Párrafo 19.4

19.4 «Imaginemos que vivimos rodeados de un completo y perfecto acumulador de memorias. Un archivo que se roza con las manos y está tan lejos como la distancia que separa la obcecación de la inteligencia.»

En todo este prólogo a la carta diecinueve, titulado “El pentagrama interior”, se hace referencia a un universo pleno de significaciones inmensamente complejas, paradigmas, formas, arquetipos y músicas ocultas a nuestra consciencia, incluso saturado de respuestas a todas aquellas preguntas que, por lo general, en nuestro estado actual ni siquiera estaríamos preparados para formular. Todo lo que nos rodea está al parecer significando, dando claves para comprender, mostrando señales de que esconden una riqueza de contenidos y de explicaciones que cuando pudiéramos lograr percibir serían totalmente innecesarias por obvias, por coherentes entre sí, por abismalmente sencillas e incuestionables. El prana, el ADN, varios planos de realidad, nuestros sentidos, el cerebro límbico…

Podemos llegar a admitir la pequeñez y la deficiencia de nuestros sistemas de percepción y comprensión que nos impiden acceder a conocer e intervenir adecuadamente en la inefable Realidad (con mayúscula) en la que vivimos inmersos. Dicha asunción de nuestras severas limitaciones ya sería un enorme paso para eliminar las primeras barreras que nos separan de ella. Un paso absolutamente imprescindible que sin embargo pocas personas están dispuestas a dar en toda su profundidad. Puede que la soberbia del ser humano por el privilegio de disponer de una precaria conciencia neocortical, “tras degustar el mágico fruto del árbol del Paraíso”, se lo ponga estúpidamente más difícil. Seguramente, no obstante, todos hemos sentido a nuestro alrededor y en los momentos más inesperados, destellos de esa magnificencia, de esa suma Inteligencia que es la permanente Creación, considerándolos como valiosas y pequeñas referencias, o como espejismos banales. En todo caso, me gusta pensar que en los momentos cercanos a la muerte, donde es previsiblemente más factible la disolución de toda obsesión mental, por su manifiesta absurdez a las puertas de las grandes evidencias, logrará, por unos instantes, llenarse el alma de Verdad.

Vivir la vida es la única vía que posibilita el acercamiento paulatino a nuestra máxima pureza y por lo tanto a la capacidad de lectura y acceso a esas preciosas memorias. Es claro, por tanto, que el trabajo más importante que debemos y podemos realizar es el de desactivar las trabas personales, las obcecaciones que nos impiden aproximarnos a la identificación con esa Realidad.

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4 Comentarios

  1. antonio di luca
    10 abril, 2021

    El comentario del comentarista se acerca a cierto entendimiento de los procesos que conducen al despertar de la consciencia -según algunos estudiosos del lenguaje significaría «ciencia consciente», o «facultad de relacionarse con la realidad exterior»- y no sólo incluye la acción de «vivir la vida» con sentido de hacerlo conscientemente. En realidad el cuerpo propio es uno de los elementos con cuyo sentimiento se es capaz de ampliar la consciencia en ese trabajo de profundizar en el profundizar sobre la vida.

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  2. Panacea
    15 abril, 2021

    Podría decirse que todo está plenamente hecho desde el final, sólo hay que realizar el recorrido para llegar al principio, un principio transformado y enriquecido que ya no será igual a como fue.

    En repetidas ocasiones y de múltiples maneras se nos recuerda que la capacidad está, que el potencial lo tenemos; un registro sagrado y culminado forma parte de nuestro ser donde todo tiene su orden e inmensidad, sólo hay que recorrer el camino que nos aguarda. Ciertamente nos aguarda, pero un camino a hacer desde la ignorancia, sin memoria, sin estado de conocimiento, asumiendo el error, el fracaso y la frustración por falta de desarrollo, de suficiente intención y supongo que de inteligencia, que no se abrirá ni desvelará sus ofrecimientos hasta no conseguir un estado de pureza determinado. Es la condición de haber nacido.

    Para volver a ser dioses, volver a recuperar el estado de divinidad en una cosmogonía precisa, exacta, completa pero con la venda en los ojos, tocará desfacer entuertos, desandar caminos equivocados, buscar, ahondar en las carencias, y eso de la mano de un maestro, un maestro que sepa guiar e instrumentalizar las herramientas que el discípulo ha de ir afinando para, cada uno desde su estamento, lograr alcanzar y llegar a ser partícipe de la perfección.

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  3. Loli
    18 abril, 2021

    ¿Qué nos impide avanzar?, el hombre, seguramente, además de todo un espacio por descubrir en ese paisaje misterioso de la Realidad, está dotado, tengo la impresión, de una capacidad de aventura que le impulsa de manera continua.

    ¿Surgen las crisis cuando falla la fe en esa capacidad?.

    Esto me lleva a una reflexión.

    Seguir un impulso que parece llamar a ir siempre más allá, a responder a una llamada incierta, pero presente, de buscar nuevas posibilidades, porque una intuición misteriosa, enigmática, rodea, desde la noche de los tiempos, anímica y físicamente al ser humano, hasta el punto de cambiar y transformar su propia biología, requiere también de la búsqueda, descubrimiento, aprendizaje y ejecución de nuevas cualidades, como por ejemplo, a lo mejor, el propio “valor” que anima al abandono de “confortabilidades aparentes” y lanza al ser humano hacia encuentro de nuevos “paisajes”.

    Pero…lo más seguro es que, también desde la noche de los tiempos, el hombre haya necesitado de “guías”, gentes que conocieran ya esos paisajes y se dispusieran a enseñarlos, élites que compartían espacio y tiempo con los que se disponían a emprender la aventura de su propio descubrimiento.

    ¿Hubieran sido posible determinados y fundamentales avances del hombre sin ese aprendizaje?, ¿hubiera sido posible ese aprendizaje sin un reconocimiento y respeto hacia aquellos que desde un mayor conocimiento, desde una posición más elevada del mismo, por aún misteriosas circunstancias, se ofrecieron a guiar a los hombres perdidos entre sus capacidades incipientes y la necesidad de supervivencia en un entorno hostil para ello?.

    Esto es pura especulación, sin duda, pero me llama la atención el hecho de que la probabilidad de convivencia de diversos grupos humanos con muy distintos niveles de capacitación y desarrollo, sea cada vez mayor a medida que aumentan los descubrimientos arqueológicos, y que sin embargo no existan rastros que indiquen que los que mostraban los niveles más “desarrollados” impusiesen un poder sobre el resto y por la fuerza, sino que, por el contrario, se podría deducir que esos grupos “elitistas” por denominarlos de algún modo, se pusieron al servicio de poblaciones que necesitaban descubrir y aprender de sus propias incipientes capacidades.

    ¿Podríamos inferir que actualmente los grupos más poderosos, o los que más fehacientemente buscan, añoran y se consolidan en situaciones de poder lo hacen a través de valores humanos más desarrollados y se ponen al servicio del resto, son “elites”, palabra que, por cierto, contiene el prefijo “el-“, una de cuyas acepciones etimológicas de raíz indoeuropea parece que es la de “empujar, dirigir”?.

    Pues creo que no.

    Al revés, actualmente es como si ocurriese al contrario.

    Aquellos que destacan y estarían en condiciones de enseñar, de mostrar y guiar por caminos nuevos, recién descubiertos o por descubrir aún, no solamente no son respetados, sino abiertamente perseguidos, y no suelen ser, precisamente, los que buscan cuotas de «poder».

    Tiene demasiado de “casualidad” que los momentos que precedieron a las dos guerras mundiales se caracterizaran por proliferaciones artísticas de toda índole sumamente creativas y exploradoras.

    Explosiones de arte que enseguida fueron o bien perseguidas o inmediatamente engullidas por los sistemas sociales que se estaban imponiendo.

    Los que podían “empujar”, “impulsar”, apartados, la violencia de lo que temía cambiar, se impuso, y la guerra y la agresividad, parece que también.

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  4. Loli
    25 abril, 2021

    “Crear fiestas de amores
    En nuestro amor pensados,
    Quemar nuevos aromas
    En montes no pisados,

    Y guardar el secreto
    De nuestros rostros pálidos
    Porque en las bacanales de la vida
    Vacías nuestras copas conservamos,

    Mientras con eco de cristal y espuma
    Ríen los zumos de la vid dorados”

    Antonio Machado

    A tu saber que, discreto, condescendiente y amable, sabías compartir.

    Gracias por mostrar, por mostrarme, cómo desenmascarar la obcecación.

    Hasta siempre Ernesto.

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