Párrafo 7.15

7.15 «Renunciar a la memoria pasiva abre la mente al uso de todo el fruto de la experiencia, convocando las capacidades a lo más profundo de la realidad, el mundo exterior. ¿Se podría eliminar la memoria pasiva? El primer paso debiera intentarse evitando que lo que ahora está pasando pase a formar parte de la historia inconclusa de la memoria consciente secuencial. Para conseguirlo hay varios preceptos a cumplir; primero, no sufrir por lo inevitable, segundo, no justificar la pereza, y tercero, no inventarse la memoria de las personas y elementos que intervienen en las secuencias rítmicas del tiempo».

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COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Lo primero que cabría matizar sobre este párrafo es el concepto de memoria pasiva: se entiende la memoria pasiva en este contexto como la acumulación de vivencias personales individuales, no asimiladas por la consciencia, que traban o dificultan el desarrollo evolutivo de cada ser humano. No debemos confundirlo, por tanto, con el concepto de memoria genética de la humanidad, que es en gran medida común en todos los seres humanos. Y hago esta reflexión ligando cada tipo de memoria a uno de estos dos conceptos: renuncia y redención. El primero se puede ejercer desde la voluntad o la intencionalidad consciente. El segundo, sin embargo, nos viene dado, o dicho de otro modo, se ejercerá sobre nosotros o a través de nosotros para toda la humanidad, si el trabajo del primero se lleva a cabo. Por lo tanto, si uno no se puede redimir a sí mismo, sí puede –y entiendo tiene la obligación– despejar el camino obstruido, asumiendo la inexperiencia que lo provocó, y debiera tratar de evitar apresar como recuerdo recurrente y comparativo lo que consideró como “bien vivido”. Y en este inventar y desinventar experiencias, las más de ellas inexperiencias, o incluso supuestos éxitos, petrificamos una identidad diminuta propia y en los demás, a los que diseñamos las más de las veces a imagen y semejanza de nuestros propios fantasmas. Pero la renuncia, lejos de lo que pudiera parecer, no es un concepto, o así lo intuyo, estático y tranquilo, o inactivo, sino todo lo contrario. Exige entrega, esfuerzo, trabajo, valor… No se puede huir de nadie ni de nada, y mucho menos de uno mismo. “Trabajar y mirar hacia el misterio, limpiar las memorias, Ania… Eso es ser místico.” (A. Chéjov)

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4 Comentarios

  1. Afrodita
    20 julio, 2014

    Me quedo mirando el texto, lo leo y releo tratando de valorar, de dar (en algo parecido a una escala numerada) un orden de prioridad o de relevancia (en mi sentir) para los mensajes contenidos en las frases que más me impactan.
    Se me viene entonces a la cabeza la imagen de un cuadro que he visto alguna vez; el martirio de un santo, pero no recuerdo el nombre. Pienso San Bartolomé, o san Esteban, pero los busco en internet y no veo flechas. Decido escribir en el buscador “martirio de” (sin nombre) y ahí sale, martirio de san Sebastián.
    Pues algo así he sentido frente al texto con la única diferencia de que, así como en el cuadro unas flechas impactan en el cuerpo de la víctima y otras no, a mí se me han clavado todos los mensajes, como dardos, sin que acierte a discernir cuál se ha clavado en punto más vital o cuál me duele más.
    Renuncio así pues a la escala numerada y decido, acribillada viva, proceder sin orden y entendiendo que para terminar así me podía haber evitado la disquisición anterior; pero ya que está, y considerando que quienes lean estas líneas sabrán perdonar (o no) mi gusto casi enfermizo por el teclear, la dejo estar.
    Y como lo del orden se me ha ido al garete empiezo por lo de “no inventarse la memoria de las personas”, que está casi al final.
    Todos los que vivimos, y por más vueltas que le demos a nuestras vidas y a las ajenas, y por más que mareemos distintas perdices con diferentes y hasta a veces por completo dispares criterios o estados de ánimo, lo que queremos es no sufrir ¿Verdad?
    En la medida en que la memoria (pasiva y no pasiva, que no sé la verdad si se distinguir la línea divisoria, y que a lo mejor es muy evidente, pero yo no sé, o si quizás lo estuviese sabiendo —que no creo —no me doy cuenta) y los recuerdos propios, con todo lo manipulados y tergiversados que puedan estar por nosotros mismos, nos estén dañando, a nosotros mismos, podremos ejercer con error o con acierto la influencia que nuestra voluntad o intencionalidad determinen ¿Pero cómo encarar lo que percibimos, o imaginamos, que está sufriendo otro por causa de lo que suponemos — siempre barajando datos incompletos y sesgados — que está siendo su memoria y sus recuerdos?
    Nadie somos una isla, ¿no?
    Pues si nadie somos una isla nadie puede ser feliz sabiendo que el sufrimiento existe y que otros lo padecen. Si bien también entra en juego el hecho de que lo que para uno puede ser “padecimiento” para otro (habiendo como puede haber tantos paliativos que uno tal vez ni contempla) puede estar no siéndolo, o no tanto al menos.
    ¿Cómo solucionar el cómo se siente uno ante eso?
    Y lo mismo resulta que en el fondo todo es egoísmo, una especie de petición imaginaria que se hiciera a… ¿Dios? pidiéndole “no me des nada, pero que todo lo que vive sea feliz y no sufra agresión ni daño; y lo estaré teniendo todo”.
    Una fantasía, ya digo.
    Y, como fantasía, irrealizable.

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  2. Nuba
    25 julio, 2014

    Más allá de nominar a las memorias, pues creo que todas las verdaderas son una fuente de aprendizaje, recursos, conocimiento y por tanto agua esencial en la que somos y vivimos, entiendo que lo que se denomina aquí memoria pasiva tiene que ver con el tiempo que debemos soltar, dejar ir, bajar las persianas del aprendizaje concluido; bello, feo, catastrófico, maravilloso… nos dijo algo, lo asumimos o no, pero ya no forma parte del futuro.
    Me enseña aquí el autor esa metáfora para decirme algo mucho mas valioso, ese consejo eterno de que no contribuyamos a ennegrecer con nuestra no acción o nuestra acción precipitada la memoria de los otros entre la tierra y el cielo! que es por donde nos movemos.

    Alguien podría discutirme que es imposible no herir al otro porque somos imperfectos, no manchar el camino por donde vamos. Quizás lo fuera si lo tomáramos como un absoluto. Pero nada lo es. Sin embargo es fundamental usar las memorias activas para que lo aprendido empiece a dar fruto ya.
    Se nos dan algunas pistas. La primera tiene tela marinera! «no sufrir por lo
    inevitable»
    Nos duele inmensamente lo inevitable y lo inevitable es para mí lo que ya sucedió irreversiblemente.
    Creo que hay muy pocas cosas irreversibles en el aire, pero demasiadas cosas rotas que no vamos a tener tiempo de enmendar.

    Sufro siempre de la misma dolencia, desde que nací. Sufro por la impotencia de no poder evitar lo evitable mientras lo fue, lo es o lo será.
    Me encuentro a veces preguntando a los dioses de qué me vale conocer algunas trayectorias si no voy a poder desviarlas.. y sin embargo, algunas sí que se desvían, otras no.
    ¿y qué argumentos me dan estas palabras?

    (dice Él)

    – eso consume la necesaria para volver a levantar la mirada y oler y respirar el horizonte, donde están esperando esas cosas que tenemos que hacer para nosotros y por «losotros», nosotros otra vez.

    No se hacerlo. No se, pero no renuncio, y a veces he aprendido a renunciar, depende a qué. ( es cuestión de valor y de valer y somos pequeños)

    ….. Esta mañana me llamaron los pájaros para que oliera el aire
    Y los dioses me han regalado una niebla suavita ,- será porque es Santiaguito el patrón de mi pueblo- y SantAna quiere llamarme con su campana y no estaré allí pero la oigo.

    Os dejo unas letrillas que me mandó una luna llena de julio con mis deseos de que reguéis de paz vuestro descanso y el de los vuestros.

    Hasta los espejismos
    tienen sombras de nube
    el vuelo de la arena
    con que se cubren

    Cuando llega la luna
    como esta noche
    las nubes son su espejo
    su risa esconden

    Y cuando el sol se marcha
    hasta mañana
    Granadas nubes flotan
    en púrpuras miradas

    Agua de nube
    Aire que en ella canta
    Fuego en el centro mismo
    Riega mi alma

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  3. Rafa
    26 julio, 2014

    Buenos días Nuba-Inés.

    Alegría de encontrarte a través de tu comentario, y de que los pájaros te llamen para oler el aire de la Extremadura.

    Una vez hablando con el autor del libro, le pregunté que se podía hacer cuando existen situaciones que no podemos evitar directamente , (hambrunas, guerras, desastres naturales), y él me contestó que en esos momentos, siempre se puede hacer algo, rezar, (aunque habría que interpretar ese rezo).

    El primer paso que expone el artículo que habría que dar para eliminar la memoria pasiva ( intentar evitando que lo que ahora pasa forme parte de la historia inconclusa de la memoria consciente secuencial), nos dice que todos los momentos por los que pasamos, debieran ser concluidos, redondos, intentar llevarlos fuera del tiempo, de la secuencia, y como con-secuencia, ninguna de nuestras acciones debiera ser evitada, sino bien interpretada.

    Cuando somos niños y sufrimos por el juguete que se ha roto, no entendemos el proceso por el que hemos pasado para que esto sucediera.

    Quizá no debieramos sufrir por lo inevitable, pero tampocon por lo evitable, sino simplemente ser vigilantes (argonautas), de nuestro propios procesos internos (memorias), para acabar limpiando las que nos lastran, y convertir en aventura este tinglado, que hemos dado en llamar vida.

    Un abrazo

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  4. mariana
    27 julio, 2014

    Quizás se pueda desde un estado nuevo, naciente y con-fiado, volver a esas playas donde no supimos evitar las quemaduras del sol, ni la sed, y poder ahora, con los dedos separados, transformar la memoria siendo agua en el mar, brisa en el aire, grano de arena, luz en el día y paz en la noche.

    Un abrazo.

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