Párrafo 17.23
17.23 «Jamás se borra un beso, una palabra, una actitud o un pensamiento, perdurará y siempre estará activo, no será perdonado ni premiado, su repercusión será variable pero siempre romperá su ola en la frontera del tiempo, hasta donde puede llegar el mundo dual. Pensamientos, palabras, obras u omisiones pueden ser olvidados, justificados, reprochados o aplaudidos, pero se instalarán en una capa del archivo pránico, de algo que la Humanidad construye y forma parte de su responsabilidad.»
COMENTARIO DE EL AVENTURERO
Es imposible vivir ajeno al beso dado,
pues en el aire habita todo lo pasado,
la deuda y lo entregado, el sentimiento rudo y el alado,
lo mal pensado, lo dicho y lo callado…
allí en el tiempo habita todo, queriendo ser amor,
cruzar el infinito del más allá del tiempo,
ritmo monótono, atrapado, preso, presente,
prisionero del miedo acobardado que todo lo disculpa y en nada se habilita
en el amparo de la correspondencia
ni quiere compromiso con lo que ya es dado.
El otro y yo,
y en general el otro es todo lo demás
que por demás nos sobra y en nada nos afecta,
pues no nos afectamos.
Pero el aire nada olvida, y sabe de memoria cada beso,
de cada dolor la risa, cada caricia en el duelo,
de cada llanto el consuelo y hasta su ausencia…
El aire conoce de la vida cada grito y el silencioso expirar de “todos sus ahogados”…
Si alguien lo negara, negara ser de igual modo la risa,
el llanto, el beso, la caricia, el grito,
la verdad del dolor y del consuelo,
el amor y la muerte.
Negárase valiente por cobarde, el compromiso humano de la siembra
y el arte del cultivo, en que está escrito que cada aliento nuevo
podrá fundir en uno, inspiración alada,
el rastro horadado de cincel incierto de materia
de todas las huellas transparentes.
3 Comentarios
Loli
17 junio, 2020El versículo y su posterior comentario del Aventurero me llevan a reflexionar sobre la tremenda incidencia de todos y cada uno de unos actos, omisiones tanto de palabra y obra, y también de los propios pensamientos.
Pensamientos que recurren los surcos de nuestra mente y los permitimos salir, proliferar, deambular sin orden ni concierto, de forma negligente, inconscientes ponderados, creyendo que no hay ninguna incidencia en ello, que no tienen repercusión, que el entretenimiento absurdo de nuestra consciencia es «inocuo».
Y con las palabras que utilizamos, con las ideas sin sentido que lazamos al aire y a nuestros semejantes, con las opiniones sin estudio alguno, ni ganas de ello….con todo, con todo ello, ¿no habremos dibujado «monstruos en el aire», ¿no les habría alimentado y engordado?.
Esos monstruos que amenazan con aplastarnos, puestos al servicio de quién sabe, son hijos, quizás, de nuestra negligencia, pereza, necedad, soberbia…..
La «libertad de expresión» solo es válida si se convierte en «aquelarre» .
¿Estaremos aún a tiempo de empezar a cambiar algo?
Nada es baladí, ni la palabra que dirigimos a alguien, ni el pensamiento que, desestructurado y grotesco damos por bueno, ni la banalidad de las conversaciones, ni el peso de las opiniones empecinadas, ni la necedad de nuestra ignorancia empoderada….¿estaremos aún a tiempo de cambiar algo?.
Las nubes se ha vuelto negras, y las gotas que empiezan a dejar caer sobre el mundo, también.
¿Estaremos aún a tiempo de cambiar algo?
Rafa
18 junio, 2020Primero fué el Verbo y despues también.
Tibios y Universales labios los que entregan
besos y palabras no pronunciadas para
llenar nuestro cosmos de color misterio.
Frente limpia la que convierte el pensamiento en sueños
Frente a los que lo vuelven sal, sin castigo ni premio.
Dichoso el que levanta los brazos al cielo por acariciar el mar.
Todo es definitivo, nuestras obras y omisiones para recordar que nuestra memoria de futuro acuna y también ama nuestro pasado.
El juego de lo dual cede el paso a la responsabilidad que solo borra el beso que no es beso, y la actitud o la acción que son sombras de si mismas.
Quiza porque en el origen fué el Verbo y en el Destino también.
Un abrazo
Panacea
18 junio, 2020No estamos acostumbrados a tener conciencia de la repercusión que tiene todo lo que hacemos, pensamos o deseamos; el olvido forma parte como estrategia debido a un sufrimiento no tolerado y que no se es capaz de asumir, o bien a la justificación que desde nuestro cerebro urdimos para eludir sus consecuencias. Las más de las veces es un pasado pesado que incide, interactúa y va dando paso a lo que repetidamente el autor ha denominado «memoria pasiva», como una herida no curada que arrastramos por dejarla enterrar y no ser capaces de disolver.
Se nos ha dicho en alguna ocasión que pocos errores cometidos en la vida alimentan toda una alambrada de comportamientos defensivos y de los cuales, seguramente en gran parte de ellos no se percibe su incidencia para nada. Es todo un olvido orquestado desde la cultura aprendida de la culpabilidad-no culpabilidad, es un velo envolvente con el que nacemos y nos marcará el camino hasta que seamos capaces de liberarnos y es todo un aprendizaje para valorar y atender la inmensidad de guiños que la vida nos ofrece.
Y qué decir de la supervaloración de aquellas secuencias tildadas de felicidad y gozo, donde nuestro pensamiento lo recrea y amplifica como un íntimo reducto del que nadie nos puede privar. Nos sentimos poseedores y protagonistas en primera línea, y eso nos da patente de corso para adornarlo y retroalimentarlo.
Pero todo el conjunto de actos, sentimientos, omisiones y demás son compañeros de viaje en donde se nos dice que se instalará en una capa del archivo pránico, ¿y ese archivo pránico no transciende lo dual?