Párrafo 17.11

17.11 «Si bien parece cierto que los diferentes anillos que rodean el yo: límite de la realidad personal marcado por la inteligencia, límite de la realidad fenoménica definido por el conocimiento asumido y límite de la razón imaginable, tratan de hacer de barrera para determinar el modelo imperturbable, la aparente ingenuidad inexorable del todo fluye hace imposible la felicidad pasiva, por lo que una limitación impuesta o autoinducida no se sostiene si no es sometida a vigilancia de manera constante.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Las doctrinas religiosas y políticas, las consignas, el castigo y el premio, cárceles donde se condena al culpable y se le absuelve, foros donde se aplaude y se premia al inocente, al bueno…, todo ello es fruto de la dualidad y consecuencia del miedo en que esta se sustenta; conduce inexorablemente a la inmovilidad, a potenciar nuestra pasividad, a hacernos débiles. Imposibilita la búsqueda de la aventura. Pese a ello, pese a que nos hemos convertido en hombres anclados en la subsistencia, amantes del poder, prisioneros del sexo, depredadores de alimentos, pese a ello somos hombres, hijos de dioses y de ángeles que se unieron con humanas, y aunque estemos encerrados en laberintos imposibles y nos resulte confortable saber que nuestra culpabilidad se absuelve en cárceles temporales y nuestra maldad se trunca en bondad consiguiendo absoluciones eclesiásticas, nuestro yo esencial, rodeado de anillos que le protegen e inmovilizan, está ahí y sabe que fluye porque todo fluye, y sabe que su felicidad no puede ser pasiva porque no hay una vigilancia absoluta y constante que lo consiga, porque hay una inexorabilidad en nuestra búsqueda de libertad, en nuestro anhelo de encuentro con esas entidades que nos potencian, con ese Dios innombrable al que queremos llegar.

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2 Comentarios

  1. Loli
    27 marzo, 2020

    El comentario de El Aventurero me lleva a pensar que los cercos pensados para impedir la “la fluidez del todo”, si bien no lo consiguen, si nos hace más débiles.

    Se buscan, y encuentran, muchas maneras de mantenernos confortables y aceptados por los modelos, e incluso, buscamos nuestra cuota de reconocimiento…y de poder también…dentro de ellos.

    Se busca, y encuentra, el entretenimiento, el ocio, la distracción, la felicidad de esos momentos, es efímera, seguramente irreal, nuestra verdad más profunda, encarcelada pero fluida, lo sabe, y no podemos engañarnos durante mucho tiempo, todo eso no nos hace felices…

    ¿Cuántas veces hemos sentido aquello de, “no tendría razones para ser infeliz, pero lo soy…no sé por qué”?, en algunos momentos de nuestra vida.

    A veces nos parece que las “carencias” que alimentan esa ansiada felicidad profunda, están fuera, nos las tienen que suministrar otros, como el alimento “a biberón” continuado de una humanidad que le da miedo crecer, y de eso se aprovechan….otros poderes…, que seguramente saben que su supervivencia depende de ese estado de dependencia y debilidad del hombre que aún tiene miedo de aventurarse en su propia búsqueda.

    El miedo nos debilita…pero tengo la esperanza de que nuestro ser más profundo siga fluyendo, a ritmos más lentos de los esperados, pero que…espera.., porque no le afectan las alambradas groseras en las que estamos inmersos, y creo, ojalá, que todo esto nos ayude a buscar la aventura donde se encuentra….y podamos empezar a crecer allá hacia donde el alimento…no nos lo proporcione aquellos poderes que no quieren “morir”, que huyen del “a-mor”, que se aferran al miedo, y nos lo ofrecen como sustento.

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  2. Panacea
    28 marzo, 2020

    En una ocasión le oí comentar a una persona que por qué obsesionarse en cuestionarnos cómo lo hacemos si la propia vida tiene sus reglas y nos va indicando cómo actuar; era algo así como esperar a que caiga como fruta madura. La respuesta no se hizo esperar: Es que muchas veces la fruta cuando cae ya está podrida.

    Todo fluye hasta que deja de fluir. Ese devenir complaciente en ocasiones se confunde con la felicidad pasiva de la que nos habla el autor. No parece que el asentamiento de un estado sujete las mimbres impulsoras hacia otro estado, al contrario, el deleite de un logro conseguido se entiende que debe durar poco y enseguida utilizarse de trampolín para la siguiente secuencia. Es la eterna lucha entre la sensación de bienestar y regocijo y el continuo movimiento y estado de alerta que nos lleve a abordar el próximo estado de incertidumbre.

    Esa vigilancia de manera constante sería el estado de no pensamiento cargado de sensaciones, de no carga intelectiva, de no juicio sopesado…, en definitiva renuncia al yoismo en el que cohabitamos permanentemente, para saltar a un estado en el que, efectivamente, la fluidez se nos muestre cada vez más pero una vez hechos los deberes. En eso estamos.

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