Párrafo 7.2

7.2 «Desde que el hombre descubrió la forma de transmitir a través de lo binario de las descripciones, convirtió el relato en una verdadera obsesión. La precisión de ligar cualquier acción al espacio tiempo cuadraba el relato, aseguraba su inscripción en el mundo real y lo acotaba dentro de los límites comprensibles. La mayor parte de la literatura universal, salvando sus virtudes creativas, ha contribuido a la normalización de esta aberración del pensamiento. Casi todas las transmisiones escritas tratan de fomentar la comprensión secuencial, posiblemente por casualidad, o buscando la gratificación cómplice del lector, aun siendo evidente que la consciencia no actúa como una sucesión de secuencias cronológicas, como un relato continuo, y que cada vivencia se interconecta con infinitas clases de experiencias abstractas en lo aparente».

7_2

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Este asunto es, o debería ser, altamente polémico. Cuestionar, con salvedades, la literatura (y con ella el teatro, el cine, el cuento infantil: las artes narrativas en una palabra) como artefacto transmisor, potenciador y cimentador de un modo de pensamiento dual y lineal suena a algo muy grave. Especialmente porque goza de un prestigio universal y de altísimos vuelos. Es una de las columnas fundamentales sobre las que se apoya eso que denominamos cultura.

Pero, como aventureros de la consciencia, atrevámonos a reflexionar valientemente, sin tapujos y sin límites.

¿Qué características psicológicas conlleva un modo de expresión narrativa secuencial y dicotómica, fundamentada referencialmente sobre los conceptos antes/después, aquí/allí, es decir, sobre las leyes básicas de unidad de acción, espacio y tiempo generadora de la mímesis, la “supuesta” imitación de la realidad, que estableció Aristóteles para el teatro? Pues que, correlativamente, de forma asociada, a través de ellos aparece la exigencia del espectador-lector de plantearse otros pares de conceptos, estos ya mucho menos inocuos: real/mágico, verdadero/falso, bueno/malo… Y también, pero con una especial significación, tú/yo, él/yo, nosotros/ellos, o cualquier otra forma de afirmación y definición de supuestas individualidades. Veamos porqué.

Secuenciar temporal y espacialmente los acontecimientos en el relato favorece en el receptor la adopción de una cómoda y simplista interpretación de los mismos, porque su comprensión exige poner en marcha un automatismo mental basado en el principio de causa-efecto, algo en lo que el ser humano se ha convertido en un verdadero experto. De este modo, TODO debe ser explicado en razón de hechos causales narrados como anteriores en el tiempo y, consecuentemente, TODA cuestión conflictiva exigirá una resolución posterior en el propio relato (la famosa “intriga”), o incluso una vez acabada la narración, mediante el mecanismo psicológico de la proyección (la “moraleja” es un buen ejemplo de ello). La búsqueda urgente (urgente por el atrape emocional) de explicaciones lógicas sustentadas en la simplificación dual está servida. Y también la necesidad de una coherencia racional y justificadora de los personajes como individuos históricos, definidos, enjuiciables y ajenos a mí.

Obviamente, el narrador se convierte así en un semi-dios omnipotente, capaz de explicar y dar razón a través de la trama y de sus personajes de todo aquello que se atreva a plantear, cerrando por lo tanto las opciones del receptor a sentir sin más, a elaborar por su cuenta los conflictos que haya experimentado de modo subjetivo, sin un enganche emocional prefijado, sin contar con la consiguiente complicidad en la interpretación de otros receptores, cada vez más convencido de que tiene “derecho” a conocer todas las respuestas… y un millón de etcéteras. No hace falta decir que el lector-espectador se convierte a su vez en un receptor pasivo (emocional pero pasivo) de “realidades” pre-elaboradas, pre-juzgadas y pre-resueltas, que termina reforzando en su mente la importancia de dicho automatismo bipolar pensante. Sí, quizá esta es la parte más cuestionable de la nunca lo suficientemente estudiada revolución de Gutemberg, pues fue a partir de la expansión de la imprenta cuando dio comienzo la era de la comunicación directa e individual narrador-lector. (De hecho la contrarreforma católica se defendió violentamente y a ultranza de la idea protestantista de que era posible interpretar la Biblia de forma individual.)

Sumergidos como estamos desde hace milenios en tal forma de interpretación del mundo –hasta el punto de que incluso nuestros pensamientos especulan así, “narrativamente”–, parece peregrino atreverse a cuestionar esta forma normativizada. Pero tenemos que recordar que, como dice el autor, no es de este modo, secuencialmente, como nuestra consciencia está preparada para actuar, sino en forma de redes de vivencias y memorias interconectadas. Cada mañana, al despertar aún necesitamos sin embargo realizar gloriosos y vanos esfuerzos por traducir a relatos espacio-temporales los contenidos polisensoriales que emergen en nuestros sueños –vitales para la renovación diaria de nuestra más libre y valiosa conexión con el mundo y con nosotros mismos.

Afortunadamente, aunque cada vez más abandonada y desnaturalizada, aún tenemos la poesía para escapar de tan rígido encajonamiento. Y la música, la danza, la pintura… cuando no son meramente descriptivas y argumentales: el arte no-narrativo, en resumen. La evidencia más banal, pero universal y cotidiana, de esta necesidad de escape la encontramos en el chiste: una repentina ruptura en lo descriptivo lineal que obliga a nuestra mente a dar un brinco, a establecer una conexión neuronal sorpresiva, simple pero inédita, que nos provoca el íntimo regocijo de recordar, chasqueados, que lo secuencial es engañoso.

Vayamos a los orígenes ontogenéticos: el famoso “Érase una vez en un país muy lejano…” con el comienzan los cuentos ya está estableciendo un marco referencial acorde con esta “realidad” dual entre todos conjurada que, aunque en el caso de los cuentos infantiles permita la inclusión de elementos y personajes fantásticos, fija los hechos en un espacio y un tiempo mentalmente definidos. ¿Son los cuentos puentes para acercar el universo mental inabarcable de lo infantil al universo de lo “real” del adulto? El niño no podría soportar un cuento absolutamente “realista”, porque se sentiría embutido en un traje demasiado estrecho, lo rechazaría, y esa es la razón por la que son necesarios elementos oníricos, detalles prodigiosos, más allá de lo verosímil, que enlacen con su aún rica inteligencia transgresora (todavía no sometida al dualismo). En él se produce así un auténtico “encanto del adiestramiento”: el niño entra en un preciso juego de lo entreverado, en el ámbito mixto de fantasía/realidad, en el que por un lado se alimentan sus ansias de conectar con su maravilloso mundo de ensueño y, al mismo tiempo, se le anima a irse introduciendo en el mundo de lo discreto y lo lineal, satisfecho o, mejor dicho, “encantado” de poder ir adaptándose poco a poco a la rigidez conceptual que el adulto exige y premia. Es por eso por lo que los niños quieren escuchar una y mil veces el mismo cuento: no importa tanto el argumento como el reconocimiento cada vez más completo y poliédrico de ese camino hacia el modo de comprensión del mundo del adulto, en el que, así encelado, terminará por desear entrar.

Pero poco a poco el universo de lo onírico, de lo polisémico, de lo complejo se irá acotando, hasta que en la conciencia del preadolescente lo ocupe todo un realismo unidimensional, un constructo colectivo de referencias unívocas y de mecanismos de causa-efecto cuyos manuales de uso serán el sagrado Diccionario, las novelas, las películas, la TV… negando con su intransigencia lineal (y ahí el preadolescente se crece) la posibilidad de entender el mundo desde una multiplicidad de ángulos, cruces y convergencias sincrónicas olvidada. Y todo ello con una alarmante tendencia al aumento.

Las implicaciones que esto supone van desde una llamada a la responsabilidad de los educadores y los padres para que se sensibilicen acerca de este hecho, y a los creadores, para que promocionen e impulsen modos de expresión artística que favorezcan el desarrollo del pensamiento complejo tanto en niños como en adultos, tal como plantea la escuela de Edgar Morin y otros colectivos. Y que entre todos procuremos neutralizar, al menos en sus aspectos más toscos (algo cada vez más utópico), los mensajes narrativos y las argumentaciones más descaradamente simplistas. Pero nada de esto se puede conseguir sin una previa y generalizada toma de conciencia.

Añade a tu lista

3 Comentarios

  1. Icono-Plasta
    21 abril, 2014

    Posiblemente el autor haya escrito esto hace bastante tiempo, porque en la actualidad el discurso narrativo fluctúa por otros varios espacios y nadie se pierde. Y para más, la imagen ha alcanzado una síntesis y simultaneidad narrativa nunca imaginada antes. No se puede decir lo mismo de algunos otros modelos históricos descriptivos. Es cierto que aún el problema lo portan los públicos, necesitados de aclaraciones correlativas del tiempo al tiempo. Sin embargo, en películas ya antiguas realizadas por aquella Nouvelle Vague de los 60′, o por algunas otras, el tiempo figuraba como la verdadera entidad que es, rota, repartida, superpuesta, sin orden, y el público acababa por entenderla.
    En el teatro es donde más se abusa aún de «continuidad» argumental/narrativa, por ese mismo temor inmediato de que el público, desilusionado por la falta de «claridad» achique su aplauso a un mero respeto presencial.
    Al respecto resulta bien planteado y aclaratorio el comentario de los propios aventureros en comandita, aunque la forma de ponerlo en pantalla sea clásica.
    Y viene al caso lo siguiente: ¿Podía haberse desestructurado el secuencial sucesorio (de sucesos) del texto de «La Casa de Bernarda Alba» recientemente puesto en escena en el Español? Alguna cosa hay por allí, pero sólo debida a la necesidad del resumen para lo que sería sino una larguísima narrativa.
    Hay teóricos que están apostando por la presentación exponencial específica de un tema y acotarla luego con detalles, ninguno de ellos en orden histórico. Aún n o se manejan bien estas fórmulas, y por lo tanto cuesta hacerlas coherentes, aunque no se necesario. Sabemos que la mente terminará por clasificarlas, ordenanrlas y archivarlas, y el sentimiento terminará por comprenderlas se cuenten como se cuenten.
    O sea, interesante tema.

    Contestar
  2. Aglae
    26 abril, 2014

    Excelente artículo.
    En un día de primavera el olor de una ráfaga de aire te puede hacer viajar a un pasado aparentemente real, a una situación aparentemente vivida hace muchos años.
    Una frase que habla de memorias puede hacerte visualizar a una mujer bailando flamenco en un lugar concreto, una noche de luna llena en el campo, hace varios años…
    como si lo que recordamos estuviese ocurriendo todavía, en simultáneo a lo que vivimos.

    Contestar
  3. LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO » Párrafo 13.2
    5 noviembre, 2017

    […] consciencia no actúa como una sucesión de secuencias cronológicas, como un relato continuo” (véase párrafo 7.2), sino en forma de redes de vivencias y memorias interconectadas. Y lo peor es que por el camino se […]

    Contestar

Deja un comentario

Ver tu lista

Tu lista

Borrar lista Sobre

Guarda una lista de tus posts favoritos en tu navegador!
Y volverás a encontrar esta lista otra vez la próxima vez que nos visites.

Powered by HTML5 Storage and Rio Loft.

CERRAR

Send your list to a friend

FROM: (Your email): TO: (Your friend's email): Your message:
Send
Sube arribaSube arriba