Párrafo 4.27

4.27 «Ahí empieza la senda de la pureza, cuando se destruyen los obstáculos de odio y negación, cuando la corteza prefrontal no busca la recompensa o el castigo, porque sólo hay dos alternativas, el camino hacia la evolución y la pureza o la pasividad de la locura y el aburrimiento».

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Si pensamos en profundidad cuál es el motor de nuestras acciones, podemos llegar a la conclusión de que claramente lo que nos mueve es la búsqueda de resultados que consideramos que nos convienen.
Yendo más allá uno puede plantearse cuál sería un motor más deseable y responder que tal vez, un impulso más deseable para actuar, sea la acción en sí misma, la acción de explorar el mundo. Una acción en la que hay expectativas pero resultados desconocidos y que da fruto a un tipo de experiencia más profunda.

Sin embargo estamos sumergidos en un modelo social que se ha empeñado de forma contundente en crear una realidad conocida y acotada, donde sólo hay patrones de actuación, recompensas o castigos, cielo e infierno eternos.

Y normalmente ocurre que actuamos buscando una recompensa, o un castigo para redimirnos. Actuamos en base a patrones aprendidos que en otras ocasiones nos han servido, recurrimos al archivo de nuestra memoria y tratamos de reproducir los mismos pasos… y así, estamos perpetuando series de pensamientos-movimientos, de causas-efectos, para producir una cadena de resultados, previamente planificados y programados. Repetimos los mismos esquemas continuamente. Pero sabemos, por experiencia, que las cosas nunca se repiten aunque nos empeñemos en lo contrario, es decir, algo falla en esta programación vital.

El más cercano paradigma, tal vez el que mejor se entiende en el proyecto de superación, o en el intento de ello, de este pegajoso encantamiento de la repetición en que nos tiene atrapados, en un estado de pseudohipnotización, el modelo social, sea el mágico baile de los derviches. En él, el bailarín -cada uno de ellos- pretende que cada giro que realiza sobre si mismo sea absolutamente idéntico al anterior. En este intento lo repetitivo, en principio, adquiere su máxima expresión, sin embargo, en cada giro aparece, si bien casi de manera inadvertida, una sutil desigualdad, una mínima diferencia que llega traducida por un impulso evolutivo que la mayoría de las veces proviene de eso que, genéricamente, llamamos inconsciente y que invita a aproximarse, un paso más, a la frontera de la consciencia.
Un hipotético espectador de los giros de los derviches puede llegar a percibir el mismo fenómeno de captación: la sutil diferenciación que rompe el encanto hipnótico de la repetición.
De manera similar otro vivo ejemplo de percepción del impulso evolutivo más allá de la repetición programada, nos lo da la actividad del intérprete actoral. En cada representación el actor se enfrenta, a través de su personaje, a una situación idéntica a otros anteriores, de tal modo que todos los impulsos que conciernen a la intención, a la voz, a los gestos y al movimiento, han de ser repetidos en cada ocasión de manera idéntica. Sin embargo, dicha repetición es en realidad una simple apariencia y por encima de ella surge inevitablemente la diferencia: la voz, la intención, los gestos y el movimiento, sometidos al hecho de actuar para un público distinto, a la influencia del distinto estado de ánimo de los otros actores y del suyo propio y a otras circunstancias, se convierten en hechos sutilmente diferenciadores que provienen de sensaciones que pasan del inconsciente a la percepción consciente. Esa es la inspiración, la base del hecho creativo.
En general, toda situación creativa, artística tiende a desprogramar el encanto de la repetición. Sería, pues, deseable tender a comportarse, en cada ocasión de la vida con temperamento artístico. Como un derviche o como un actor. Evitaríamos así el aburrimiento, caminando firmes hacia la frontera de la consciencia.

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3 Comentarios

  1. Ari guari-guari popoó. Mushuringá
    3 febrero, 2013

    Nada más cierto que lo que dicen autor y comentadores, aventurados o no. Y el que quiera oír que oiga. Distorsiona pues el comentario, interesado, del aventurero/as sobre el cumplimiento del paradigma por los actores de oficio o beneficio. Porque muchos de tales no entran en el rollo descripto, sino que lo simulan, y por lo tanto nunca salen de su cascarón. Nos está hablando de actores difíciles de encontrar en la generalización, pero haberlos hailos. El verdadero actor es un palpitante vivenciador que cada día incorpora algo nuevo, se transforma como ser y luego interpreta de otra forma porque ha conocido profundamente otra faceta del personaje, o ha creído que es posible que la tenga.
    Así, que el hombre/mujer que ha perdido los cierres de su apertura en un proceso esclarecedor incorpora cada dia una mejor aleación con el mundo y personas que comparte, e incluso más allá, con las que imagina o vislumbra en el vasto mundo.
    Vamos, digo yo, que ya me gustaría.

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  2. Luz
    5 febrero, 2013

    Buscaba siempre en su mirada, un gesto donde leer la aprobación o la desaprobación de cada movimiento. ¡Vale!, eso, era jugar con la premonición o la conclusión del «me cae» o de «lo he echo bien».
    Un remarcar lo bueno y lo malo; lo que está bien o lo que está mal… como lo estipula una sociedad o una religión.
    Claro, pero su rostro se mantenía impasible, haciendo que mi mente, encontrara la respuesta… Colocar la mente para dejar caer la sensación….ni buena, ni mala…ni blanca, ni negra, ni roja; ni amarilla… sino la descarga que más acompañara al hilo de la vivencia, al hilo del recuerdo, al hilo de lo propio, al hilo de lo ajeno, al hilo de… de…de
    era no dormirse entre laureles… en un mundo de aburrimiento, cómodo y endogámico que dora el hierro con un baño galvánico.
    …Y así, hasta conseguir ver, su rueda de chocolate, brillando en el índigo más perfecto, más intenso, más sagrado…Ahí, quizás, pendiera la máxima actitud armónica del pensar puro e impersonal, donde todo está de piel pá afuera, alejado del mundo de las ideas, intereses y sentires.
    …¡Jólin, es que es un texto más bonito que los otros!; a lo mejor, derrotar asuras es como cazar gamusinos por la noche en un campo de Castilla, por ejemplo.

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  3. Afrodita/Alicia
    6 febrero, 2013

    Que nuestras acciones no se adecúen a un patrón aceptado y consensuado social o intelectualmente crea la intranquilidad de si las tales acciones serán comprendidas o por lo menos toleradas.
    Ocurre también, y resulta paradójico, que todo lo que trata de ser clon de un modelo presenta algún fallo, alguna alteración que lo hace diferente de aquel, que moverá al observador a torcer el gesto, contrariado, y musitar “no está bien” o, a otro observador con criterios distintos, congratularse de “mira, mejor que el original”.
    Pero, ¿el actor? — con “actor” estoy queriendo decir el que ejecuta la acción, la que sea, y en cualquiera de los terrenos de la expresión —, ¿qué se supone que ha de sentir o cómo se supone que ha de encarar su fracaso o su éxito?
    Si se ciñe al patrón para juzgarse es posible que en todo caso se sienta frustrado, tanto si su creación es aplaudida como si es denostada; y si se juzga obviando el patrón se sentirá inseguro no sabiendo si su autocrítica (tanto si es favorable como si es adversa) se fundamenta en un impulso innovador, y honesto, salido de la voluntad — que no de la intención, bastante menos huidiza pero también más engañosa, que lo llevó a “haz esto” — o, por el contrario, en la vanidad, en el orgullo de haber roto el molde.
    Luego el tiempo pasa, y la Historia juzga, pero… ¿Hila la Historia tan fino como para trasmitir y dar fe de que “aquello distinto” lleva la impronta del creador y no la del vanidoso, o soberbio, o sencillamente mal imitador?
    Y de cualquier modo vamos a saltar de la cama cada día, o a levantarnos renqueando y con los pies a rastras, y vamos a empezar a vivir sin tiempo de ensayar ni de cuidar de que los actos de hoy sean idénticos o diferentes de los de ayer. Y no vamos a poder apreciar ni distinguir, desde tan demasiado cerca como nos tenemos (cada cual de sí mismo), si estamos evolucionando o enloqueciendo.
    Y puede incluso que, si nos decimos “evoluciono” estemos enloqueciendo. Y al revés.

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