Párrafo 19.25

19.25 «La Física, como la Matemática, son descubrimientos contenidos en el idioma, leyes que se suceden y flotan en el anacrónico, infinito y magnífico espacio de la razón. Es necesario el espíritu aventurero del buscador, pero el gran problema de la consciencia es el miedo; todos saben lo que es, en todo caso varía el referente pero la reacción es análoga a cuantos lo padecen. Se altera el sistema endocrino, las proporciones de hormonas en sangre cambian y se anormalizan las funciones metabólicas, se retraen las salivares, se suda, se encajan las mandíbulas, se tensan los músculos, se polariza la atención; en definitiva un agente externo puntual ha despertado una obsesión.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Cuál es el origen de una reacción orgánica que da lugar a un tipo de forma de pensamiento, sería una de las cuestiones interesantes a reflexionar sobre nuestro funcionamiento como seres humanos.

Algo externo despierta una obsesión… podemos entender este concepto, el de obsesión, como aquella idea recurrente que limita nuestra capacidad de conciencia y a la par de consciencia que, en definitiva, bloquea de alguna manera nuestra capacidad de percibir la multitud de matices de nuestro entorno, de nuestra realidad física y/o vital. ¿La obsesión se traduce en algo físico, o es aquella sensación despertada por analogía quizá con un elemento externo, lo que nos hace tener un pensamiento circular, ruidoso, intenso, que nos encierra en nuestro propio estado sin escape al disparate? Emoción y razón, un binomio quizá simultáneo con el que posiblemente nuestra conciencia pueda bailar hacia una claridad que permita la creatividad necesaria para la búsqueda en aventura, aquella que da pie al descubrimiento de cualquier hecho o fenómeno que fuere
un misterio. ¿La configuración del idioma será un paso de expresión de todo lo que nuestros sentidos van siendo capaces de percibir? Algo así como una traducción para quienes aún no han afinado tanto sus sentidos, una puerta al reconocimiento de tanta realidad insospechada…

Reconocer dinámicas del pensamiento podría hacernos entender que el aparente concepto obsesivo, la razón de nuestro malestar, contiene esencialmente una reacción temerosa, defensiva ante una situación que parece amenazarnos.

Desde luego, a través de los distintos sistemas idiomáticos o lingüísticos que el ser humano ha sido capaz de crear, muchos mundos se abren a la compresión de los sentidos. Quizá por eso un buen manejo del lenguaje o de los distintos lenguajes (idioma, gesto, imagen, color, volumen, número, geometría…) que el ser humano ya ha descubierto, sea esencial para conocernos a nosotros mismos y comunicarnos con nuestros semejantes, o mejor dicho, diferentes de nosotros.

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3 Comentarios

  1. Rafa
    16 octubre, 2021

    Lo razonado nada tiene que ver con lo razonable, por ejemplo que vuelen los pájaros es razonable pero no razonado.
    Pero los dos conceptos flotan en el anacrónico espacio de la razón.

    La Matemática (algunos dicen que es inventada) es un lenguaje contenido en el idioma para explicar el mundo.
    Kepler que era un magnífico matemático sostenía que las Matemáticas se usan para explicar la Física.

    Decía José Bergamín que tambien era un buen pensador que:
    La inteligencia es una proyección de luz sobre realidades invisibles.

    Pero las realidades invisibles dan vértigo porque tiene que ver con lo que todavía no conocemos, tiene que ver con el conocimiento.

    Y para descubrir lo que todavía no conocemos hay que encomendarse a lo hermético, a Hermes luego fué Mercurio, hay que encomendarse a la oscuridad confiando en que llegue la luz.

    El vértigo al que aludo, el autor dice que es el miedo que padecemos que a veces se manifiesta como la reminiscencia de los animales; la que pudiera tener un lobo, encajando las mandíbulas, tensando los músculos , retrayendo las salivares y polarizando la atención.

    En definitiva el miedo sigue entre nosotros y no es tan malo, pero la única solución para neutralizarlo es el valor.

    El valor del espíritu de aventura, para ponerse a disposición del viento que sopla en cada situación.

    Un abrazo

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  2. Loli
    17 octubre, 2021

    Parece que el cerebro humano identifica propiedades de las formas y las asocia con los sonidos.

    Desde ese aspecto, que ya indica una capacidad innata de abstracción, parece también que las primeras escrituras se conforman como pictogramas figurativos que albergan contenidos conceptuales.

    Puede que estos pictogramas, en un momento determinado de la Historia del Hombre, han de encontrar una canalización más exógena y social, también màs operativa.

    Para ello, es posible quizás, que debiera estructurarse en base al espacio tiempo percibido, es decir, aumentar su capacidad de comunicación a distancia y de forma mantenida entre distintos grupos sociales.

    Nos encontramos entonces con que un dibujo puede representar una idea, o concepto, pero al pasar a ser plasmado un sonido, el número de signos gráficos para ello disminuye, ya que, en principio, existen muchos menos sonidos que conceptos.

    ¿Es posible que ese momento llevara consigo la necesidad de disminuir una capacidad psíquica de lenguaje, incluso no articulado, pero conformado de otro modo, en aras de una comunicación más social y llamada al descubrimiento de las vibraciones de los sonidos?.

    La palabra que conformará el lenguaje, el idioma, puede que en un principio limitase la riqueza conceptual, posiblemente, pero quizás añadía la riqueza y potencia vibratoria del mantra que podría llegar a ser.

    Esa capacidad del sonido, convertido en fonema, podría ayudar a facilitar, ampliar y comunicar a distintos niveles todo aquello que la imagen “congela”.

    No cuidamos lo suficiente el lenguaje pero igual, de algún modo éste y quiero pensar que también las posibilidades idiomáticas que alberga, sí lo hace.

    Hay un arcano aún cerrado, aún encriptado, a la espera de aventureros y tiempos más meritorios.

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  3. Alicia
    23 abril, 2022

    Noté cómo se agarraba con sus uñas a mi pecho, y trepaba, a la garganta, y allí se quedaba quieta esperando a que amainara la tempestad de un muy recio sentimiento de abandono, o de olvido, o de desprecio urdida en alguna parte que no debía de estar lejos porque llegaba el bramido rugiente del tableteo de los disparos cruzados entre el querer y el no puedo.

    “Tienes que poder” me dije.

    “Tienes que querer” te reto.

    Y así estuvimos un rato entre ir y venir de truenos, y de rayos y centellas y de la furia del viento que arrancaba en sus embates algún que otro brote tierno de qué fuera qué pudiese, cuando aún estaba yo a tiempo de querer lo que pudiera no causarme sufrimiento, ponerme a salvo de ciertas cogitaciones inciertas meditadas a la sombra del engaño en que era presa.

    Hoy no sé si pude o quise, ni si amainó la tormenta, o si fueron las inciertas cogitaciones traviesas meditadas a la sombra del engaño que se aleja, lo que arrancó de mi pecho las garras de una dolencia que se bate en retirada ya cansada ya discreta sin dejar de sí más rastro que una ya imprecisa huella de algo que fue qué no quiso la vida que sucediera.

    20 de agosto de 2016

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