Párrafo 12.26

12.26 «Cincuenta y seis años es el momento de llamar a la puerta de la sabiduría, la consciencia debe haberse ido preparando para desprenderse del ego y así se encenderán luces que iluminen otros espacios».

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Cincuenta y seis años. De siete en siete peldaños hemos ido pisando los que nos llevan del nacimiento a la muerte; peldaños sujetos por los dos Juanes: el de la memoria del agua y el de la purificación del fuego. Hemos sido bañados en agua y confirmados con ceniza. Es el momento del encuentro con el ocho, nudo gordiano que tenemos que deletrear y asumir; número de responsabilidad que graba la geografía del ADN y se plasma en el caduceo del pontífice.

Con cincuenta y seis años, si queremos llegar a sabios, si lo hemos hecho bien, nunca cortaremos ese nudo gordiano como hizo Alejandro Magno, sino que lo desharemos con paciencia y con actitud de humildad y espera.

En este camino de la consciencia, de la felicidad, en que tratamos de borrar tragedias pasadas y futuras, el ego irá difuminándose; el futuro, su planificación cada vez tiranizará menos y podremos respetar más el presente, ese momento que escapa, que no nos pertenece pero que acatamos en espera de luces que vengan a iluminarnos; felicidad, gozo, que nos irá acercando a un estado de alegría, al chispazo del encuentro con la fascinación, a que se nos vayan abriendo caminos que nos llevan al amor.

La mies está henchida de grano. La vid madura hará un buen vino. Es hora de ir recogiendo la cosecha para ofrecerla al que viene detrás, que sabrá aceptarla y multiplicarla, cada vez más unidos en una contemplación cargada de espera, esperanza; con la fe en un destino que se va cumpliendo, con la entrega, la caridad al otro, iremos hacia el final, peregrinos que vislumbran la sombra malva de la Dama Eterna. Así sea.

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3 Comentarios

  1. Loli
    8 mayo, 2017

    El «presente», cuando lo queremos aprehender, nos damos cuentas de que está repleto de instantes que ya han pasado.

    Sin embargo puede que sea la única convención temporal que nos permita accionar, realizar transformaciones, en un rango reconocible y aceptable por nuestros sentidos, de ese sutil y continuado escape en infinitos pases, encuadrados bajo su denominación.

    Ese «presente» que parece permitirnos enmarcar, aunque sea desde una ilusión sensorial, una porción «atemporal» y efímera de un misterio, que, a lo mejor, nos esté permitiendo, de igual forma, la «ilusión virtual» de congelar una porción de ese misterio, para solucionar cosas, realizar trabajos…

    Discurrimos por la vida tratando de «apresar» lo inaprensible, y a lo mejor, con ello, sin entenderlo siquiera, leyes más altas propicien la construcción de «rejas» entre las que seamos nosotros quiénes quedamos atrapados.

    ¿Llega un momento, alrededor de ese número cincuenta y seis en que, más o menos buscado, más o menos trabajado, más o menos consciente o inconscientemente, nuestra biología propicie una especie de «retiro intimista» que nos permita intuir la naturaleza real del tiempo» .

    Atemperan ansiedades por el cumplimiento de objetivos estereotipados, también parece aflorar una mayor tendencia a la serenidad, a la contemplación, todo ello bien combatido desde todos los aspectos posibles por una estructura de modelo social contraria al movimiento.

    ¿Será que lo más profundo y capaz de nuestra realidad, se mantiene a flote el ritmo que permite al «alma» seguir avanzando en su arquitectura «pontificia»?.

    En la casilla número cincuenta y seis del «Juego de la Oca», el Caballero vela Armas».

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  2. Nuba
    12 mayo, 2017

    A mí me gusta tanto el dibujo!
    Con los ojos cerrados, aparecen otros ojos, las pestañas se alargan.
    No lo tengo ahora conmigo mientras escribo. ..Se escaparán cosas.
    El rojo y el azul en una dualidad irreal de botones.
    Nos movemos en el dos ( azules o rojos?), cuando las longitudes de onda entre esos dos colores nos van formando..y así distinguimos esos mandos…o accionamos los botones de los otros sentidos que nos animan, o nos serenan que es lo mismo.
    Nos invitan a guardar el equilibrio.
    Pero el dibujo me ha recordado a un gigante de la palabra y de la música, pues dentro de esas longitudes de onda o de esos colores, rasgos, del arte y de la estética, tenemos miedo de un gigante que sólo se aposenta para recordárnos lo frágiles que somos.
    Y me acuerdo de Antonio Vega y sus tratados de la filosofía física, de la fragilidad hecha música de gigantes.
    Aunque no pudiera con ellos, su cadencia y su música y las alas de sus palabras, respiraban.
    Aire de luces fuera de todo el gas natural con el que pretendemos calentarnos.
    Quizá a los 56 sepamos que el frío podemos combatirlo sin gas, sólo con aire. Eso espero.
    Pues éste biorritmo futuro me trajo ésta música para quienquiera, que no es triste. Es una oración valiente, sin miedo.
    https://www.youtube.com/watch?v=qF9VsIJ858k
    Era mentira todo Antonio, menos la risa y las hierbas del marco.

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  3. M. A.
    21 mayo, 2017

    Buscando referencias numerológicas, advierto que 56 es el número atómico del bario. Y leo: “Los alquimistas en la Edad Media ya conocían algunos minerales de bario. Guijarros del mineral barita, que se encuentran en Bolonia, Italia, se conocían como piedras de Bolonia. A los alquimistas les atraían porque después de su exposición a la luz, alumbraban durante años.”

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