Párrafo 11.17

11.17 “Los que persiguen inocencia están pudriendo las raíces de la vida donde reside el compromiso de la responsabilidad, son servidores de la jerarquía de la apariencia y guardan sus manos para que no sean manchadas por la geometría impura de la adolescencia, esconden la verdadera personalidad acorde con su estado, por lo que desatan con frecuencia una verdadera lucha interior impulsando y reprimiendo insistentes reacciones duales que apenas son convertidas en pensamientos. No se deleitan en ninguna paz real levantando apenas la curva del pranayama, convirtiendo la obsesión en pasividad bajo el pretexto de mansedumbre y paciencia. Han olvidado que nacieron con el compromiso de que el sadhaka debe estar alerta y no sólo ser testigo de cómo las memorias intervienen en los cruces del tiempo.”

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Somos actores y generadores de la realidad. Moverse mentalmente entre el binomio inocencia-culpabilidad es de alguna manera evitar la responsabilidad de asumir este hecho.
La dualidad inocente-culpable no deja de ser una valoración moral, que nos lleva por un lado a lavarnos las manos y distanciarnos de la realidad (no me mojo), o a una penitencia que significa asumir una condena, tras la cual después de sufrir, volvemos a ser inocentes.
Esto está tan grabado en nuestro funcionamiento mental y social que es difícil entrever el juego que supone. Es un juego que no cree en las posibilidades del ser humano y en el desarrollo de su capacidad. Sobre todo en su capacidad de transformar la realidad.
“Responsabilidad” sería la vía tercera para salir de un comportamiento dual e infantil hacia un ejercicio activo y complejo de la vida.

En actitud activa se padece menos la vida y se ejerce algo más pleno.
¿Porqué tenemos tanto miedo, casi pavor a las consecuencias de nuestro actos, del ejercicio de vivir con plenitud? Pensamos que las consecuencias serán fatales y nos condenarán para siempre. Una condena hecha con leyes pequeñas desde una razón limitada, que nos mete en una cárcel.
Hay una Ley, más allá de las leyes que la sociedad ha creado, que es la que nos impulsa a superar la razón y la moral, y que tiene que ver con este ejercicio vital profundo, de responsabilidad, valentía y autenticidad. Desde este lugar, lugar de la acción, de la creatividad, lugar fronterizo donde los haya, es desde donde podemos impulsar y generar una geometría vital auténtica y ser más que testigos u observadores e ir al encuentro de una plenitud, de una alegría, de algo que debe ser muy parecido a la felicidad.

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3 Comentarios

  1. Mandrágora
    25 septiembre, 2016

    Fuerza o debilidad, iniciativa o pasividad, valiente o impávido, rebelde o acomodado…, ¿de qué depende y quién lo etiqueta? Las circunstancias y el contexto que acontecen en cada uno son absolutamente singulares y, en muchos casos, impredecibles; desde ahí, ¿el juicio de valor no es algo plano y muy chato? Cuando produce rechazo, ¿en qué espejos nos estamos mirando? ¿No resonará con alguna situación no resuelta y eso tiene repercusión? Y cómo lo gestiono, ¿la culpa es de quien hace sentir rechazo y, utilizando otra terminología, es responsabilidad suya que hace que me altere y, por tanto, me siento con el derecho a recriminarlo, o hay algo más? Habrá que abordarlo. ¿No sería la primera norma de obligado cumplimiento liberarse del rechazo independientemente de quién y cómo provenga? A lo mejor esa es mi tarea. Y si lo logro, ¿no seré más capaz de abordar lo que acontezca como mejor considere, al estar más libre de cargas?

    El modelo está repleto de asideros y subterfugios difícilmente eludibles, sin embargo los pasos primeros a dar son de carácter personal, única y exclusivamente: si no entro en valoraciones, me afectarán menos los códigos morales establecidos, manera de contribuir a ir diluyendo y poder salir de la controversia y fatal implicación en la que se cae con harta frecuencia. ¡De qué vale saber los porqués si sigo formando parte de la corriente! No me toca analizar el modelo ni siquiera los juicios de valor a que se me puedan someter, sí me toca, y con decisión, desasirme de la turbulencia, que no por ser sabida es garantía de poder lograrlo.

    Mientras me reconozca atrapada en el laberinto, ¿no es una escapatoria juzgar el modelo? No deja de ser echar la culpa al «empedrao».

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  2. Rafa
    26 septiembre, 2016

    Como puede que sepais, El Sadhaka, es de alguna manera, el camino del Yoga, es la disposición devocional al servicio del Ser.

    Existen personas, que viven los acontecimientos en que la vida les coloca, sin preguntarse demasiado las causas y los efectos de las mismas; no profundizan en analizar el miedo a la muerte, o el significado del amor, por ejemplo.
    A estas personas, les basta para llenar sus vidas, comprometerse con la realidad que tactan a través de sus sentidos.

    Otras en cambio, no parecen estar contentas con sus acciones y reacciones, no les bastan, no les satisfacen; no son ni mas ni menos inteligentes que los anteriores, pero no pueden vivir sin preguntarse porqué y para qué viven, y cual es el sentido de todo lo que hacen, si es que lo hay.

    Para ellos es muy importante encontrar respuestas.

    Entiendo que ninguna persona felíz, sería consciente de ello, solo, si no lo eres, cuando crees que te falta algo, cuando tienes carencias, es cuando realmente buscas.

    El autor, denuncia a los que sin ser felices, pretenden parecerlo, hacer creer al mundo de la apariencia que han conseguido el exito en sus vidas.

    Para mi, la felicidad es un estado intangible, al que no existe ninguna formula concreta para llegar, pues depende de cada uno, pero lo que si parece, es que hay bastantes luces y señales por el camino,

    Un abrazo

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  3. leocadia
    28 septiembre, 2016

    La búsqueda de la libertad individual no parece estar demasiado ligada a la seguridad que ofrece caminar por las vías trazadas y delimitadas por otro; no quiero decir con esto que sea necesario ir específicamente contracorriente, pero sí deberíamos ser capaces de asumir los caminos escogidos como decisiones propias y responsables, quizá desde la ilusión y el impulso. Cuando esto es así, castigo o recompensa dejan de tener ningún valor. Sin embargo, cuántos vivimos atendiendo a estos conceptos a la hora de tomar decisiones?
    Vivir la vida por vocación… quizá desde ahí la forma que le vayamos dando serán, aunque quizá no tan perfecta, más auténtica.

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