Párrafo 20.4

20.4 “Se podría decir que las doctrinas han perdido autoridad e influencia en las sociedades actuales, pero nada más lejano a la realidad; si bien las religiones teológicas han perdido espacio, sobre todo en Europa y América, una nueva tendencia con características morales, filosóficas y doctrinales ha ido ganando terreno hasta convertirse en dominante. Es quizá la religión menos espiritual de los tiempos conocidos, pero su férreo doctrinalismo la convierte en potente, intransigente e impostora. El cientificismo es evocado como verdad irrenunciable y practicado por todos en base a unos cuantos axiomas medianamente comprendidos, pero es tan vehementemente defendido por sus sacerdotes, los tecnólogos, que lo van contagiando como si se tratara de una verdad absoluta.”

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Seguramente haya muchos a quienes les desconcierte, e incluso les moleste, que una determinada forma de interpretar la ciencia, lo que en el texto se llama cientificismo, pueda ser catalogada como religión, porque estamos acostumbrados a ver que la adhesión a las religiones convencionales se construye a partir de la fe, mientras que suele entenderse que para la aproximación a la ciencia solo se requiere la razón.

Sin embargo, el autor no habla en este párrafo de la ciencia en su sentido genuino, de la que incluso habla positivamente en los párrafos siguientes, sino que se refiere a una determinada utilización muy extendida social y mediáticamente que ha corrompido su auténtico valor. Una utilización que se basa en convertir en verdades cuasi absolutas muchos de sus descubrimientos y teorías.

Desde este punto de vista, se puede decir que esa actitud en la que incurre parte de la sociedad, e incluso de los propios científicos, de aferrarse a teorías y postulados científicos como si fueran verdades indiscutibles, tiene mucho en común con la “fe ciega” con que históricamente han blindado sus creencias los seguidores de las múltiples religiones verdaderas.

Quizás el mayor problema al que induce esta forma de entender la ciencia es el de minimizar lo mucho que aún se ignora, porque esta actitud genera en nuestra sociedad una actitud de prepotencia y de satisfacción conformista por todo lo que se sabe y de desprecio hacia los muchos misterios que perduran. De desprecio, como si el reconocimiento de la propia ignorancia fuera un acto de debilidad vergonzante e, incluso, de humillación.

Si los conocimientos científicos se difundieran resaltando a la vez todo lo que también se sabe que se ignora, añadiendo las dudas y las preguntas que se hacen los propios científicos, ¿no se estaría promoviendo en la sociedad una actitud intelectual mucho más buscadora y aventurera? ¿No se estaría impulsando mucho más a cada persona a su propia indagación y desarrollo personal?

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3 Comentarios

  1. Panacea
    18 noviembre, 2021

    Antes que nada, una observación anecdótica.

    Al inicio del comentario se ha puesto «Prólogo a la carta número nueve» y es «Prólogo a la carta número veinte». Estamos en el último capítulo.

    Yendo al comentario que nos brinda el autor, cabría hacerse la reflexión de durante cuánto tiempo se podrá sujetar el cientificismo y la razón en sus múltiples aplicaciones como verdades inapelables sin que el hombre lo sufra y lo padezca hasta límites insoportables. ¿Por qué digo esto? Porque por mucho que nos empeñemos en construir dioses de barro, la emocionalidad interna y la necesidad de casarnos con planteamientos que nos acerquen a una armonía y a un estado de más sosiego hace que por mucho que abracemos mandamientos estabulados, antes que tarde la insatisfacción y el desasosiego que crea no ir acorde con nuestra propia búsqueda va a generar inevitablemente un cargamento de disfunciones.

    Por mucho que nos empeñemos no es posible nadar contracorriente, y parece que hay intencionalidades subyacentes que invitan y empujan descaradamente a que el hombre no busque en su interior.

    Las propuestas son cada vez más descabelladas, cuando no rozan la elementalidad, pero tengo la confianza de que la fuerza del hombre y la llamada a poder llegar a desarrollar las múltiples capacidades que tenemos impresas, hará que antes o después decaiga y sucumba tanta falacia aunque sea por pura supervivencia. Mientras tanto, tristemente viviremos una sociedad cada vez más enrarecida y con un alto estado de enfermedad.

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    • Aventurero
      23 noviembre, 2021

      Gracias por la observación, Panacea. Ya lo hemos corregido.

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  2. Loli
    22 noviembre, 2021

    Hemos vivido recientemente épocas en las que se primaba la denominada “objetividad”, intentando con ello mostrarnos tras la fachada de la “mediación”, “ecuanimidad” y el “realismo” una visión necesariamente parcial como el “culmen” evolutivo, prácticamente, de nuestra consciencia.

    Se pone, sin embargo, el centro de esa objetividad, en el “objeto”, del cual percibimos todo mediatizado, dando lugar, por tanto, a una subjetividad con la que impregnamos todos nuestros juicios y acciones, dando un valor que no tiene a ese juicio, abrazando el cientifismo y no la ciencia, la doctrina religiosa impregnando como concepto todo aquello a lo que nos acercamos para conocer…., o a lo que nos sometemos para evitar el esfuerzo del cultivo de ese conocimiento.

    Actualmente nos damos de bruces con auténticos “sinsentidos”, que, sin embargo, encuentran cabida en ese “maremagnum” de subjetividades a los que hemos dado “carta de realidades”, hemos hecho buenos, finalmente, los dictámenes de lo «real», del rey, y lo vemos vestido, aunque algo en nuestro interior, cada vez más débilmente, se esfuerce en mantenernos en el camino de la duda de lo aparente…..y recordarnos la inmensidad de lo que desconocemos, por más que el rey que diseña esa «realidad», se empeñe en que está ya todo hecho.

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