Párrafo 20.20

20.20 «La vida es una feliz obligación responsable. Un viejo maestro decía al joven discípulo que su maestro le contó que a su maestro le había dicho el suyo… que hace tres millones de años, antes de que el primer pranayama alentara la vida del hombre en la Tierra, sobre las aguas ya flotaba el arca que guardaba los secretos de la evolución, la felicidad y la supraconsciencia. Algún tiempo después, o quizá en aquel momento, el discípulo vio el arca que seguía navegando por las rutas etéreas.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

¿Quién no se ha hecho alguna vez en su vida aquella pregunta de “y para qué yo, para qué estoy”? No parece fácil buscar la respuesta a esa pregunta solos, quizá no sea siquiera posible, pues la soledad como concepto en sí, con poco que uno afine los sentidos y el entendimiento, sabrá que no existe en la naturaleza, como no existen el silencio ni la absoluta oscuridad. Una vez me contaron que un maestro aficionado al flamenco le preguntó a una joven discípula, también aficionada a dicho arte, cuál era su palo favorito. Ella dijo que la soleá… Ah, la soleá —contestó el maestro— la soleá es estar uno con su propio sol. Entiendo que te guste la soleá…

Desde la tiniebla es difícil vislumbrar que existe la luz tras la bruma; qué oportuna la voz del maestro para alentar esa fe hacia la felicidad de descubrir que uno también puede ver, allá en el horizonte, lo que acá en la cercanía acogotada, ese ser que se cree solo, no es capaz de ver.

Camina, dice el maestro, ve, ten voluntad aunque sea a ciegas, evoluciona, y verás tú lo que yo veo. Y una chispa feliz se prende en el pecho del avezado aventurero, ciego o medio ciego. Y ¿qué verá cuando se acerque a ese su propio sol? No es difícil pensar que, convertido en estrella, verá lo que su propia estrella alcance a iluminar… o, ¿acaso el sol puede cegarse a sí mismo?

Estando en el ahora, mirar hacia el futuro, ir a su encuentro. El futuro está tan lejos como la mirada del otro, no hay más que alzar la vista y dejarse fascinar. Si hay niebla, dejar que se disipe y si se encuentra, disiparla por soleares, con un compás de doce sincopado. Y respirar el aire, pues en las gotas de rocío evaporado, pepitas de oro viejo surcan sus olas transparentes. ¿Acaso no ves que todo está ya dado, dispuesto y preparado? Date cuenta de que en esta obligación feliz y responsable, un maestro te lleva, si le dejas, a tu horizonte iluminado. ¿Aún no lo has encontrado? ¿Y a qué esperas ahí parado? ¡Sal a buscarte! ¡Sal a buscarlo! Y si lo tienes, no hay más que aventurarse a hacer con Arte lo que ya sabes.

Feliz encuentro. Luz al horizonte. Verás lo que ya es. Serás oráculo.

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3 Comentarios

  1. Rafa
    10 marzo, 2022

    En un momento en que a los viejos ya no les dejan ser maestros ( ha habido pocos en la historia ) y los jóvenes no son discípulos y sin que los maestros de nuestros maestros nos lo hayan transmitido, es dificil saber lo que es la felicidad, la obligación o la responsabilidad y mucho menos la vida.

    Vamos a empezar por la obligación, pues la felicidad parece ser una consecuencia, que no un derecho.

    La obligación es una exigencia establecida por uno mismo (pues si viene impuesta, la obligación sería la de escapar de la exigencia), como digo, establecida como gratitud y correspondencia a unos beneficios recibidos, pero para darnos cuenta de cuales son esos beneficios, antes debemos pasar de un estado a otro, variar de conducta de actitud o de propósito.

    Es decir evolucionar, mantener un proceso dinámico y continuo de cambio permanente, pasando por estados que en ocasiones aparentan retrocesos.

    Porque hay que tener mucha imaginación para entender que hemos evolucionado hasta el estado en que nos encontramos en este momento.

    Pero entonces es cuando entra en juego la responsabilidad, que nace de la fé y la confianza en esa capacidad intangible que nos dirige, fuente de inspiracion que actua por nosotros, como un impulso que nos guia.

    Eso que el autor nos cuenta que daba aliento a la vida del hombre y estaba escrito antes de que respirara y que flotaba sobre las aguas guardado en un arca.

    Lo que nos mueve emocionalmente, lo que Jung llamó supraconsciencia.

    Lo que dirige nuestros pulmones sin que nosotros hagamos nada para querer respirar.

    Así que supongo yo, que la felicidad tiene que ver con la aceptación de esa parte de la vida que no se vé.

    Un abrazo

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  2. Loli
    12 marzo, 2022

    Quizás la alumna a la que alude Aventurero se sintiera contenta con su “soleá”… después de un trabajo para llegar ella.

    Trabajo donde, quizás también, la ilusión y el riesgo …. van de la mano.

    Atención como consecuencia de una ilusión, algo derivado de una fuente de luz, algún centelleo con tintes de realidad, fogonazo, sin embargo, para las distintas máscaras de personalidad que muestran su incapacidad para distorsionarlo.

    Intención que desde las sombras oscuras que proyectan los disfraces, es continuamente torpedeada para que no pueda borrar los engañosos perfiles de estos últimos.

    Intención que entraña riesgo.

    El riesgo de la duda… y la aventura frente a ella.

    Si nos plegamos a las caretas de la personalidad-ego, haremos, seguramente, cosas que profundamente no queremos.

    No habrá ilusión ni riesgo verdaderos.

    El “lugar de confort”, desde el que nos instalamos y dejamos pasar la vida, el mundo, encontrará en nosotros mil argumentos para justificarse.

    Pero también guarda en sus rincones … la deuda, el malestar …. El no “estar bien”.

    El “estado” necesario, buscará, quizás, su vocación de “transitoriedad”, pedirá movimiento …, si éste no se produce, estaremos en deuda con nosotros y con los que consideramos, por ello, de-más.

    La “soleá” ilumina a la alumna, pero, seguramente, antes, se aventuró con ilusión y riesgo ….en las brumas.

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  3. Alicia
    23 abril, 2022

    La célula ¿Pueden caber en esa cosita tan diminuta todas esas verdades que buscamos y no acertamos a encontrar teniéndolas tan cerca?
    La soledad ¿Se puede estar a solas, en silencio, dentro de algo tan hablador, tan que no calla, aunque no la acertemos a entender?
    A mí me parece que la soledad es una bendición de los dioses, que a veces cometemos la torpeza de no valorar.

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