Párrafo 10.9

10.9 «En las antiguas tradiciones mistéricas en las que se contempla la existencia de un cuerpo sutil, una estructura energética que habita en el templo físico, se habla del hombre como una entidad trinitaria flanqueada por cuatro puertas, como cuatro faroles o caminos luminosos que comunican y unen con el mundo exterior, y en cada de uno de estos siete cruces del hombre con el tiempo estarían colgadas como racimos de diamantes siete páginas del libro de los juramentos, del libro de la vida. Esto no es un sueño ni un mito, ni siquiera una realidad, es una esencialidad al alcance de cualquier consciencia que descubra los instrumentos adecuados para profundizar en el camino de lo espiritual».

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COMENTARIO DE EL AVENTURERO

La mística siempre ha planteado como postulado fundamental la unicidad de la energía sutil con lo físico, generando así un todo que rompe con las fronteras y limitaciones de lo tangible y que podría unir cada individualidad física con el resto del cosmos. Esta unión ocurriría a través de puentes, de caminos, que superan nuestra concepción actual de causalidad y que por lo tanto, reducen el tejido espacio temporal a una mera ilusión emergente desde las profundidades de lo unitario.

Las artes mayores han sido y son, las herramientas que se han utilizado como puente entre estos dos mundos, viniendo a establecer una comunicación entre la esencialidad y la superficialidad, entre el ser y el estado, entre lo sutil y lo físico. Nos ayudan a descubrir cada uno de los cruces donde las vivencias del recorrido vital de cada uno están escritas en el libro de la vida. Siete páginas en cada uno de los siete cruces. Pareciera que uno ha de leer las 49 respuestas a su propia aventura para así alcanzar un estado donde la consciencia pierde su significado y la Ley tome las riendas.

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4 Comentarios

  1. Mi corazón y el mar
    24 enero, 2016

    Como los peces se habían ido a los bocadillos del sermón de la montaña ya estábamos solos mi corazón y el mar comiéndonos, nerviosos y bastante cohibidos, las respectivas uñas y buscando ― él a su manera y yo a mi modo ― por entre las conchas de coquinas verdinegras arrastradas en su batir cansino hasta la orilla, un tema del que hablar o en torno al que, caso de no encontrarlo o de no haberlas, guardar algún silencio que no fuese a la larga, muy larga de nudos en la garganta espera, avergonzarnos el haber elegido conservar, salvar, hurtar a la extrañeza.

    Parpadeó y, uno pequeño, rezagado, de escamas opalinas que pensamos había seguido la partida de su raza, le dio irritado en su extremo casi-nada-ser un coletazo que lo hizo, desatendiendo los latidos de éste, estremecerse en toda la profundidad de sus ignotas simas que, arrojando en un profuso vomitar de espumas laceradas no perlas sino sapos y culebrillas angostas y errabundas y sin nácar, lo dejó como inerme o estrambótico y, al que en mí por alentar se denodase, apenas con arrestos para sin enajenación de su obturado acuerdo de ser hasta su fin latido mío, cantarle, sin pudor ni estertor, un bolero o las cuarenta o la gallina de pico romo y como al sesgo en crípticos requiebros o cumplidos, completos, saturados, de rodares de ruedas de molinos que giran y se agostan y se espantan y horadan el insomne estrangular de mil vinilos.

    Latió al fin, y pestañeó en su arrastrar su desganado ritmo el mío herido ya por un rayo escondido, de azul, que se escurrió estafado, aullando en el instante agudo del cuclillo, inmolador, innombrable, atenazado, clavando en sus palmas las agujas de cientos de pequeños amorcillos de nadas, de estampidas, de galopar en alto de estandartes, de escindidos azares de holocaustos, como fines, como estráticos amaneceres de amantes que se esquivan, como arranques ralos de flores secas al borde de senderos que desvían la recta sinuosidad de lo oprimido y, en el fondo, atardeceres a la espera, espesa, decorada de bruñidos acordes de fragmentos de otros tantos dislocándose y dejando, en su decrepitar, la carne en vivo retrato, escorzo, bosquejo desteñido de oblongas, amoratadas madreselvas o hinojos o rododendros o escotillas; como llamas que lamen y que matan a los muertos que escarban en sus vidas de agosto, ya sin brotes, sin hijos que mecer en cunas sin orígenes, ni cuentos que contarles ― al amor o al olvido que se infiltran o expanden ― de oleajes de calostros manando de sus pechos y sus manos que hacen trizas los restos calcinados de octavillas consignando que, ayer, cuando despiertes, será el día.

    Guárdate de mí; le musito a mi oído.

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  2. Mandrágora
    25 enero, 2016

    En este texto nos dicen que «es una esencialidad al alcance de cualquier consciencia que descubra los instrumentos adecuados para profundizar en el camino de lo espiritual», pero cabe preguntarse, ¿cuándo se tiene constancia de que los instrumentos utilizados son los adecuados? ¿Cuándo se sabe la llegada a buen puerto, siempre se percibe? Y el trabajo ¿cuándo queda sellado? Es obvio que el ahondamiento y profundización en lo energético no puede confirmarse desde un planteamiento racional, queda la posibilidad de adentrarse en lo trinitario, y yo diría que acompañado de una entrega, de una fe, para recoger esa luz que nos pueda confirmar que es el camino; sin la correspondiente predisposición y humildad, difícil es captar los matices que nos puedan facilitar su encuentro. Aun así, me pregunto: ¿qué estado se necesitaría para constatar que las páginas del libro que nos cita el autor se están abriendo, o no? ¿Hace falta vivir en la situación idónea, llevado al terreno de juego, para cerciorarnos de que ya está instalado y, por tanto, incorporado?, es decir, sorprenderte a ti mismo de lo que ya eres y antes no sabías. Es repetido que percepción y capacidad son caminos que transcurren a veces en paralelo, o en claro alejamiento, o en líneas convergentes, donde no siempre se tiene conocimiento ni se participa de ello: es diferente lo que uno se cree capaz a lo que realmente se es capaz y, a la inversa, de lo que uno cree no ser capaz y realmente sí serlo. ¿Dónde se está?

    La entrada en el mundo sutil, que nos habla, no puede hacerse desde un planteamiento binario, pero al desconocer las leyes que ordenan el camino hacia la esencialidad del ser humano, ¿qué validez le queda a la apreciación? ¿Sirve de algo? ¿Se puede llegar a tener constancia de un trabajo bien colmatado o simplemente siguen siendo valoraciones fruto del empeño en perpetuar el concepto causa-efecto?

    Me queda la intuición de si será en el momento del tránsito cuando realmente se abra ante sí tu propio libro de la vida o lo que la Biblia nombra como el Juicio Final.

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  3. anónimo
    26 enero, 2016

    «Estando hoy suplicando a Nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa que decir ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré para comenzar con algún fundamento; que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante u muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, ansí como en el Cielo hay muchas moradas.

    Que, si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice El tiene sus deleites. Pues ¿qué os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad, y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, ansí como pueden llegar a considerar a Dios, pues El mesmo dice que nos crió a su imagen y semejanza. Pues, si esto es como lo es, no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo, porque, puesto que hay diferencia de él a Dios que del Criador a la criatura, pues es criatura, basta decir Su Majestad que es hecha a su imagen para que podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima…..»

    «Pues consideremos que este castillo tiene, como he dicho muchas moradas: unas en lo alto, otras en bajo, otras a los lados, y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma».

    «Moradas primeras, capítulo primero de la Moradas Castillo Interior de Santa Teresa de Jesús».

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  4. Agua y Lobos
    28 enero, 2016

    las músicas para este mensaje intentan expresar lo que sentí al leerlo

    https://www.youtube.com/watch?v=gj0Xl_dEhcs

    y los lobos

    https://www.youtube.com/watch?v=bdbJ1gXqv0M

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