Párrafo 11.14

11.14 «Buscan la inocencia los políticos vocacionales, los ansiosos, los cotidianos, los hipnotizados, los hipotéticos, los represivos, los acomodados, los montaraces, los funcionarios cerebrales, los fatigados patológicos, los eficaces convencidos, los que pretenden ser objetivos y neutrales y en general todos los que alimentan las grandes epidemias que aquejan a la Humanidad».

COMENTARIO DEL AVENTURERO

El individuo moderno parece haber perdido, a lo largo del proceso educativo, toda su capacidad para la inocencia, toda su disposición para darse cuenta de otras cosas que no sean las enumeradas en los suplementos dominicales de los periódicos, y que convencionalmente constituyen el mundo real.

El hombre anónimo parece compartir una misma condición con los seres neutrales que pueblan el Limbo de Dante, «los desgraciados, que nunca vivieron», los que «no pecaron», cuya existencia transcurrió «sin gloria y sin infamia». Ellos son los seres neutrales, cuyo estado de ánimo es análogo a la inercia y apatía interior de los habitantes del mundo moderno, que viven igualmente una vida no esencial, sin esperanza de regeneración.

En algún momento de la historia reciente parece haberse producido una ruptura en el pensamiento entre el conocimiento afectivo-sensual y la razón, de modo que ser y pensar dejan de formar un todo. ¿Era inevitable que se convirtieran los sentidos en simples instrumentos, sin vida propia, sin permitirles libertad?

Pero, ¿cómo despertar a la incandescencia del mundo, cómo hacer de los sentidos verdaderas fuentes de vida, cómo romper “la marmita intelectual”? Este parece uno de los grandes problemas a los que se enfrenta el hombre de hoy.

Es limitado el pensamiento frente a las preguntas esenciales, e inepto para hacer del hombre un ser pleno. Como medio de conocimiento, la razón es limitada.

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4 Comentarios

  1. Alicia
    4 septiembre, 2016

    Un detalle de quizás poca importancia, pero que me ha venido a la cabeza a la vista del texto y del comentario, aunque tal vez la conexión entre lo leído y el pensamiento suscitado no sea ni medio lógica.
    Me gusta escuchar en la radio o ver en la televisión programas con tertulias de economía y de política. En ellos, los participantes, cada cual de su signo, defienden sus posturas con argumentos que parecen (y que lo serán) cargados de honestidad y denunciando las trampas y mentiras que gobernantes y opositores se intercambian.
    Y me parece bien.
    Pero, de repente y como parte no separada de la conversación que estén manteniendo, el conductor del programa introduce – de forma bien traída, eso sí, que para eso está la profesionalidad – que para digerir las malísimas informaciones recibidas es necesario “¿verdad, Fulanito o Fulanita?”, dice, a cualquiera de los tertulianos que indefectiblemente asiente, tomar Gastroplus.
    O que, como vivimos en un mundo muy hostil y los que nos gobiernan quieren robarnos (que no es que no sea verdad) los conductores deben adquirir no sé qué aparato buenísimo que cuesta 200 euros, pero a las primeras cincuenta personas que llamen en la siguiente media hora al teléfono que aparece en pantalla se lo envían a mitad de precio.
    Tiene su gracia, porque como el anuncio es cada día si no llegas a tiempo te esperas a mañana.
    Pero, que es a lo que voy. A renglón seguido el programa sigue con sus debates y sus argumentaciones de apariencia honesta.
    ¿Qué credibilidad se puede conceder, en ese marco, a todo cuanto puedan decir y opinar los que opinan y dicen?
    Pero así es el mundo y así lo vivimos sin rechistar ni que nos chirríe.

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  2. Alicia
    9 septiembre, 2016

    Me quedo, ahora sí, releyendo con atención el texto y se me ocurre, sólo por jugar, preguntarme a cuál, o a cuáles, o al menos (y por no hilar tan fino, que me entra vértigo) a cuántos de los grupos enumerados estaré perteneciendo; y no puedo (o no sé o no quiero) contestarme porque, ya digo, me entra vértigo.
    Se me ocurre también preguntarme, sólo por jugar (insisto), si conoceré (“estaré conociendo” quiero decir) a alguien que no pertenezca a ninguno de los grupos; y no puedo (o no sé o no quiero) contestarme para, al menos, poder estar segura de no pertenecer, al menos, al (en mi opinión más detestable de todos) de los que pretenden ser objetivos y neutrales.
    Se me ocurre también preguntarme (no repetiré que sólo por jugar, que se me hace muy cansino) qué se contestarían los otros, cada uno de los que estaré conociendo y de los que conoceré o no conoceré jamás, a cada una de las dos preguntas.
    Y me doy cuenta que mejor no sigo jugando. Que tengo a veces ocurrencias muy… Iba a decir “deprimentes” pero voy a dejarlo (y conste que ya no estoy jugando) en “cabronas”.

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  3. Mandrágora
    10 septiembre, 2016

    Salir de la manida rueda de la inocencia-culpa sería tanto como quedarse libre de los juicios de valor, sabedores de que en ocasiones se nos condenará; estar en pos de la flexibilidad suficiente como para poder moldear de nuevo actuaciones erradas, una vez detectadas y con capacidad de aprender; respetarse, tolerarse y permanecer lo suficientemente cerca de uno mismo como para que se atienda a lo que se debe, no a lo que se espera de nosotros. Todo un engranaje latente que permita poder salir de los prototipos alimentados y fácilmente clasificables. Ahí estamos.

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  4. Loli
    11 septiembre, 2016

    Estar más cerca de nosotros mismos…..escuchar el sonido de nuestro «silencio», ese que parece conectarnos con la realidad de nuestro estado…..sin aspavientos…sin juicios ni rechazos….sin que reneguemos de él.

    Discernir los «cantos de sirena» que nos llaman desde todo aquello que queremos seguir aparentando, al menos en lo que parece haber sido más exitoso en la relación con el entorno, en lo que parece crece más el ego….a lo parece también que hace la vida «más fácil».

    Ulises hubo de atarse a un mástil de su barco, y vendarse los ojos…..era un héroe y tomó precauciones…a pesar de ello, no le resultó sencillo sustraerse a los susurros hermosos que prometían éxito y una vida cómoda-acomodada a lo que se le exigía, si renunciaba a su destino.

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