Párrafo 6.19
6.19 «Cuando la sangre se carga de dudas y las olas del pulso transportan pereza, o en las cuevas de los pulmones se descubren deseos, hay que buscar la renuncia al yo impostor e intentar modificar los ritmos, porque la duda se está alimentando de los arquetipos, de los mandamientos rectificados por la multitud y de las telas que tejen las arañas disfrazadas de profesores profesionales que enseñan a vivir».
COMENTARIO DE EL AVENTURERO
El ritmo, la cadencia con la que se imprime el sucesivo oleaje de sensaciones y pensamientos en nuestra vida, nos está condicionando el flujo de posibilidades inmediatas de nuestro funcionamiento futuro. Así, un ritmo monocorde o binario nos envolverá de automatismos que nublarán la frescura de nuestra mirada tras el despertar redentor del sueño. Construiremos nuestra propia cárcel con barrotes forjados con la duda del para qué nacimos, no hallaremos razón de aventura encerrados en la pereza de tener que afrontar el deseo del que tantas veces regresamos sin haber sido capaces de asumir la renuncia de la opción que no escogimos.
Sin embargo, sabemos que existe la música de las esferas; la melodía de un engranaje mágico entre todos los elementos del cosmos. Y hay que lanzarse a este Vals con valentía y desprovistos de una actitud impostora que encubra el miedo a asumir nuestra ignorancia. Hay que salir del adoctrinamiento que ejercemos y nos ejercen, para que la sangre no deje de sorprenderse al recorrer los mismos caminos en cada pulso del corazón.
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4 Comentarios
Mandrágora
29 diciembre, 2013En este texto el autor nos habla de la renuncia al yo impostor para modificar los ritmos, ese yo en el que uno identifica sensaciones, sentimientos; es el motor que nos dirige, en definitiva, lo que identificamos como personalidad. ¿Y qué pasa cuando la personalidad se ve acechada? Difícilmente se toma como espacio de encuentro, como ocasión de replanteamiento, como una posibilidad de cambio, porque «se atenta contra tu persona y mereces un respeto».
Desde la cultura en la que estamos, donde no se propicia la bondad y el grato convivir, es difícil separar el grano de la paja y poder divisar la ocasión, el destello y la oportunidad al cambio. Ese «modificar los ritmos» que se nos cita supone una plataforma de apertura y receptividad que permita ser poroso a todo aquello que no siempre detectas como positivo, ni siquiera digerible, sino más bien al contrario, una agresión a tu persona. Sólo al cabo del tiempo y con perspectiva es fácil reírse de uno mismo y admitir que normalmente lo que más encoleriza suele tener estrecha vinculación con «el yo impostor»,
En otro escrito del mismo autor, hacía referencia a algo que viene a colación de lo que trato de expresar; reza así: «A veces se comprenden o sienten cosas que aparentan destruir y modificar todo lo que hasta ese momento había sido la brújula de nuestra existencia, el motor de nuestras acciones. Entonces se llega a pensar que toda la vida ha estado equivocada, que lo vivido ha sido estéril. Nos entristecemos porque hacemos que pese más el balance del pasado que la alegría de haber encontrado parte de la verdad en el presente».
El pasado y el arraigo atrapa y subyuga, hasta el punto de impedir la alegría de sentir que algo se modifica y que un nuevo aire va a refrescar. Es el sufrimiento del impostor destronado que, aunque se reconozca como un bien conveniente, deja el amargo sentimiento de carencia y soledad hasta su total eliminación.
mariar
2 enero, 2014Cuando el ritmo se empaña
la sangre masca duda
en pereza zozobra
y el deseo usurpa ley.
Hematíes vencidos
torcidos de aventura
pululan ávidos de luz …
Pero la sangre sabe
y hostiga itinerario
recoveco secreto donde
siempre es posible
renovar la alianza
que nos hizo nacer.
Ari guari-guari popoó. Mushuringá
3 enero, 2014Tá güeno nomás.
«…disfrazadas de profesores profesionales que enseñan a vivir”. Tá güeno tantobien.
Loli
4 enero, 2014«En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada;
a escuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
a oscuras y encelada,
estando ya mi casa sosegada;
en la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que EN EL CORAZON ARDIA.
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía
a donde me esperaba
quien YO BIEN ME SABIA,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!;
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada con el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí se quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire del almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y ÓLVIDEME
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.»
(Canciones del Alma , San Juan de la Cruz)