Párrafo 17.14

17.14 «Culpa e inocencia, castigo y premio han marginado como valor secundario la responsabilidad. Desde la infraconsciencia gusta suponer que cualquier hecho repudiable puede ser pagado y borradas sus huellas, hasta imaginar el perdón de los pecados tras cumplir la penitencia, como si fuéramos hijos de un Dios bobo que fabrica pequeños e imperfectos muñecos de carne a los que pone trampas y luego perdona por haber caído; la responsabilidad es un concepto esencial sujeto al destino de lo “divino” que ha de romper el puente consciente de lo dual.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Más que nunca ahora, comparado con situaciones cercanas en la historia, en este tiempo del coronavirus estamos viviendo y experimentando el maquiavélico juego de la culpa y la inocencia. En tiempos de la globalización, en dónde todo está interconectado y en el que todo está “interafectado” no hay excusas para mirar lo que pasa a miles de kilómetros como algo lejano, como algo ajeno a nosotros, porque nosotros somos esas mismas personas a miles de kilómetros de otros. Sin embargo, sí que concentramos esfuerzos por buscar un culpable de todo esto, alguien que deba responder por la atrocidad de los acontecimientos que se suceden. Si la culpa no la ha tenido un chino con gustos raros por comer animales exóticos (para nosotros), la tendrá algún gobierno interesado, o alguna compañía farmacéutica, o los fondos de pensiones o algún científico descuidado… El caso es que ponemos más empeño en buscar un culpable que en entender la situación para buscar soluciones, para tomar una mayor conciencia del mundo. En definitiva, si hay un culpable yo estoy liberado y puedo seguir igual, ¿y si no lo hay, entonces qué hacemos?

En ese momento parece claro que ya no vale el repetirnos el lema “que vuelva todo pronto a la normalidad” porque la normalidad ha cambiado, porque quizás sea el momento de que todos entendamos que se está poniendo de manifiesto que en nuestro modelo faltan muchas cosas y una de ellas fundamental es la responsabilidad.

Mientras jugamos al juego de la culpa y la inocencia solo hay dos soluciones posibles, y siempre pierden las dos. El inocente mira liberado —casi como si estuviera envasado al vacío— cómo el culpable acarrea con la carga de su falta y por la que tendrá que pagar un tributo. Pero al final los dos sufren, sufren la ausencia de la transformación de aquello que nos dificulta, porque el problema de otra persona también nos acabará afectando. En este sentido, ahora estamos viendo gracias al hilo invisible con el que un virus nos comunica a miles de millones de personas, que en función de cómo hagamos cada uno de nosotros las cosas, las consecuencias, la transcendencia de los acontecimientos puede ser muy diferente.

Cuando el virus remita, deberíamos seguir con el empuje de saber que seguimos conectados, que una mirada, una palabra, un gesto de ayuda está cambiando el mundo. Hoy lo sabemos porque miramos las estadísticas y miramos a cientos de sitios en el mundo, hoy sentimos como nuestra vida es muy importante para el devenir de la vida de los demás. Hoy debemos aprovechar el sendero que ha tomado la cruz de guía de esta crisis para dirigirnos a la resurrección de nuestra capacidad de responsabilidad.

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1 Comentario

  1. Rafa
    13 abril, 2020

    Para que alguien se sienta inocente tiene que culpar a otro o a otros y ese otro te acusará a tí para sentirse inocente, por tanto tu culpa seria su inocencia y viceversa.

    El autor nos propone para superar estos círculos de pensamiento, la responsabilidad.

    Y ¿ que es la responsabilidad ?.

    Yo entiendo que es la respuesta que debemos dar al mundo sobre lo que conscienciamos.

    Pues parece que hay otra responsabilidad de la que habla el autor y está por encima de nosotros, relacionada con la esencia ( derivada de ser) y sujeta a nuestro origen divino.

    Y esta responsabilidad ni premia ni castiga, ni culpa ni disculpa, sino que privilegia a quienes la ofrecen al servicio del mundo.

    O como dijo alguien, bienaventurados los que en este momento de crisis estan entregando su responsabilidad y energía a los que sufren, estan enfermos, tristes o tienen miedo, por que de ellos es el reino de los cielos.

    Fuerte abrazo

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