Párrafo 6.18

6.18 «Un conocimiento venido, como todos los conocimientos, de más allá de la raya del tiempo, describe cómo los ritmos son dominables, cómo el hombre puede acceder a ir descubriendo y contagiándose del anhelo de buscar el nacimiento de sus propios misterios. De él han ido bebiendo todos los ritos buscados por todas las doctrinas marcando los tiempos, los sonidos, los movimientos y la respiración, y su utilización por el poder ha existido y existe, pero no se han podido esconder propuestas que sobrepasan a los cleros y a las parodias de complicidad, porque cada hombre sabe, aunque no lo descifre su consciencia, que en su piel y en sus pulmones y en su respiración está escrito el esquema de su estado y de su ser, y quizás también el camino que conduce al puente que los separa y los une».

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COMENTARIO DE EL AVENTURERO

El objeto mirado cambia la mirada del que observa, produce una transformación en la memoria de sus células, en su biología y en su estado general.
Masaru Emoto, un médico japones que realizó un estudio sobre la memoria del agua, contempló cómo teniendo un pensamiento positivo, pronunciando palabras bellas o colocando cerca un letrero con la palabra «Amor», las gotas de agua cristalizaban de manera muy diferente a si se escribe «Odio» o se llena el ambiente de rencor.
Nuestro cuerpo es agua en su mayor parte. Los mandalas funcionan porque ejercen una influencia, igual que el arte. Es posible que si nos aventuramos, aprendemos y depuramos nuestra sensibilidad hacia el arte, podamos limpiar nuestros océanos y no sólo eso, sino que quizás con ello influyamos tanto en cómo estamos ahora, como en la memoria de nuestro pasado.
Un simple cambio de postura cambia la composición química de nuestros fluidos. Si una gota cristaliza de forma distinta, es que su composición varía; y si el agua cambia, se transforma toda nuestra fisiología.
Así que es posible que como dicen, el arte te cambie por dentro. Y no sólo porque genere sentimientos que hacen segregar tal o cual hormona, sino porque las moléculas producen reacciones en cadena, y el cuerpo funciona como un mecanismo de relojería.

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4 Comentarios

  1. Beucis
    23 diciembre, 2013

    Nos llegan pulsiones, anhelos, melancolías inexplicables que nos conmueven y desazonan; que nos llenan de preguntas; a veces de respuestas. Ese conocimiento, que está más allá del tiempo, nos manda destellos a los que accedemos en el sueño, o por medio de símbolos, o de mitos que se modifican para darnos respuestas; mitos cada vez mas complejos en la medida que nos vamos complejizando.

    En este conocimiento, que podremos percibir cada vez mas cercano, deberíamos bucear en la búsqueda de nuestra esencia; en el encuentro de nuestro estar.

    Encontrarnos con memorias del pasado y del futuro; desechar memorias pasivas que paralizan. Querer alcanzar el Entendimiento; alejarnos, en lo posible de la razón. Invocar la Voluntad, alejándonos, del voluntarismo del ego.

    Llegar a leer los mensajes escritos en la piel, en los pulmones. Recorrer ese camino que nos lleva al puente que une nuestro ser y nuestro estar. Puente que es Fe; que es Esperanza, no en espera si no en búsqueda; Puente que es Caridad, corazón sin coraza dispuesto a fluir hacia el amor.

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  2. Qué-vedos?
    23 diciembre, 2013

    Y se apagaron las luces, y se encendieron las sombras que arreboladas corrieron a esconderse donde a solas no ser vistas de las gentes que las juzgan tenebrosas cuando son sólo el reflejo de qué queda cuando asola a la soledá el bullicio, los ruidos y la engañosa dicha desdichada y sorda, ciega que ni ve ni pinta colores ni brillo alguno en las miradas perdidas que no dedicase nadie a mirar cómo es la vida de los que viven al margen del encierro en que sí habita nada que llene de un algo el vacío en que palpita la abundancia que ni sacia ni remedia la mezquina felicidad de piltrafas de qué no será qué un día no precisará de luces, farolillos, serpentinas, ni de nada que se extinga cuando la fiesta termine y sólo quede ya, sola, la soledad tan tranquila.

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  3. Afrodita
    27 diciembre, 2013

    Creo que sólo hay dos cosas que pueden hacer sufrir a las personas. Una de ellas es el ser consciente de los errores propios, que pueden tanto cifrarse en “¿Qué hago, o qué he hecho alguna vez, que no está o estuvo bien?”. La otra es el sufrimiento, o quizás estoy queriendo decir “desventura” de cualquier otro ser vivo.
    Ahí es donde se me plantea una cuestión a la que no sé dar respuesta, porque, ¿qué es lo que hace sufrir, ese sufrimiento que se ve o se percibe o el propio sufrimiento, el que causa en uno mismo la consciencia de ese sufrimiento observado?
    ¿Cuándo queremos paliar el sufrimiento ajeno, buscamos que no sea, que no esté, el sufrimiento de ese otro, o nada más erradicar la causa que nos hace sufrir?
    No sé si es desligable lo uno de lo otro.
    No sé si es que lo que para uno es evidente, o toca en sus fibras sensibles, no es evidente para otros que, sin embargo, son capaces de ser sensibles a otros… estímulos, tal vez. Cómo, por poner un ejemplo, la música, que a tantas personas sirve, creo, para…, no sé, sentirse un poco en armonía con… no sé con qué pueda ser; para mí en cambio no significa nada o incluso puede llegar a irritarme.
    Pero sólo está siendo un ejemplo.
    Mi gran cuestión creo en definitiva que es el sentido de los actos humanos, qué voluntad los mueve, o si sólo tenemos cada uno un ego enorme que demanda, como un monstruo de muchas cabezas, ser constantemente alimentado. Pero jamás se sacia.
    Y no lo sé.
    Y nadie tiene respuestas, nadie las tenemos — excepto contadísimos seres privilegiados que no es ni somos nadie que pueda decir “yo lo soy” porque nada más por decirlo (o sólo pensarlo) estaría ya no siéndolo —, que vayan más allá de las palabras.
    Y mientras tanto nos debatimos por lograr… ¿sabemos qué?

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    • Nuba
      27 diciembre, 2013

      En ese debatirse estamos creo que muchos, aunque no todos.
      Te agradezco estas y otras reflexiones que compartes.
      Si me hago tu pregunta desde mí hasta mí la respuesta es Paz.

      Aunque no lo sepa casi nunca, me debato por estar en paz conmigo. Por estar ahí, haciendo lo que sea, en el instante, y vivirlo, como venga. Porque en realidad, la mayoría de las veces no estoy ni en tiempo ni en lugar, estoy en el estaba o en el estaré, allí o en el otro sitio.

      Y cuando sufro…- yo también me lo juzgo- ¿no somos crueles con nosotros mismos?

      Sospecho que si el dolor ajeno me llega propio y duele, es porque algo de lo que no soy consciente de ese dolor del otro me recuerda al mío, aunque en principio no tengan nada que ver.
      Hay algo que pocas veces tengo presente. Eso de » no puedes salvar a las personas, sólo puedes amarlas» eso, necesita una sabiduría de la que aún carezco.
      Creo que el conocimiento es importante, pero no basta, no vale de nada si no lo practicamos, si no lo hacemos nuestro.
      ( una monja que nos daba costura, nos decía «niñas decídmelo hilando»!, y nosotros nos reíamos tanto con esa frase)

      Ese conocimiento de «mí» no está en los libros, aunque quizás en ellos, como en éste haya mensajes que suenen como capanillas, o lucecitas, o que pululen como las luciérnagas para que cuando estemos en tiempo y en lugar nos acompañen un ratito y aligeren el equipaje.
      Creo que cuando estemos en esa «Paz» viajaremos sin maleta.

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