Párrafo 17.2

17.2 «A este concepto de equivocar el estado supuestamente real con el ser se le podría llamar infrarracionalidad; en esa confusión en que la conciencia se pliega sobre sí misma repitiendo incesantemente modelos y conductas, se pierde el rastro de la fe, la esperanza queda relegada a la mera satisfacción de si se cumple un oráculo del pensamiento, y a la sombra molesta de la caridad se la alimenta con las sobras de cualquier banquete o se la justifica con la posibilidad de la escasez futura.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

El ser humano, ante el abismo de conocerse profundamente a sí mismo, conforma su identidad como una estructura sobre la que paliar sus miedos y que le permita un funcionamiento lógico dentro de la sociedad, donde las reglas del juego están marcadas y cada jugador sabe y asume participar de ella desde un rol creado, cerrado, perfectamente definido. Si nuestra identidad es, por tanto, un estado marcado y guiado por convenciones culturales, por esquemas y estereotipos, por formas de supervivencia… cabe preguntarse sobre qué sustancias, sobre qué otras estructuras no sociales estará sustentada nuestra identidad real.

Si la construcción identitaria levanta en gran parte muros de protección y autodefensa, algo fijo que no pueda ser cuestionado por otros y que nos dé seguridad, harán falta fe, esperanza y caridad para asumir una aventura mucho más incierta, que pueda hacernos llegar adonde no haga falta más que la autorreferenciación para caminar en la vida, para saber qué se quiere realmente.

Vayamos, pues, un poco más allá en los conceptos planteados. El hecho de que dichos conceptos sean nombres femeninos, al menos en la lengua castellana, tiene su interés. Son ideas cargadas de generosidad y lejanas a actitudes de competencia o crecimiento personalista en base a la supremacía sobre los otros y el éxito particular. Esta sociedad, lejos de considerarlas virtudes, parece entenderlas como una forma de sometimiento y resignación pasiva. Quizá por eso, determinadas corrientes feministas intenten cambiar el lenguaje, por rechazar su contenido y considerarlo como algo negativo que socialmente se asocia más a la mujer. La identidad aparencial pesa mucho y determinados discursos de esta índole insisten en la injusticia de someter lo femenino a términos aparentemente pobres. Pobreza me parece a mi no alcanzar a entender que la virtud, también femenina, no es más que esa forma de energía presente tanto en hombres como en mujeres, casi en igual proporción, que merece la pena ejercitar en pos de una sociedad mejor, más justa y más responsable con la vida ajena.

Cabe pues acerca del lenguaje, sus usos y formas, un razonamiento algo más elaborado que la mera reducción a una elemental lucha de géneros o mejor dicho, sexos o razas, siendo las dos únicas en la especie humana la mujer y el hombre, pues es entre ellos donde pueden observarse mayores diferencias, no así entre las distintas etnias.

¡Qué injusticia patriarcal —gritan muchos— supone que a la mujer se nos llame Angustias, Dolores, Remedios, Martirio, Amparo, Caridad, Consuelo, Soledad…!

Si observamos por ejemplo la cantidad innumerable de advocaciones de la Virgen, asumida ésta como tal por la doctrina católica desde no hace tanto tiempo, y presente en representaciones artísticas ancestrales, en particular en la Península Ibérica, encontramos de nuevo el argumento que venimos cuestionando: nombres horribles, que asocian a la mujer con situaciones negativas, dolorosas, como si formaran parte de su carácter o de su penitencia. Para empezar parece absurdo pensar que esta representación ancestral haya nacido a la par que el pensamiento y el funcionamiento social patriarcal reciente. No se dan cuenta de que la simplificación del lenguaje a lo evidente, a lo superficial del concepto, no es más que una fórmula mucho más masculina que femenina, concreta y no poliédrica, de desarrollar el pensamiento, y no apropiada a las ideas planteadas. Quizá haya que reflexionar desde otra vía, desde otra energía para atisbar su sentido, y no desde la lógica elemental. Quizá el hecho de que existan en nuestra cultura representaciones simbólicas como la Virgen de las Angustias, de los Dolores, de la Caridad, la Esperanza, la O, el Consuelo, de los Remedios o de los Desamparados… sea precisamente porque la energía femenina, que nos pertenece a todos sin distinción de sexo, es verdaderamente capaz de transformar tales estados en otros donde puedan manifestarse más la fe, la esperanza y la capacidad de caridad. Puede que la energía femenina, representada por la madre, y no excluyente del hijo por ello (pues entiendo esta paredra como una relación complementaria entre la sustancia creadora y lo creado) sea representada, como decíamos, por la mujer, sencillamente porque la energía femenina está algo más presente en ella que en el hombre.

Concluiremos esta reflexión jugando a definir los tres conceptos esenciales de los que partíamos:

Fe: nombre de mujer y virtud del alma, singular, abstracto. Dícese de la aventura de la resurrección tras la muerte en el fracaso; el hombre también es poseedor de su substancia.

Esperanza: nombre de mujer y virtud del alma, singular, abstracto: capacidad humana de ejercer paciencia desde la observación activa, lejos de la especulación pasiva ante un destino que creemos vendrá a buscarnos al banquilllo del descanso. El hombre también es poseedor de su substancia.

Caridad: nombre de mujer. Generosidad para dar no lo que sobra, sino lo mejor de uno mismo, sin reservar nada bajo la idea de la necesidad propia o el miedo a que lo ofrecido no revierta beneficio ni correspondencia. El hombre también es poseedor de su substancia.

No hay concepto de negocio en estas virtudes del alma, los caminos del aire no son de ida y vuelta y pudieran sorprendernos desde el rincón más inesperado.

Romper los miedos de la supervivencia a favor de la trascendencia del propio estado, en pos de la aventura de acercarnos al propio ser creador desde asumirnos creación amada. Romper las cárceles de la razón, eso parece significar a-cercar, permitir la apertura de los barrotes que delimitan y acotan nuestra capacidad de autodefinición y de definición del otro, así mismo ampliando nuestra capacidad de sentir, de pensar y descubrir… Este pudiera ser un principio hacia la sorpresa del encuentro con la verdadera identidad de cada uno.

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3 Comentarios

  1. Susana
    20 enero, 2020

    A la hora de abordar el concepto de identidad, yo no confrontaría tanto al sujeto, al yo con el otro, con lo social, pues, a mi modo de ver, la identidad es un resultado muy arduo y laborioso que se construye a lo largo del tiempo a través de las experiencias, de la mirada del otro, de nuestras elecciones y fracasos, ilusiones, deseos, realizaciones, etc. etc. Si se quiere todo ello da como resultado una identidad, ¿provisional?, pueda ser, pero probablemente hay hechos que nos constituyen como sujetos. Y esto con carácter ciertamente definitivo… esta identidad no obstante está sujeta a cambios permanentes, es como el Yo, su contorno es variable, no es estático. Sin esa identidad, en proceso de cambio y evolución, no podríamos sostenernos. En el Yo siempre está contenido el otro.
    Si de esencialidad hablamos, estamos en otro asunto. Freud decía que el ser humano es «perverso polimorfo», y no en el sentido negativo sino en el de la multiplicidad de capacidades y posibles orientaciones. Desconocemos cual sea nuestro Yo esencial y cierto que la identidad, cuando está asentada exclusivamente en la «máscara» (o como diría Jung en la «persona») se ahueca y carece de viveza y espontaneidad.

    Si el recorrido es acercarnos desde nuestro estado a nuestro ser, habremos de convenir en despojarnos de los ropajes que nos convierten en personajes de ficción y representar la obra viva que nos ha tocada a cada uno representar. Y quizás por ello, y a partir de un momento de la vida, hay que desaprender lo aprendido, y empezar a desasirse. Nos confrontamos con el último intento de evolución. No hay dilación, si limitación a un espacio y un tiempo.

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  2. Panacea
    24 enero, 2020

    La conducta aprendida y asimilada desde pequeños de identificarnos con lo que vemos, creernos lo que pensamos y deducir desde únicamente la razón, limita y acota una personalidad en la cual asentamos todo un cúmulo de actuaciones que será más una fuente de desdichas que beneficiosa. Nos movemos en un mundo construido desde la falacia viviendo en contradicción la mayoría de las veces a nuestro propio sentir. ¡Cuántas normas vinculantes nos rodean sabiendo en nuestro fuero interno que son ficticias! Pero así nos conducimos como sociedad, y se hace gala de ello continuamente desde cualquier ideología, bien apoyándolo bien oponiéndose, pero dentro del mismo esquema de pensamiento.

    Si realmente llevamos a cabo un ejercicio de búsqueda y de hallar otros márgenes de libertad, habrá que empezar a volver la vista hacia el interior, bucear en otras formas de dar respuesta a tantas frustraciones que nos hemos ido pergeñando año tras año a lo largo de la vida, escucharse y creer más en lo que nos dictan voces que nos insuflan nuevos aires, y cada vez más si las escuchamos. En definitiva, ir deseducando para recuperar lo que está ya inserto y a la espera de ponerse en uso.

    Apostar por lo que se cree que es el verdadero camino aunque no lo veamos, parece ser ejercicio necesario para avanzar: fortalecer la fe. La esperanza de que la oscuridad, la impotencia y el sufrimiento tienen su recorrido, pero también su final —sufrimientos que por lo que nos dicen y repiten, somos artífices directos en tantas ocasiones por asentarnos en la dificultad esquemática y orquestada—. Y una forma de entender la vida en donde la responsabilidad hacia el otro coadyuva no solo a nuestra propia satisfacción sino a ir hacia un mundo mejor.

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  3. Nuba
    9 febrero, 2020

    «A este concepto de equivocar el estado supuestamente real con el ser se le podría llamar infrarracionalidad…»
    Así enuncia el autor.
    Reconozo en el texto.. y en todos los del libro… un intento de sobrepasar dualidades… La razón es un instrumento necesario en cerebros complejos – y se equivoca, claro!- pero cuyo motor es el cuerpo, la emoción y las memorias. Ya está. Si no intentamos seguir razonando.. guiados por lo que sentimos y lo que vivenciamos, da igual.
    Dice » El Aventurero» que conocerse a sí mismo es un abismo…debería ser una liberación .. el fín y el principio y el trayecto en el que transitáramos.. como los demás seres.. y con todas las sombras y las luces.
    Dicho ésto, insisto en que no deberíamos entrar en la guerra deliverada que tienen » los poderes» de enfrentar dualidades.. en una Gaia que colapsa.. no voy a unirme a discursos que enfrentan a personas, pero algunos comentarios inconscientes del Aventurero…son exactamente eso, bastante aventurados:
    «Pobreza me parece a mi no alcanzar a entender que la virtud, también femenina,…»
    Gracias por darnos a las feminidades algo de virtud…
    Enfin..
    Recemos para que llueve y feliz luna llena.
    Preciosa la Fotografá.
    ( Se ha muerto un rapero. Me lo dijo un hijo mío que versa también e improvisa… hace tiempo que no pongo música aquí. Elmuchacho, de Granada.. terminó su grado en medicina y la mitad de su vida estaba diagnosticado. Que pena que todos encontremos nuestro ser cuando ronda la muerte y no antes… Nos llamen como nos llamen, nuestro ser.. no tiene nombre porque todos los nombres son los nuestros.
    Otro que voló.. ( se nos están llendo los mejores)
    https://www.youtube.com/watch?v=ir-PKoNZ-Ms

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