Párrafo 16.24

«16.24 ¿Qué pretendían aquellos obcecados primitivos? Desde una aparente inocencia infantil, requerían la música de la tríada para calmar batallas de la vida y obtener un estado desde el que se mira la eternidad antes de la separación inevitada del cuerpo físico. Cabe señalar que nadie se consideró jamás primitivo, quizá nadie lo haya sido jamás.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

El mundo, lo que llamamos la realidad, las cosas, las respiraciones de los otros, sus miradas, las huellas que han dejado a lo largo de siglos y milenios, los rastros de sus presencias, los infinitos sedimentos de la vida, son espejos vivos que nos están hablando permanentemente, que nos están intentando transmitir que este empeño en dar por sabida y requetesabida y reiterativa y reincidente nuestra percepción del transcurrir de los acontecimientos, e incluso las ideas que tenemos del propio concepto de transcurrir o del propio concepto de acontecimiento, son pacatas, mezquinas, ridículamente rígidas, problemáticas y pretenciosas, basadas en pequeñas y temerosas convenciones antinómicas que todos sabemos en el fondo que son perfectamente provisionales, para ir tirando mal que bien, pero que siempre queremos proclamar perennes y universales, pobres de nosotros.

Las cosas, todas, nos están hablando de la eternidad. Pero hay que preparar los oídos con las músicas de las tríadas para escucharlas. Y quizá uno de los requisitos para que vuelva a sonar sea recuperar aquella primitiva y aparente inocencia infantil.

Y no está muy fácil la cosa, porque ni siquiera, con todo lo que creemos que sabemos en la actualidad, somos capaces de admitir que somos primitivos.

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2 Comentarios

  1. Beucis
    12 diciembre, 2019

    Nuestra vida transcurre entre el nacer y el morir, entre Eros y Tánatos, Amor y A-mor. Y en ese estado, en ese presente inexistente convocamos al ritmo, a la música para saber qué es la eternidad antes de dar el paso definitivo que nos desprenda del ser físico.

    No. No somos primitivos. Tampoco inocentes. Nacer y morir son un misterio insondable, y hay que redimir para que nos rediman, por eso se nos habla de «…borrar los rastros de las tragedias pasadas y futuras…». Por eso nos asombra la osadía, la locura paranoica de los que deciden sobre el nacer y sobre el morir, sobre lo que ocurre antes de la vida y después de la muerte, sobre todo lo positivo y negativo que nos lastra al llegar y sobre las deudas saldadas al despedirnos; sobre si hemos hecho nuestro el «cabalgar cada radio que conduce al Sol», y si hemos asumido la lección de Shiva el Destructor, el que traga los pecados del mundo. Por eso no debemos ser inocentes, sí responsables.

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  2. Rafa
    18 diciembre, 2019

    La Trinidad desde sus formas primigenias, Padre, Madre e Hijo, ha permitido el descubrimiento del otro lado al hombre desde muy antiguo .

    Y esto ha facilitado que el ser humano siempre se encuentre a la misma distancia de si mismo, aunque ha habido hombres que durante el periodo de su vida hayan recorrido ese camino, antes y ahora, han sido muy pocos

    Pero, tienen la misma fuerza como arte, las pinturas de Altamira y el Cristo de Velazquez, quizá porque el hombre nunca ha sido primitivo.

    O quizá tambien porque como se dice en este libro,

    «Las estrellas puede que sean el polvo de un hombre antiguo»

    Un abrazo

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