Párrafo 17.1
17.1 “Consciencia, pensamiento, inteligencia y toda la colección trágica de frustraciones, son las estampas (las fotos ritualizadas y presas) sobre las que se sustenta la identidad. El hombre se identifica a sí mismo a través de arquetipos que levantan los sentidos y son definidos como la base de sus valores éticos, de su personalidad o forma de ser. Y esa construcción sirve de refugio a pensamientos asociados que se pretenden fijar para moldear una conducta adaptada al sistema, y sobre todo estable y capaz de responder y aceptar el análisis o los resultados que van interactuando con el mundo aparente.”
COMENTARIO DE EL AVENTURERO
No somos lo que creemos ser. O por lo menos no somos todo lo que nuestra consciencia, pensamiento e inteligencia declara que somos. Esto es bastante alentador. Porque nos da un vuelo, nos da la posibilidad de burlar nuestra identidad construida e ir al encuentro de nuestro ser, que debe ser algo mucho más complejo y desconocido de lo que pensamos.
Sentir más allá de estereotipos. Soñar. Inventarse. Despeinarse. Vestirse diferente. Mirarse con ojos nuevos. Con ojos soñados. Saltarse las normas, propias y establecidas. Emborracharse de vida. No tener miedo al cambio, a la incertidumbre. Porque ¿qué hay cierto?
¿Estabilidad, análisis de resultados…? ¿Que seguridad pretendemos? ¿Qué queremos alcanzar? ¿Ser modelos ejemplares de un sistema que nos dicta lo que tenemos que pensar, sentir y desear? ¿Porqué nos reafirmamos continuamente en el mundo aparente, cuando sabemos que más allá hay muchos paisajes por descubrir?
Si seguimos el hilo de nuestros pensamientos, seguro que encontramos muchos inputs rebeldes que nos empujan a romper los argumentos que sostienen una identidad o construcción mental basada en la supervivencia, el miedo y la estabilidad.
¿Hacia dónde nos llevan?
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2 Comentarios
Panacea
13 enero, 2020Y desde un código de conducta aprendido y arrastrado desde la infancia, reforzamos la valoración de lo que es bueno y lo que es malo, varas de medir para cotejar continuamente lo que está bien y lo que está mal, lo que nos hacen y lo que no nos hacen; sentenciamos, juzgamos e intentamos hacer cambiar al otro. El juego dual se repite hasta la saciedad sin replantearnos el comienzo erróneo de dónde partimos.
Difícil es negarnos a lo establecido sin reconocer y bucear en la tristeza que provoca el no encontrar el alimento que busca el alma; alma como voz interior que nos invita a escapar de la homogeneidad para encontrar tu propio sentir, tu lenguaje; lenguaje que no siempre será aceptado y entendido por los demás, por la norma, por la ética, hasta por lo que se ha llamado la virtud. ¿Y a qué estamos llamando virtud y quién lo ha establecido? ¿No es una manera de hacernos pequeños el aceptar la bondad que se nos ofrece, aun cuando nos hablen de recompensas celestiales…? Bondad como un estado de mansedumbre. ¿Y la mansedumbre no está más emparentado con la cobardía? ¿No será más certero el tratar de superarse a ti mismo? ¿Tratar de amarse a uno mismo como forma de enriquecimiento y no volcar un ficticio amor hacia el prójimo, como nos han enseñado, cargado de comportamientos estandarizados cuando no de falsos sentimientos?
Refiere Nietzsche sobre la bondad:
«Ser verdaderos, ¡pocos son capaces de esto!, y quien es capaz no quiere todavía. Y los menos capaces de todos son los buenos.
¡Oh esos buenos! Los hombres buenos no dicen nunca la verdad; para el espíritu el ser bueno de ese modo es una enfermedad.
Ceden estos buenos, se resignan, su corazón repite lo dicho por otros, el fondo de ellos obedece; ¡más quien obedece no se oye a sí mismo!»
jose maria Bravo
19 enero, 2020Lo que me pasa, lo que “detona” en mi cuando leo estos versículos de este Libro , es toda la sabiduría que encierra la filosofía, de repente me remite a Platón al mundo de las ideas versus el mundo de las apariencias. Me revuelve aquello “aristotélico” de siento pensando y pienso sintiendo. Pero la forma poética que contiene este párrafo me “despierta”