Párrafo 19.3

19.3 «Cuando apenas han sido desarrollados algunos rudimentarios instrumentos que desvelan levemente ciertas parcelas de la autoconciencia, se pretende demostrar desde el comportamiento que estamos completamente definidos, que somos dueños de origen y destino.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Cuando uno se pregunta ¿quién soy?, busca quizá erróneamente, o al menos de manera incompleta, definirse por aquello que hace, por aquello en que ocupa su tiempo cotidiano. El panadero dice “yo soy panadero”, el oficinista es oficinista, el profesor profesor, la economista economista, etc…

Efectivamente, podríamos decir que somos lo que hacemos, lo que somos capaces de llevar a cabo, o que algo de aquello conforma parte de nuestra identidad; pero ¿es realmente lo que nos define como individuos? Uno se dice a sí mismo “soy panadero”, “soy profesor”, o soy “actriz”… y es probable que, al decirlo, una especie de vacío impreciso palpite en el fondo de su garganta, porque sienta una suerte de duda al pronunciar ese “soy”, tras el cual pudiera querer decir también “no soy”. Esto me lleva a pensar que quizá tampoco importe tanto la labor que se desempeñe en la vida en aquello que llamamos nuestra identidad; quizá no sea eso lo que defina la totalidad de mi ser, y puede que en poca medida, siquiera una parcialidad.

Definir… un concepto que se me antoja caminar hacia su disolución en el discurrir del verdadero camino a la identidad, pues acercándose, donde el ser parece expandirse, en aquellas fronteras que nos ayudan a entender las cosas en un plano de manejo habitual, van careciendo de sentido.

Creo que este párrafo, aunque breve, contiene una profunda reflexión acerca de lo que podemos ser o llegar a ser, y que quizá seamos ya como seres humanos, pues propone una amplitud de miras al respecto de observarnos a nosotros mismos y de cómo manejamos esta autoconciencia con respecto al otro, en muchos casos tan definida que más bien se torna limitada.

Volviendo a la idea de que somos lo que hacemos, lo que desarrollamos como seres humanos, se abre otra cuestión en mi pensamiento: ¿seremos también lo que no hacemos, lo que omitimos hacer, lo que nos negamos y negamos a otros? Puede, si la energía es sabia como creo que lo es, que aquello que deba ser, que deba darse, en una vida humana, será a pesar de no vivirse desde la experiencia. Pero qué triste resultaría si el hecho de perder esa posibilidad viene por negación de una consciencia inmadura que, creyendo conocer los pasos que debe dar su vida, evita en mucho aquella posibilidad de que destino y origen sean manifiestamente vida y obra, memoria despierta que escribe futuro.

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1 Comentario

  1. Loli
    4 abril, 2021

    “Vete con tus lágrimas a tu soledad, hermano mío. Yo amo a quien quiere crear por encima de sí mismo y por ello perece…”
    “Así habló Zaratustra”, Nietzsche.

    Solemos conformar una idea sobre nosotros mismos, de la que apenas nos permitimos pequeñas variaciones, en una etapa quizás demasiado temprana de nuestra vida.

    Parece que renunciar a ella, sin ni siquiera vislumbrar su posible transformación, nos supone una crisis tan grande, que muchas veces se renuncia a ello.

    Es como si el concepto ideologizado de cómo somos, de lo que somos, supusiera realmente la vida para nosotros.

    Asumir que eso no fuera así, significaría, entonces, la muerte.

    Eso es lo que parece que necesitamos transmitirnos los unos a los otros, para tener bien controlados los límites de los conceptos que hemos utilizado para definir, entonces, “vida”, “muerte” y “relación”.

    Entre todas las “ideas preconcebidas” se establecen convenciones que enmarcan el mundo y lo rodean de alambradas frente a cualquier transformación que se salga de esa convención convertida en ideología, en doctrina.

    Sin embargo puede que desde la misteriosa configuración que habitamos como cuerpo, aún a pesar nuestro…, mejor, aún a pesar de nuestros miedos, cada forma comunicativa guarda una energía, una capacidad transformativa, seguramente artística por tanto, que se queda trabada, prisionera o confundida en un océano de memorias lastradas, pasivas, que alimentan, en una parte importante, nuestra vida convencional.

    Vida sujeta a acuerdos que pensamos, quizás, nos protejan de esa “muerte” tan temida por nuestra identidad conceptualizada.

    Sin embargo, algunas de esas formas comunicativas, puede que tengan más eco en aquéllos que, en algún momento, se arriesguen en avanzar un paso, desde una intención aventurera, hacia las inexploradas fronteras de la consciencia, y encuentren en ellas la geometría distinta, la que tiene capacidad de pintar con otros colores, la que lleva una estructura energética más auténtica, esencial….y distinta por tanto.

    Pero, hoy por hoy, esa intención se tiene que revestir de “heroísmo”, y asumir iniciar ese camino en solitario, pues su actitud será contemplada con malos ojos por las convenciones acordadas, ya que, efectivamente, las ponen en riesgo.

    Y, aunque esa soledad pueda considerarse “aparente”, siempre supondrá, entiendo, el primer paisaje con que se tope el “aventurero”, en su decisión de “explorar” senderos más fronterizos de la consciencia, de ir en busca de una transformación…. de buscar su abrazo.

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