Párrafo 9.9

9.9 «Fue la dedicación a las cosechas, la mirada paralela al cielo y a la tierra lo que originó el nacimiento del calendario. La medición del tiempo como necesidad pasó a ser una obsesión, y Cronos, con su ojo redondo con un mallo clavado en el centro, llegó a ser, y aún sigue siendo, el gran vigilante de las acciones humanas. El viejo dios que se come a sus hijos, el dios vicario de una razón condenada a la infancia sigue teniendo tal importancia que se ha convertido en el oculto enemigo de todos. Todos luchan contra él, mientras el viejo invento de rostro borroso sigue mirando a Urano, haciendo latir rítmicamente un corazón de polvo de estrellas».

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COMENTARIO DE EL AVENTURERO

El establecimiento del calendario solar y la medición astronómica del tiempo fue probablemente, ya desde sus inicios, uno de los atributos más importantes de la autoridad allí donde hubiera una forma de poder centralizado. No por casualidad, el Vaticano conserva aún su propio astrónomo, si bien se dedica sólo a regular las festividades de fecha variable.

En el Renacimiento, todas las cortes europeas tenían su “astrónomo residente”, como habían hecho sus predecesores de Egipto y Babilonia miles de años antes.

Seguramente, este apasionado interés por la astronomía, permitió el desarrollo de la ciencia y el apoyo por parte de reyes y mecenas.

Pero la astronomía hizo otra “contribución” al progreso: transformo una concepción del cielo puramente religiosa, en una descripción mecánica del movimientos de los astros. Según esta nueva perspectiva, el mundo de la revelación, autoreferencial y centrado en el hombre, había perdido su credibilidad. En el mito de Cronos y Urano, lleno de ese espíritu mítico y subjetivo: Urano, Dios primordial del Cielo, no deja aparecer a los niños que Gea va a dar a luz; y tiene que esconderlos en el Tártaro. Sólo Cronos, el hijo menor, tiene coraje y se enfrente a su padre.

Esta distinción de los tres mundos, es común a muchas doctrinas tradicionales. Según una de estas divisiones, los tres mundos son los Infiernos, la Tierra y los Cielos, pero en todos los casos se trata de una repartición jerárquica de los grados de la existencia, que toma como base una representación simbólica.

Los Cielos son los estados superiores del ser; mientras los Infiernos, representan los estados inferiores. Pero esto debería entenderse como término de comparación entre un estado de partida y un estado de realización del ser humano. Estas tres fases pueden explicarse también por la teoría hindú de las gunas, que son las cualidades o las tendencias fundamentales de las que procede todo, según que una u otra de estas tendencias predomine en uno.

¿Esta el hombre condenado a pasar por los diferentes estados que corresponden respectivamente a estos ciclos diferentes que reproducen el proceso de cambio en los antiguos mitos? ¿Será necesario enfrentarse al pasado para vencer al tiempo?

La reconstrucción de nuestra historia, a partir de los escasos documentos y monumentos que se conservan, debería ser un simple incidente dentro de una indagación mucho más amplia de nuestro pasado.

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2 Comentarios

  1. Eleanora
    13 septiembre, 2015

    Corre corre que te pillo detrás del tiempo que vuela, de los años que se escapan, de la juventud que apenas comenzada a degustarse ya amenaza hacerse añeja y más en el nuestro ahora en que todo ha de vivirse pronto muy pronto y las horas, que ya ni llegan ni alcanzan y les falta aliento y mueren ahogadas o a quemarropa, demandan ser empleadas a fondo en la muy gozosa empresa que no conoce bancarrota ni intereses ni del alma ni de mora de entregarse a los placeres del cuerpo y de sus derrotas.

    Corre corre que te pillo advierte una hora a la otra y se persiguen risueñas, felices y tan jocosas, sin detenerse juiciosas a ver si se han desplomado sobre sus frágiles logros de minutos devorados por segundos incipientes los fracasos de vivientes que apenas si las engordan con algo más que la estúpida carrera que los estorba — en pos de afanes y lucros y placeres y otras cosas (que no deben mencionarse porque son juegos de alcoba) — de atender a menesteres que les brinden mayor gloria.

    Corre corre que te pillo no te detengas forzosa la necesidad que acucia a no atender a razones que en cuestión la razón ponga de dónde van ni a qué vienen tantas premuras angostas desvelando de sus sueños inocentes a las mozas que apenas adolescentes ya conocen que es la moda dar rienda suelta al instinto, al qué quiero y qué me toca gozar de este mundo vacuo y del sexo y de la droga y de qué que se reparta cuando después de que joda me dispensen el remedio que se ingiere en una toma.

    Corre corre que te pillo, vuela en alas de la loca ilusión por no ser vieja habiendo sido antes sombra — aunque pálida y sin brillo y sin asomos de antigua, trasnochada creencia ñoña que las niñas ya perdieran y no que ya por la honra (que reside en otras partes y no por donde se folga) o por temor a qué digan papá mamá ni las monjas — no de pudor ni recato sino de la mera impronta que dejara en tu mirada el haber sido la nota que grabaran en tu frente no los ardores ni apremios de quien a yuntas se amolda sino el deseo tan profundo tan raro y que poco mola de engendrar hijos que un día hayan de ser aun en sombra flama para qué ya fuese y para qué será antorcha.

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  2. Ni Alfa ni Omega
    13 septiembre, 2015

    Habría que artribuir a la simple gente dedicada a sus labores productivas enlazadas con el conocimiento de la naturaleza, sus ciclos, sus cambios repetidos, la primera sospecha del conocimiento no sólo del tiempo entre nacimiento y caída del sol, sino a los ciclos repetidos del clima. Posiblemente los instruidos en las primeras artes metodológicas del conocimiento de los fenómenos naturales repetidos, se dedicaron a estabular sus conocimientos en tablas y mecanismos de cálculo y previsión. No hay que olvidar, sobre todo, que cuando este hecho cultural y casi mágico se produce, la humanidad ya lleva miles sino millones de años tratando de acompasarse a los cambios naturales derivados del girar de la tierra en torno al sol, aunque no se supieran explicitar del todo, pero sí aquilatar en sus variaciones. El mismo ritmo ecológico de los animales de los cuales se abastecían les habían venido indicando ese mágico cambiar de circunstancias fuertemente relacionadas con sus subsistencia.

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