el Zohar se habla de la copulacion y la iluminación de nuevos seres. Esa unidad nos libera, nos unifica en el amor.

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    • Luz
      3 noviembre, 2012

      …la diferencia que construyó a los monos astutos, en vez de a los hombres sabios
      Me he expresado mal, perdón.

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