Párrafo 12.28

12.28 «Y entrando en el último ciclo, el del diez, se abre la mente hacia el futuro, ya no importan las secuencias de tiempo, ya no existe el cuando, el mañana es ya, y mirar hacia el infinito, rondar la luz de la muerte acerca a la Humanidad a la frontera del tiempo, al punto de partida de una experiencia superior».

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Sociológicamente hablando este párrafo tiene mucho que decir. Si entendemos la vejez como esa etapa que comienza cuando se entra en la jubilación, deberíamos reflexionar en lo que significa esto para nuestra sociedad, en lo que el hombre ha querido que signifique.

Por una parte, el adulto pasa gran parte de su vida activa sufriendo por su trabajo, deseando jubilarse para liberarse de esa esclavitud, para dejar de tener responsabilidades y empezar a vivir la vida como quiera.

Pero si somos honestos con la realidad, lo cierto es que ese vivir de vacaciones en la mayoría de los casos conduce a un estado de rutina y aburrimiento donde parece que el sentido de la vida, ahora, es esperar la muerte entreteniéndose con esto o aquello para no enterarse mucho cuando llegue, y sin dar demasiada importancia a nada.

Puede que suene un poco crudo lo que digo, pero más cruda es la actitud que adopta esta sociedad con los mayores y ellos consigo mismos. Tratar al “viejo” con una benevolencia compasiva es desahuciar a un ser humano que tiene mucho que dejar a los que vienen detrás. Y debiera ser precisamente éste quien reivindicara su espacio en la vida. Esta sociedad adolece de viejos que sean conscientes de que tienen mucho que aportar a los demás, más allá de la estereotipada queja: “cualquier tiempo pasado fue mejor”.

Quizá el fallo resida en que unas generaciones luchamos con otras por ocupar el mismo lugar. Uno de los mayores conflictos que se dan en el sistema en que vivimos es el que gira en torno al trabajo, a la productividad. Y a este respecto, ni la juventud ni la vejez se valoran ni se entienden en profundidad, ni por los viejos ni por los jóvenes.

Puede que el recambio generacional tenga sentido con respecto a lo que consideramos lo productivo, lo “útil”. Pero quizá también le demos demasiada importancia a eso que llamamos “vida útil”. Por ejemplo: una persona trabaja durante 30 años en una fábrica de calzado, y a los 65 se jubila obligatoriamente; esto le hace sufrir, pues él se encuentra en perfectas facultades para seguir ejerciendo su tarea. Tarea con la que se identifica tan profundamente que no quiere abandonar. Esto es ya en algún sentido una trampa para la libertad. Pero en cualquier caso, si así fuera, puede seguir haciéndolo pero desde otro lugar, ya no por supervivencia; puede que sea el momento de la vocación, y la transmisión. Su jubilación se lo permite, y además puede descubrir nuevas cosas. El problema es que no se lo cree porque piensa que lo único útil era lo que hacía; o peor, asume creer que ya no le corresponde hacer nada más, que ya ha hecho bastante. Y entonces adopta la actitud de Peter Pan.

Lo que esta sociedad no ve, lo que nadie quiere ver, es que el viejo puede estar en posición de ofrecerse a los demás. Porque tiene una vida, una experiencia que compartir y porque hay mucho “huérfano” en este mundo. Pero hay que querer, y hay que atreverse. ¡Reivindico aquí la capacidad del viejo de hacer un trabajo social! Reivindico aquí al viejo que se responsabilice, y no me refiero a pagar con sus pensiones la vida de sus hijos. Posiblemente si cambiáramos ciertas cosas a este respecto, eso dejara de ser necesario por si solo. Creo que es fundamental romper las pirámides de edad.

Un ejemplo más: si cada jubilado con una edad comprendida entre 70 y 80 años, que se encuentre bien, como hoy en día es habitual, asumiera la tutela de un niño que necesitara apoyo escolar para sacar adelante sus estudios, me atrevo a decir que se erradicaría casi totalmente el fracaso escolar. Es más, quizá cambiara totalmente el sistema educativo, lo cual no sería malo. Los niños no estarían tan solos, ni los padres tan estresados, ni los abuelos tan enfurruñados. Y el principal referente de la casa dejaría de ser el teléfono móvil o la televisión.

Si cada jubilado saliera y mirara a su alrededor y pensara que puede hacer algo por alguien, y que además no necesita compensación económica por ello puesto que ya la tiene, otro gallo cantaría. Porque, ¿cómo alguien que ya no tiene nada que perder teme la aventura?

Si el viejo ejerciera de viejo, si el joven creciera aprendiendo a ser viejo, esta palabra resonaría en nosotros de otra forma, se acercaría más a conceptos que le corresponden precisamente por estar cerca de esa luz que llega de la frontera del tiempo. El Viejo de una tribu solía ser el más sabio, aquel que imponía respeto sin autoritarismo, un respeto amable, una chispa viva que sabía mucho, que emanaba un halo de verdad, de plenitud, y que asumía el trabajo que suponía dejar un legado a los demás, convivir con los demás, favoreciendo también que éstos se expresasen, que se fueran conformado en lo que son, seres humanos, que muriesen al menos en el camino de llegar a serlo.

Ahora nadie quiere llegar a viejo. Reivindico la ilusión de hacerme vieja, esto significa para mí un honor por conquistar.

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11 Comentarios

  1. Mandrágora
    21 mayo, 2017

    Y entrar en el ciclo del diez, ¿durante cuánto tiempo? El hombre hoy en día es fácil que viva un periodo largo desde que abandona el periodo de productividad remunerada hasta su final. Puede verse como una gran oportunidad.

    En este lapsus comienza una nueva vida. Ya está en disposición de elevar la cabeza y mirar a las estrellas, tomar conciencia y proyectarse hacia la amplitud y lo vasto de todo aquello que se vislumbra. Se está más cerca. Es momento de saberse útil a los demás no solo por el acervo cultural del que el joven carece, sino porque toca poner en valor todo el recorrido ya hecho, y eso ha de estar presente. Puede ser un periodo próspero pudiendo relegar al olvido el encorsetamiento al que se ha visto empujado por los ordenamientos a cumplir. El cuerpo deja de ser un instrumento a tu servicio para ir poco a poco siendo un lastre a soltar. Es una invitación a parar y reflexionar para luego dejarse envolver en otra magnitud del tiempo, donde la conexión con el más allá brinda una apertura de miras que solo desde un recorrido ya amortizado puede elevarte a ello. Ya no hay que demostrar nada. Es el encuentro contigo mismo, desde una mayor sabiduría, y donde con desprendimiento y sosiego estar dispuesto a una convocación que revitalice la razón de haber vivido y haber logrado transformar la adversidad en pos del encuentro y, sobre todo, encaminado a alcanzar esa felicidad tantas veces soñada.

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  2. Loli
    23 mayo, 2017

    Lo expuesto por Mandrágora sería la situación ideal, o más coherente de llegar a esa etapa que enmarca el ciclo del diez, y tener la voluntad de aprovechar sus frutos: ofreciéndolos a los demás ideando formas y manera para ello.

    En un proceso vital más o menos normalizado, llegar a esas conclusiones no debería suponer mucho esfuerzo, o vencer demasiadas resistencias mentales, psicológicas si se quiere.

    Pero la experiencia muestra otra realidad.

    No es lo deseablemente frecuente, llegar a esas etapas de la vida con un bagaje mental lo suficientemente saneado, o una capacidad cognitiva lo suficientemente aceptable

    Quizás en esto existan importantes diferencias dependiendo de los niveles sociales de los que hablemos.

    Aún así esas diferencias, aunque parezca lo contrario, no siguen una relación directa de capas sociales con más posibilidades de acceso a bienestar o educación de las que están más marginadas en ese aspecto.

    En las primeras, en las que se debería de producir un impulso mayor, porque sus circunstancias así parecen facilitarlo en cuanto a transformar su experiencia en actitud de enseñanza y sabiduría que mostrar a otros, no se da, creo, en la medida que se podría hacer.

    Y entiendo que una de las razones, es que ese bagaje vital y cultural, viene desarrollado e impregnado por un modelo que premia y propicia la actitud psicológica del acaparamiento y la discriminación en base a la posesión.

    Eso puede evitar, aunque sea de manera inconsciente, al menos, aventurarse a poner al servicio de los demás, la experiencia adquirida, si antes no se tiene visualizado un contexto de correspondencia, beneficio, o reciprocidad.

    A otros niveles, aunque no siempre los más afectados negativamente son, ni mucho menos, esas capas sociales con menos acceso a la educación, hay que tener en cuenta el estado psicológico, emocional y mental con el que se llega a ciertas edades.

    Una situación que quizás no propicie para nada la entrada en ese «círculo del diez», pues ni siquiera se es consciente de haber entrado en ningún otro.

    Traumas,…, vivencias y supervivencias resueltas como se ha podido, o se ha querido…dejan sus residuos, manías, miedos y egoísmos también.

    Las emociones se resienten, se tuercen, se desdoblan, con ellas la sensorialidad que las ha sustentado se trocea, las sensibilidades se discriminan, y las posibilidades cognitivas alcanzadas…se desdibujan….en ese círculo al que llegamos sin reconocerlo.

    ¿Habría que empezar por querer ser «viejos», «viajeros» y no eternamente «niños», como indica el Aventurero?.

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  3. Rafa
    23 mayo, 2017

    » Todo el mundo quiere llegar a viejo, pero nadie quiere serlo «.

    Si hoy existe un problema para los viejos, es que la sociedad entera, les insta a que no lo sean (viejos), que sean jóvenes.

    Y la sociedad les insta, porque vivimos un momento social en el que todo debe de ir irrelexiva e irresponsablemente deprisa.

    El que quiere jubilarse cuando está trabajando, es porque ya está jubilado de su trabajo, y en muchos casos de su vida; no sabe como afontar el momento que vive y quiere que llegue otro.

    Lo que es innegable, es que el viejo vive la vida de dentro a afuera.
    Si nos fijamos un poco, y ( yo lo hago porque tengo una madre de 91 años ), observamos que nos hablan en el 90 % de los casos de experiencias ya vividas, y concluimos » pobrecillo solo vive de recuerdos «.

    Lo ideal sería que esos recuerdos, esas emociones pasadas, las relacionara con el mundo exterior e impregnara el aire de esa energia.

    Porque cuando nos estan hablando de la guerra civil, de cuando nacieron sus hijos, o cuando empezaron a trabajar, no nos estan dando sus recuerdos, por aburridos que sean, sino que nos están trasmitiendo su vida.

    O quizá mirando al infinito, acercando a la humanidad a la frontera del tiempo, al punto de partida de una experiencia superior.

    Un abrazo

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  4. Alicia
    23 mayo, 2017

    Cada uno de esos ciclos de siete parece que debiera corresponderse – si dejar de considerar, claro que cada persona es diferente – con actitudes ante la vida acordes con las distintas edades. No observo, en el pequeño mundo al que alcanzo, que suceda así.
    Un ejemplo: El sexo en la tercera edad.
    Hay incluso programas de radio que se ocupan del tema cacareando que también los viejos tienen derecho a los placeres del sexo.
    Derecho no sé…
    Pero en mi opinión ― y mis casi 70 años la edad ―me parece que la vejez no es ni lugar ni tiempo para el sexo.
    ¿Hay siete chacras?
    Pues los 70 es la edad redonda para que el “dominante” sea el de arriba del todo.
    Y, de ahí en adelante…
    En fin, me enteraré pronto.

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  5. Alicia
    23 mayo, 2017

    Errata. Léase «sin dejar de considerar»

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  6. Rafa
    24 mayo, 2017

    Hola Alicia.

    En mi opinión, el sexo es un misterio que hemos convertido en un hábito.

    No tiene nada que ver con la concepción que la sociedad ha establecido de él, y mucho menos con la centralización obsesiva y casi exclusiva en la genitalidad, y con el uso del que hacemos gala, tapándo aspectos del ser humano que le impiden desarrollarse.

    La sexualidad y la sensualidad tienen que ver con nuestra relación con el mundo, y nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos.

    Y en el ámbito de la relación hombre-mujer, podemos hacer un viaje romántico y maravilloso a la Costa Azul por ejemplo, y no tener ni un momento de sensualidad, y sin embargo tomar la linea 1 de metro, y llegando a Valdeacederas, con una mirada, una caricia o un sonido que lo despierte, caer en una sensación intensísima de sensualidad que nos invada a nosotros y al ambiente que nos rodea (se que esto es un poco exagerado y dificil que le pase a nadie), pero es un ejemplo de que el sexo está dentro y fuera de nosotros, por encima a veces de nuestra voluntad, y cubre todas las edades.

    Pero si está mas cerca de alguna edad, es de los 70, más que de los 18.

    Y perdona mi intromisión en tus opiniones.

    Un abrazo

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    • Alicia
      24 mayo, 2017

      Nada que perdonar. Para eso es un blog y para eso están los comentarios, para intercambiar opiniones; cosa que por cierto en este blog practicamos poco y, a mi juicio, es un poquito de lamentar.
      Sexualidad, genitalidad, sensualidad…
      Tal vez las lineas divisorias entre estos tres conceptos no las tengo muy claras. Estoy sen embargo dispuesta a admitir que, quizás, mi rechazo (enorme aversión, diría más bien y para ser exacta) es en concreto a la genitalidad.
      Pero creo también que es bastante evidente – y se percibe en todas partes; películas, letras de canciones, poesía, etc, – que es ella todo lo que, por no sé si una especie de consenso social, parece representar la esencia de la sexualidad.
      Centrémonos, no obstante, en «sexualidad» en sí y al margen de interpretaciones y explícame, por favor – y conste que no es un reto ni una réplica, sólo petición de que me aclares algo que no entiendo de tu afirmación – por qué está más cerca de los 70 que de los 18.
      Yo sí estoy al bordecito como quien dice de los 70, y puedo asegurar que de cuantas emociones me puedan ser del todo ajenas el sexo, en cualquiera de sus apreciaciones, matizaciones o versiones, ocupa el primer lugar.
      Claro, que no tengo mayor problema en confesar que he sido así toda mi vida y que, si algo me ha proporcionado algún quebradero de cabeza al respecto ha sido, precisamente, la dificultad o incredulidad que aqueja a muchas, muchísimas personas, una inmensa mayoría, para comprender (o aceptar sin mayor extrañeza,, al menos) que también existimos en el mundo personas a quienes la sexualidad no nos interesa lo más mínimo.
      Uno – o una – puede declararse homosexual, transexual, lesbiana, o lo que sea, que será aceptado y admitido sin una mala cara – y quien quiera poner mala cara tendrá que tragarse las ganas – pero si se declara… ah, ni siquiera existe la palabra.
      Pero vamos, que he sido siempre considerada un especimen extraño.

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  7. Rafa
    25 mayo, 2017

    A los 18 años, la sexualidad suele venir acompañada de tremendas explosiones hormonales, que de alguna manera exclavizan ante el deseo.

    El objetivo de la sexualidad suele ser el placer puro y duro.

    Se viven experiencias sexuales sin relación con la vida afectiva, no se es capaz de ir ligando la excitación sexual con el mundo interno del otro, con la persona. Es muy dificil que se dé una buena conexión emocional entre los dos.

    A los 70 años, se tiene capacidad a través de las experiencias vividas con los demás, para que la quimica sexual, se convierta en un compromiso.

    Hay mas posibilidad de que el misterio que se esconde detrás del sexo, se produzca, y para mí es que.

    Todo el mundo quiere amar y ser amado, el que dice que solo quiere sexo sin amor, miente, es una sensación interna que todos buscamos, el sentirse único en el ojo del amante.

    Ese especimen raro del que tu haces gala, te sorprendería saber la de ellos que hay, en el contexto de la educación que hemos recibido.

    Y con esto me despido para acabar, para no acaparar los comentarios del articulo, que no tienen que ver demasiado con este tema, y además porque no soy un profesional del ramo.

    Te transcribo un madrigal de Federico García Lorca, que define mucho mejor que yo, lo que es la sensualidad, y la sexualidad.

    Quisiera estar
    en tus labios

    para apagarme en la nieve
    de tus dientes.
    Quisiera estar en
    tu pecho

    para en sangre deshacerme.
    Quisiera en tu cabellera
    de oro
    soñar para siempre.

    Que tu corazón se hiciera
    tumba del mío doliente.
    Que tu
    carne sea mi carne,

    que mi frente sea tu frente.
    Quisiera que toda mi alma
    entrara en tu cuerpo breve

    y ser yo tu pensamiento
    y ser yo tu blanco veste.
    Para hacer
    que te enamores

    de mí con pasión tan fuerte
    que te consumas buscándome
    sin
    que jamás ya me encuentres.

    Para que vayas gritando
    mi nombre hacia los ponientes,
    preguntando por mí al agua,

    bebiendo triste las hieles
    que antes dejó en el camino
    mi
    corazón al quererte.

    Y yo mientras iré dentro
    de tu cuerpo dulce y débil,
    siendo
    yo, mujer, tú misma,

    y estando en ti para siempre,
    mientras tú en vano me buscas
    desde Oriente a Occidente,

    hasta que al fin nos quemara
    la llama gris de la muerte.

    Un abrazo.

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  8. Loli
    26 mayo, 2017

    Temblar con la caricia que sugiere la vibración de una frase, bien escrita, con la esperanza de ser bien recibida y “bien dicha”, eso…es sexo también.

    Deleitarse con algo que nos apetece “bello”, y no poder vencer la resistencia a desear su posesión, forma parte de nuestra energía ligada…al sexo.

    Los “celos”, se proyectan no solo por alguien determinado, aparecen con la frustración ante lo que deseamos en múltiples aspectos de nuestras vidas….y están relacionados con esa primera y potente puerta que nos liga a la tierra…a nuestra llegada a ella…, una energía poderosa y vital, que de una forma u otra, nos acompañará siempre, y se manifestará de mil formas, y de siempre se querrá apoderarse de ella, desde dentro de nosotros mismos…y desde fuera, hasta que empecemos a reconocer, respetar…y finalmente, quizás admirar y buscar su despliegue, con la humildad que tanta ignorancia sobre nosotros mismos….requeriría.

    ¿Asexuado…..?, creo que es imposible que nadie lo sea…igual ni los propios ángeles…gracias a… Dios.

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  9. Beucis
    27 mayo, 2017

    «…Y entrar en el último ciclo…» venimos desde el nacimiento pisando con incertidumbre el presente, ese filo de la navaja en el que apenas nos fijamos , que no vivimos porque no sabemos vivirlo, presos de memorias pasadas y proyectos futuros. Aunque nos pedimos constantemente eludir las planificaciones, dejarnos llevar, fluir por el río de la vida sin agarrarnos a los juncos de la Ribera. Aunque tengamos cercana la muerte y seamos conscientes de ello, sigue siendo difícil. Por qué .Porque aunque cada vez veamos más, nuestra ignorancia es cada vez mayor. Porque aunque creamos más en nuestro compromiso, cada vez nos asaltan más dudas sobre nuestras posibilidades. Porque aunque vayamos eliminando esas dudas y acrecentando nuestras posibilidades, cada vez vemos más a ese compañero de viaje, esa sombra que se adhiere pegajosa y que no nos quiere dejar. El miedo. Ahí est.a siempre amenazante. Y también el no afrontar nuestra responsabilidad; nuestra responsabilidad con nosotros mismos y con los demás.Nuestro gran pecado de omisión: mirar para otro lado. Esto no toca.
    Ya en el camino hacia el A—amor . Hacía la Muerte y la No –Muerte. Hacía ese momento de encuentro con los que están al otro lado. A ese abrazo de Tanatos y Eros creo que debemos convocarnos para hacer lo que mejor podamos, hasta el límite de nuestras posibilidades… y más. Que pasemos ese puente hacia la otra orilla ligeros de equipaje y con la seguridad de que el pont’ifice está ahí , prest. Y nos espera.

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  10. Beucis
    2 junio, 2017

    ,y» No ser capaces. Negarse a cumplir el ciclo. Negar la responsabilidad…» No estamos hablando de una tarea que nos viene impuesta por una doctrina, por unos popa que aleccionan, corrigen y sancionan. No se trata de aceptar reglas coercitivas de cualquier religion, de cualquier secta. Son referentes que imprimen carácter; que nos hacen asumir ese destino por el que hemos nacido y que debemos cumplir. También me pregunto, cómo el Aventurero, que es lo que nos hace renunciar, mirar hacia atrás y, como la mujer de Lot, convertirnos en estatuas de sal presas de la memoria pasiva. Convertirnos en abortistas, en suicidas, en defensores de la eutanasia.
    Es una parte oscura, sombra y placenta de nuestro ser vivo, que nos hace quedarnos atrás, inmóviles y que debemos reconocer y asumir para que no nos dañe, para que no impida que se cumplan nuestro ciclos de evolución y no seamos viajeros de un eterno retorno,; que no seamos protagonistas de la enfermedad, de la locura, de Alzheimer

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