Párrafo 11.22

11.22 «Cuando el hombre busca con sosiego ampliar la consciencia, reconocerse en su provisionalidad, está borrando la deuda con el mundo y buscando la alianza entre biología, voluntad, conciencia y destino; ni se huye de la vida ni se intenta detenerla, y desaparece la necesidad de ser admirado, de ejercer poder y prestigio».

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COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Desde la lectura atenta de este texto, sincrético y preciso, me surgen dos especiales reflexiones a desglosar.
La idea de asumir nuestra provisionalidad, en primer lugar, me parece que hay que subrayarla, aunque pueda parecer que este libro insiste de muchos modos en ello. Porque nuestra mente se resiste rígidamente a asumir, minuto a minuto, ese relativismo, esa condición de ilusorio con que está fabricada esta ficticia realidad, que tantos banales afanes nos procura. Idea-requisito fundamental para la evolución, es sin embargo aquello que los que rigen el mundo, los que deberían ser más sabios, más se niegan a difundir, y aún peor, impiden que se conozca con mil y un equívocos racionalistas cargados de dramática prepotencia. Con la venia de sus súbditos todos.
La segunda es que si todo ser humano que nace tiene una deuda con el mundo, viene ya con una responsabilidad sobre sus hombros. El propósito de borrar esa deuda no es, por tanto, un mero heroico “gesto” de generosidad, sino que deberíamos considerarlo más bien como una especie de obligación cósmica, un requerimiento de responsabilidad inherente a lo humano. Y consiguientemente con todo lo mal que se han hecho y se están haciendo las cosas, de lo cual no podemos considerarnos simples espectadores o candorosos lectores de libros de Historia. Portamos en nuestro ADN colectivo, en eso que se ha dado en llamar “basura genética”, esa carga y esa íntima exigencia, pues en él está inscrita, de forma y lectura aún incomprensible para nuestra razón, pero quizá no para nuestra conciencia, la memoria de la humanidad. (Ver párrafos 5.24 y 10.5)
Desde la adopción de ese sano y humilde escepticismo acerca de lo que creemos ser y desde el auténtico reconocimiento de esa responsabilidad ontológica con el mundo, puede que sea mucho más evidente lo ridículo de nuestra necesidad de admiración, prestigio y poder.

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4 Comentarios

  1. Loli
    31 octubre, 2016

    ¿Será, precisamente, la constatación de esa «provisionalidad», la que nos aterra?.

    Provisionalidad en nuestra forma aparencial de comportamiento, en lo que denominados «personalidad», en nuestra biología, en los cambios que, a pesar de los deseos imperiosos, y los denudados intentos de mantener apariencias y momentos que nos gustan….de forma permanente, desaparecen y varían….porque las «leyes»…son otras.

    ¿Y cómo acercarse sin rechazo a una realidad, fuera de nuestra impostación, que nos es absolutamente desconocida, y como mínimo, sabemos, intuímos…que nos va a dejar muy vulnerables frente, a un modelo, modelos de funcionamiento y pensamiento, que pregona precisamente lo contrario?.

    ¿Es que el intentar mantener una vigía, una atención más permanente en el tiempo, iría poco a poco limando esa sensación de vulnerabilidad?.

    Igual sí, igual sería posible ir aumentando la capacidad de conocer el medio en que nos movemos, dentro y fuera….aún de nosotros mismos…., pero hay que reconocer que ese proceso se ha de realizar en un entorno que proyecta la dispersión, la distracción hipnótica, los ritmos binarios llamados, inclusive, a soliviantar nuestra nuestros niveles más íntimos.

    Parece sencillo….pero no lo es…de verdad no creo que lo sea.

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    • Aventurero
      1 noviembre, 2016

      Sí, creo que debe de ser muy difícil; pero al mismo tiempo, qué gran liberación, ¿no?
      Absolutamente desconocida, en sus límites sí, estoy de acuerdo. Creo muy difícil conseguir la conquista permanente de un estado de distanciamiento con esta prepotente realidad en la cual asumimos nuestro papel de consolidadores y reafirmadores de ella, y difícil por tanto poner en cuestión nuestra identificación con ese papel.
      Pero, como en todo, yo creo que en esto también hay grados. Hay personas que se aferran con uñas y dientes a algunas o muchas de las certezas racionales que por aquí y por allá nos ofrecen las diversas y variadas sectas que llaman constantemente a nuestra puerta. O en las que han sido educadas. Son personas que, muy seguramente, al aproximarse el final de sus días y al acercarse al encuentro con lo que intuyen como la verdad, sienten que se han quedado con el culo al aire.
      Pero también hay personas, y todos hemos conocido a unas cuantas, que a lo largo de su vida han ido ejercitando ese sano y sabio escepticismo con respecto a esta chata definición de uno mismo y de la realidad, lo que les permite tener una mayor apertura mental y de espíritu.
      Afortunadamente hay grados, y se puede estar más lejos o más cerca del reconocimiento de esa provisionalidad, a esa opción que favorecerá una mayor búsqueda de la ampliación de la consciencia.

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  2. Mandrágora
    3 noviembre, 2016

    Continuando con lo expuesto por Loli y el Aventurero, que me parece muy interesante, añado si no habría que concretar previamente sobre qué es lo que no queremos y hacia dónde no queremos ir, por rechazo, por convencimiento, sensación… Da igual. Primero desprendernos de lo infructuoso, que parece más fácil, de lo que nos lleva a ninguna parte…, en ese momento —en otro, el momento será diferente—. Y me imagino que así, el hecho de darnos permiso a librarnos de la hojarasca —que tanto aturde—, me creo, posiciona de manera más equilibrada, y diría que ventajosa, para amplificar los mensajes que habitan en uno y dar paso a una mayor activación, rumbo hacia donde ha de irse. El acento no parece que se deba poner en saber cuál es la ruta ni en los instrumentos. El camino, como tantas veces se nos dice, está por descubrir; es la aventura hacia lo desconocido y el encuentro hacia nuestro yo profundo, pero primeramente habrá que dejar paso libre, y quizás sea por ahí donde voluntariamente, y con el sosiego que se nos dice, haya que facilitar el trabajo para luego sorprendernos.

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  3. Loli
    4 noviembre, 2016

    Parece curioso, aunque seguramente, al poco que se reflexione sobre ello, igual se puede ir comprobando que no contiene ninguna paradoja, el que conseguir un cierto estado de «sosiego», de «calma», un estado que posibilite, en alguna medida, la reducción o el sometimiento de ese «ruido interno», de esa distracción que nos mantiene en una grado de «confusión» importante, y con la que parece que funcionamos y nos desenvolvemos, de manera cuasi autómata, requiera…., no de un estado de «quietud»….de «relajación»…..para resolverlo, sino de «trabajo».

    De un «trabajo» de atención, para el que no estamos, en general, educados ni habituados, salvo, muchas veces, en aquellas direcciones consensuadas por el modelo en el que nos relacionamos y también , posiblemente, por nosotros mismos, en función de nuestra acomodación al mismo.

    Y como todo trabajo, requiere de una fuerza, y al ser un trabajo «no habitual», entiendo que también convierte la consecución de esa fuerza en un «esfuerzo».

    Un esfuerzo aventurero….done la finalidad, la posible recompensa ….no se vislumbra, a no ser en el descubrimiento de que no existe, al menos tal y como la tenemos referenciada.

    Una atención con vocación de continuidad en el tiempo….revertiría en la denominada «concentración»…..aunque no me parece, en este caso, muy adecuada tal denominación, ya que lo que libera esa actitud podrían ser, precisamente, fuerzas más ligadas al sistema límbico, a las emociones….a ese mundo de fronteras que lindan con algo aún no sabido definir por el mundo de lo «conocido».

    Pero entiendo que en este caso lo que se propiciaría con ese estado de «alerta mantenida», de «vigilia» abierta a la sorpresa, a lo inesperado también, no serían vías «explosivas de escape» de ese mundo ligado a las energías y a las emociones, sino su despliegue….algo que parece aún tan temido por nosotros y por nuestros modelos de comportamiento.

    ¿Será por eso, que se confunde tanto, semánticamente, sosiego, serenidad, con quietud, e incluso con ocio y distracción?, ¿no es una confusión exenta de intencionalidad?.

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