Párrafo 7.24

7.24 «Porque no se puede olvidar que el miedo emborrona los colores que rompe el sol sobre la gota de agua. No olvidéis que el miedo tuerce la memoria que determina la voluntad para seguir naciendo».

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Si nuestro lenguaje es sólo una expresión simbólica del pensamiento y el sentimiento: ¿Lo que llamamos miedos depende en parte del lenguaje?

Es evidente que el pensamiento y el lenguaje tienes orígenes biológicos muy diferenciados. Se examina y se cartografía el mundo y se reacciona frente a él mucho antes de que lleguemos a conocer las palabras. Y hay una gama inmensa de pensamientos mucho antes de que el lenguaje surja.

Podría decirse entonces que tomar un nuevo paso, decir una nueva palabra, es lo que más teme la gente, ¿los pensamientos mueren en el momento en que las palabras los encarnan?

Creemos que controlamos las cosas, que somos nosotros quienes buscamos, miramos y hacemos todos los descubrimientos importantes en la vida y sabemos exactamente lo que es relevante.

Pero nuestros sentidos se circunscriben a las posibilidades del arco iris. Sentidos que caminan delimitados entre el infrarrojo y el ultravioleta; entre el nacimiento y aquello que denominamos Muerte.

Y lo que tenemos delante de los ojos es mucho más que lo que vemos. Estando las palabras limitadas al reino de los conceptos y de los nombres conocidos.

¿Cómo recuperar aquello que perdemos al emplear el lenguaje? ¿Dónde se esconde la llave del conocimiento?

Para escuchar el latido de ese corazón, deberemos acallar el deseo para que dé paso a las memorias que determinan la voluntad para seguir naciendo. Deberemos vencer el miedo para que dé paso al valor.

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4 Comentarios

  1. Qué-vedos
    26 octubre, 2014

    ¿Nací yo para buscarte o tú para perseguirme; para ir yo al encuentro tuyo o venir tú a darme auxilio?
    ¿Es mi para qué encontrarte o es el tuyo el que me zafe de las trampas que doloso me tiendes tú con ardides disfrazados de designios a los que debo rendirme sin opción a rebelarme, batallar y debatirme?
    Cuándo tanteo en mi camino, y me pierdo, y me confundo, y me desespero y dudo preguntándome si debo desasirme o amarrarme ¿Es que te me estás hurtando o es que yo intento entregarme en manos de un albedrio que me libere del miedo que me causa el estorbarte?
    Cuando me apuro y me afano, me apresuro y me empecino ¿Estoy a ti adelantándome o te rezagas (maldito) burlándote por el gusto de forzarme a que me avenga a entender que estás escrito?
    Cuando te pienso y me aflijo, cuando te imagino ajeno, extraño, y hasta furtivo ¿Es que te estás desvelando o tan sólo revelándome el secreto que me dice el dislate en el que incido pretendiendo que tus tiempos se acomoden a los míos?
    ¿Es que te escribo o me guías; es que tu trazo me lleva de la mano de mis pasos allá donde ya sabía que había de llegar tan sólo si pese a ti y mi pasado, mi memoria y mi agonía, me aguardaba qué fue luego lo que aun antes ya latía en algún lugar del alma, del Todo y de la armonía que reinaba (sin saberlo) en tu rumbo y en mis vías o es tal vez, por el contrario, que mis actos te mancillan?
    ¿O nacimos, tú y yo juntos, a la par y el mismo día, condenados a entendernos y a converger y a querernos, uno al otro, los dos juntos, y a querer los dos a una cerrar quién sabe qué círculo en que se encuentren, conjuntas, la calma con que me observas y la inquietud que en mi habita; para escribir, a dos manos, con mi letra y con tu tinta, la historia que te concierne y el devenir que me incita?

    Le pregunté un día al destino.

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    • Goyo
      27 octubre, 2014

      ¡ Pobre infeliz !. …Cuando la Aurora doró su cara se asustó, cundió el pánico en él y busco refugio en la oscuridad de la cueva.
      Con el tiempo se confeccionó una armadura con retales de viejos hábitos, hízose un casco con cristales de impostura , y como caballero sin espada, enarboló la lanza de la razón y encaminó sus pasos para enfrentarse a la Aurora, que un día le asustó. … Pero el resplandor reflejado en los cristales de las máscaras de su yelmo le deslumbró, y aquel encorajinado que buscaba la sangre de la Hora Dorada para apagar su miedo, para pagar venganza, derribaba y aniquilaba sin poder discernir lo que iba encontrando a su paso, … sin saber que iba envuelto en la luz dorada.
      A veces resultan angostos los recorridos que hay que transitar para alcanzar a descubrir las memorias del agua, pero, al igual que cuando nacemos pasamos por el angosto de la madre, aún aunque a veces no lo parezca, en nosotros anida el impulso del valor.

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  2. Rafa
    27 octubre, 2014

    Buén comentario Qué-vedos.

    Yo por mi parte, solo puedo decir como dijo alguién y no recuerdo quien.

    Más que al infierno,
    como a Pascal, me espanta
    mirar al cielo.

    Un abrazo

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  3. Mandrágora
    29 octubre, 2014

    ¡Qué bonita intervención la de Qué-vedos! Me queda latiendo su última pregunta y me hace reflexionar. Efectivamente, entiendo que nace desde el primer día y lo sigue haciendo a la par que tú cuantas veces naces, porque tú y yo somos mucho más que ese personajito desdeñable que acompaña en todo y quiere suplantar y apoderarse de la esencia. Posiblemente como dice, será una andadura condenada a entenderse, a convivir y a debatirse, pero en este caso matizaría que el círculo se cierra cuando la transformación de ese personajito deje paso a un nuevo ser más capacitado y más potente que nazca por disolución y desaparición. Mientras tanto, es un entramado de búsquedas y desencuentros que en muchos casos no se sabe dónde termina uno y empieza el otro, y que están condenados a entenderse, acoplarse, para lograr la sublimación o lo que los alquimistas llaman «el mercurio azufrado».

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