Párrafo 17.9

17.9 «En apariencia, mientras haya algún tipo de cárcel donde purgar las penas y salir redimido, la culpabilidad no parece en principio un mal invento. Aún así siempre son más los inocentes, tienen características similares, pero ellos son legión. Este sentimiento teóricamente pende de la balanza moral del bien. Por tanto está socialmente muy considerado y sumarse a él es poco comprometido. La inocencia es una actitud consensuada que libera al hombre de cualquier compromiso, y a ella se adhieren los que realizan actos o pensamientos no intencionados y hasta los que parten de un desconocimiento o consciencia imprecisa de la realidad.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

La ignorancia exime, la justificación libera, la inocencia se defiende, el bueno nunca hizo nada… por nadie. Una palabra me parece clave dentro del planteamiento de este breve párrafo, prólogo a la carta “la cárcel de los miedos”; es la palabra compromiso. En esta palabra se encuentran inmersos varios conceptos interesantes: la voluntad de ir hacia algo o en una dirección, junto a alguien o algo en esa dirección, y el algo mismo, que es la cosa en sí, el mensaje.

Si asumiéramos la vida como un acuerdo tácito consensuado con uno mismo, y por ende con todas las circunstancias por las que atravesamos o en ocasiones nos atraviesan… si entendiéramos la vida como una sucesión de vínculos, de interrelaciones buscadas, pues son consecuencia de aquella promesa, de aquel compromiso primero que es el nacer, ¿cabría acaso ubicarnos o identificarnos con alguno de los conceptos planteados al principio de esta reflexión?. No sabemos realmente cuál es el alcance real de una acción; no llegamos a conocer sus causas, pero sin embargo emitimos juicios de valor y conclusiones que nos conducen a posicionar a los demás, o a aquel otro que ubicamos más allá de nuestra frontera de identidad, en un espacio de inocencia o culpa, por supuesto con respecto a nuestro grado mayor o menor de sufrimiento alrededor de un hecho.

¿Tan lejos está el otro de nosotros mismos? ¿Tan nosotros mismos somos sin el otro, sin su referencia, o de distinta forma, podemos ser en esencia las relaciones que creamos y lo que éstas nos descubren de nosotros mismos? Si la responsabilidad es la capacidad de responder ante un hecho, en tanto que uno adquiere mayor libertad, ¿no se debería crecer también en conciencia de responsabilidad? Pero quizá cabria revisar también el concepto de libertad; cabe pensar que nuestra sociedad tiende a la idea de: a mayor libertad, menor compromiso. Soy más libre en tanto que debo preocuparme u ocuparme de menos cosas/personas y por lo tanto tengo más tiempo para mí. Nos conducen a una libertad fingida donde, aparentemente comunicados, estamos solos y “libres” ante una realidad virtual, donde nuestras acciones son asimismo virtuales y nos eximen de toda vivencia, de toda participación, de todo encuentro.
Compromiso, responsabilidad, libertad. ¿Pueden estos conceptos atisbarse si quiera, aislados del resto de la humanidad? Movimiento, acción, impulso; aunque en el andar te caigas o tropieces con otro, aprenderás que puedes levantarte. Si por actuar dañas, asunto inevitable pues toda acción tiene consecuencias en varias direcciones, podrás observarlas si miras más allá de tu objetivo. Si te impulsas a pesar del temor ante el fracaso, si te ríes del miedo, si afrontas la muerte inevitable que existe en cada punto del camino, quizá morir y amar sean la misma cosa: eterna, infinita e inapresable aquí y allá, dentro y fuera del tiempo.

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2 Comentarios

  1. Beucis
    9 marzo, 2020

    Los que se creen inocentes porque desconocen la realidad y porque no quieren conocerla; porque no saben y porque no es esa su intención; porque vagan como sonámbulos por un mundo dormido sin ganas de despertar. Despertar no es cómodo, supone asumir la responsabilidad y es preferible ser una bella durmiente en un bosque y castillo inamovible, que duerme sin conciencia del bien y del mal, sin implicarse en nada, con la tersura sin arrugas de las máscaras atemporales.

    Pero en todos los cuentos existe, por fortuna, hadas malas, incómodas, que sacuden, despiertan y aguijonean; abejas que persiguen a IO; diosas que llenan de trabajos redentores a Psyché; príncipes que harán despertar al reino y a la princesa dormida.

    Y no resulta cómodo, no, adquirir responsabilidad, y echarla sobre los hombros es difícil; pero nos da ese mordiente necesario para eludir la estúpida tristeza del culpable y la borrosa bobaliconería del inocente. Somos responsable y caminamos. El valor ayudará a vencer el miedo inevitable y la ignorancia se ensanchará más, abriendo fronteras al conocimiento.

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  2. Panacea
    9 marzo, 2020

    Podríamos decir que la madre de todas las batallas está en el miedo, finamente inculcado desde nuestros primeros pasos. Es el temor a toda acción mal hecha y, por tanto, recriminada. En eso consiste la educación. Vamos aprendiendo a discernir qué se espera de nosotros y en qué se nos va a censurar, y para ser bueno hay que corregir desde el principio lo que está mal. El error y la equivocación tienen su precio y hay que penarlo para no volver a reiterar. Existe el castigo.

    Un aprendizaje desapegado de lo que está mal no genera carga sino que puede servir de mayor coraje e impulso. No cabría sentimiento de culpa porque no habría postulado inicial marcado por un conductismo apriorista, y no tendría por qué haber miedo por no tener una valoración previa cada acto que hacemos.

    La ausencia de sufrimiento por no moverse en una permanente contaminación expuesta al juicio, abriría las puertas a otro código de conducta donde la rectificación y el aprendizaje serían el maridaje idóneo para ahuyentar tanto demonio sembrado para hacer del hombre un ser débil y desprotegido dispuesto a dominar.

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