Párrafo 7.19
7.19 «Amores, deseos y pasiones fanáticas, quedan atrapados por el fuego de Uriel, que calienta el alabastro para quebrar los cristales que sellan la primera puerta».
COMENTARIO DE EL AVENTURERO
El alabastro es el material con el que se fabricaban los vasos canopos y los sarcófagos. Un material relacionado con la muerte, como este texto, o como los textos anteriores y los que le siguen.
Cuenta John Milton, en su Paraíso Perdido, que este solo tenía una puerta, que miraba a oriente, y estaba vigilada por Gabriel, el caudillo de los guardias angelicales. Esta puerta era una roca de alabastro, que se alzaba hasta las nubes y que a larga distancia se descubría, accesible del lado de la tierra por medio de una subida que conducía a su alta entrada: el resto lo formaba un escarpado risco, imposible de superar.
Es allí, en esa puerta, donde aparece Uriel, el conductor de la órbita del Sol, el que hace las veces de los ojos de Dios, para prevenir a Gabriel de la presencia de un espíritu, Satanás, que anda rondando por el Paraíso, deseoso al parecer de contemplar las maravillas más admirables del Omnipotente, y sobre todo al Hombre, última criatura hecha a su imagen.
Uriel aparece repetidas veces en los libros de la Biblia, los canónicos y los apócrifos. En ellos y según las distintas tradiciones –rabínica, copta, católica… – tiene o no la categoría de arcángel y se le otorgan distintas intervenciones y atributos. Así, Uriel es el ángel del domingo, la llama de Dios, el arcángel de la salvación, el ángel del arrepentimiento, el ángel de la luz, o el que tiene las llaves del infierno.
Se le representa portando un libro en el que lleva el registro de los actos, pensamientos, palabras y omisiones de los humanos a lo largo de sus vidas. Igual que se representa a Tot, el escriba celestial, el dios egipcio de la sabiduría, que tiene su equivalente en Hermes, dios de las fronteras y los viajeros que las cruzan.
Parece que en la mayoría de estas referencias hay una constante, que es la relación con la muerte, el juicio de los humanos, la eliminación de la ignorancia y la búsqueda del conocimiento.
El fuego es destrucción, pero también purificación, iluminación y transformación. Cuando el alabastro se calienta lo suficiente, cuando se calcina, se transforma en cal viva. Esta cal, el óxido de calcio, no es la misma cal viva de la que nos habla Ramón Llull en su Clavícula, cuando describe el proceso para obtener la Piedra filosofal, pero no dejan de ser significativos los paralelismos.
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3 Comentarios
anónima
22 septiembre, 2014Para vivir despiertos
cada día
sólo es posible atravesar la noche
en la nave de sueños
Adornada
que se aparece cada tarde a nuestra puerta.
Atravesar los mundos
como él,
tu, Sol
que te vas en lo oscuro
sin que nadie te vea
a bucear el mar del otro lado.
¿es que sólo te vas
para mostrarnos
a las demás estrellas?
No, rubito
yo ya no me lo creo.
Creo que lavas tu melena presumido
que te ocultas aposta entre tinieblas
y si lloras, mejor, no te ve nadie
Ay cómo silbas de amor a las sirenas
( que yo a veces te escucho mientras duermo)
Y Después,
otra vez ,de madrugada
remas de vuelta limpio
otro, niño, nuevo
Vienes con otra luz
siempre distinta
con la que arder aquí
los de tu cielo.
Rafa
23 septiembre, 2014Interesante y elegante dibujo el que ilustra el artículo.
URIEL
Gloria en la excelsitud techumbre abierta.
Escorzos de la música que pisa
sus sesgos torbellinos de cornisa,
gozo escondido de la planta experta.
Nos mides, oh Uriel. Franca la puerta
del paraíso está. Y avisa de brasas
y vislumbres la sonrisa,
Salta, Uriel, destrenza tus trenzados,
brinca en la danza, olvídate en el vuelo.
Tú eres la guía, el adalid del coro.
Que nosotros, a tu ímpetu raptados,
trenzamos ya las sílabas del cielo,
oh serafín del número de oro.
Un abrazo
Mandrágora
27 septiembre, 2014Las reacciones nacidas de los sentidos recrean y alimentan un modelo que se sumerge cada vez más en la niebla y confusión que produce la egolatría y ese yo suplantado que parece dueño y señor, impidiendo la capacidad de percibirse y generar una paulatina confianza que irá rompiendo esa telaraña de dominio aparentemente irremediable y sin posibilidad de cambio. Cuando se actúa desde lo que a uno le nace porque así se siente, sin filtro ni capacidad de relativizar, «es mi personalidad y soy así», difícilmente se puede salir del fuego; es esa sensación de destino fatal porque no se es capaz de encontrar otra salida, a la vez que ahoga la falta de oxígeno, y es, en definitiva, esa resignación pasiva y melancólica de que la vida es así y qué le vamos a hacer, «unos nacen con estrellas y otros estrellados».
Posiblemente tenga mucho que ver con ese pesimismo colectivo imperante hoy en día, y no sé por qué motivo tanto se alimenta desde los medios de publicidad, políticos y sociales. ¿Qué interés hay en que el hombre permanezca sumido en la impotencia y la frustración de no poder salir? ¿Quizá consumirá y se generará más necesidades así? ¿Será más fácil de manipular por doctrinas varias? No lo sé.